Estaba con ganas de comprarme un libro, aunque presentía que algo malo me iba a ocurrir. Llegué donde el librero y le compré un libro de cuentos. No me apasionaba en demasía, pero, por comprar algo, le compré este libro de cuentos llamado: "ángeles". Estaba firmado por el autor, eso lo hacía especial. Lo abrí y vi que tenía bellas imágenes a todo color, es decir, era una edición muy especial, y el precio era cómodo. Volví a abrirlo y, después de despedirme de mi amigo el librero, me fui hacia mi auto. Era un bello libro, no había vuelta que darle, y aunque los textos no eran muy interesantes, me gustó, y pensé que había hecho una buena adquisición. A uno, cuando le sale el día todo fantástico siente que todo en la vida es maravilloso, y que todo no podría irle mejor; así que mientras leía un poco las portadas exteriores del libro llegué hacia donde había dejado mi auto, pero, no lo encontré. Se lo habían robado. No sé cómo me sentí, era extraño aquel sentimiento de fría sorpresa. Me di media vuelta, hasta volver a ver a mi amigo el librero para saber si no estaba soñando, pero cuando llegué, allí estaba el viejo, preguntándome si no deseaba comprarle otro libro. Le dije que no, que todo estaba bien, que todo esto era un extraño sueño, así que, ante la desconcertada mirada del librero, salí nuevamente a la calle pero aún no aparecía mi auto. Me lo han robado de verdad, y esto no es un sueño, pensé. Iba a gritar, coger al primer tipo que se cruzaba en mi camino, pero no, no lo hice, así que, como para darle la contra a la realidad, decidí tomar un taxi e irme hacia mi casa, y mientras viajaba le contaba al chofer si él estaba soñando ahora, o todo esto que nos rodeaba era real. El tipo me miró, así como el viejo librero, y empezó a torcer la jeta, a gruñir como si fuera una bestia de la selva. Callé y no le dije mas... más bien vi que en una de las calles de la ciudad, no lejos de donde vivía, estaban conversando un grupo de negritos con pinta de ladrones. Alto, me quedo aquí, le dije al chofer. Le pagué y bajé del taxi. Caminé hacia los negros y les pregunté si ellos se habían robado mi auto. Me miraron, y luego, empezaron a burlarse de mí. Está loco, murmuraban entre ellos, pero todos continuaron riendo. Les miré nuevamente y no me moví. No me muevo hasta que me digan si estoy soñando que me han robado mi auto, o estoy despierto y nunca he tenido auto. Todos callaron, pero uno de ellos, el más feo y más grande de todos, se acercó hasta mí, y dio un empujón, diciéndome: estás en el cielo y nosotros somos tus ángeles... Luego, no recuerdo mas... Tan solo que me llovían patadas, puñetes, escupitajos, las uñas amarillas y gruesas como leones de esos negros arrancándome todo el dinero que me quedaba... Perdí la conciencia ante aquella tempestad, producto de esta pesadilla, hasta quedar tirado, casi muerto, en aquel callejón. Cuando desperté, estaba con la cabeza que me latía, era como si tuviera muelas picadas en cada parte del cerebro. Traté de levantarme pero con la justa pude moverme. Mi libro, pensé, y, allí estaba, a mi lado: “ángeles”, leí. Lo abrí, así tirado en la vereda y, a la luz de la luna, y empecé a leerlo. Trataba de ángeles y demonios, de reyes, de magos, de seres extraños, me gustó. Estoy leyendo, me dije, y estoy bien, aunque el cuerpo lo tengo más tieso y ensangrentado que buey de camal... Continué leyendo el libro hasta quedarme nuevamente dormido. La luz del día me arrancó de aquella pesadilla, y, con el dolor en cada partecita del cuerpo, me levanté. Era como si tuviera un remolcador automático en el alma. Caminé despacio y tambaleante, cargando todo el dolor de mi cuerpo sobre el lomo de mi alma. Alcé la mano apenas vi un auto y cogí otro taxi. Llegué a mi casa e inexplicablemente, mi auto, aquel, aquel que yo pensaba que me lo había robado, estaba en la puerta de mi casa... Le dije al taxista que me esperase un instante. Ha sido un sueño, un extraño sueño, pero sueño al fin, pensaba. Aliviado, como quien la vida le sonríe, abrí la puerta de la casa, y cuando me disponía a buscar dinero para pagarle al taxista, para mi asombro total, vi echados por todo el interior de mi casa a puros ángeles de piel negra... Asustado, retrocedí y, sin despertarlos, escapé del taxista y de aquella casa. Mientras me alejaba miraba el auto, y me hacía la idea de que jamás había sido mío. Esto es el cielo, y no lo siento merecer, pensé... Miré el libro que tenía por última vez. Volví a leer su título: “ángeles”. Luego, lo aventé por la ventana de la casa y me fui de puntillas para siempre, aunque, en verdad, no sabía hacia adónde ir, pero, pensé que, si despertaba de este sueño, podría volver a mi aburrida realidad…
San isidro, abril del 2006
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