Caigo y me levanto, corro y me retraso, duermo cada vez que me despierto.
Mis vuelos son mis limites, la soledad se instaura cuando el espejo me refleja.
Un susurro nocturno revela la ausencia y pierde mi voz sangre por tu eco.
Adorar a la nada es mi oficio, una punzante enfermedad no prolifera en mi conciencia,
solo se mueve por mi ser, sigilosa, callada, circularmente se envuelve en mis entrañas,
encerrada en mi interiror patalea, puja por parir su engendro...hasta ella me teme.
Serpenteando en mi venas, me poso debajo de la vida, en unespiral atemporal respiro todo el aire que su asfixiante persecución me quita, un mundo subterraneo conoce mis verdaderos latidos.
Cuelgo en el filo de una palabra muda, suicida, palabra ahuecada por mis manos, por mis hechos, ensuciada por mis mentiras.
Tambaleante me dirijo hacia mis ojos para besarlos, curar con saladas lagrimas sus heridas, pero antes de llegar un bostezo me recuerda que el olvido nunca arrastrara
mi cruz, y que es ella quien me arrastra hacia mi
La memoria resguarda el dolor que la esperanza no logra cautivar.
¿Cómo no saltar antes que la realidad, si su seno no alberga mis sueños?
La ligereza de mis espiritu me entrega a la mortificante tarea de rehacerme cada minuto, titubear en cada parpadeo, gritar frentea toda adversidad.
La flaqueza de mi aliento evaporado, irrumpido por el miedo, congelado por la tristeza, hace de mi respiración un gruñido, de mi compasión una feroz frialdad, de mi vida una simple ilusion.
Mas sinfonias de anhelo se ritualizan en su fracaso perpetuo.
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