I.
DE PORQUÉ EL HOMBRE HA PERSEGUIDO A LOS FELINOS SALVAJES.
Yo sería un p'álte que significa, sin limitaciones, "uno que viene de lejos" para los indios fueguinos Selk'nam (Onas) que vivieron y fueron exterminados en estas tierras. Pero más bien me siento mapuche que quiere decir gente nacida de la tierra, hombre de la tierra, viene de Mapu (tierra) y Che (gente, persona), parte de la desolación que llevaba dentro la echo fuera de mi conociendo la bella cosmogonia que aprendí:En el alba de los tiempos en el mundo sólo existían dos cosas: Kóoch, que siempre estuvo, y una oscuridad muy densa. Y tanto tiempo pasó Kóoch en las tinieblas, y tal era su soledad y su pena, que un día empezó a llorar, y fue tan profundo su llanto, que sus lágrimas formaron el Arrok, el mar amargo de las tormentas y las desazones.
Al advertir el crecimiento de las aguas, Kóoch suspiró, y así formó a Xóchem, el viento, que comenzó a correr arrastrando consigo a las tinieblas, preparando el camino para la llegada de la luz.
Cuando apareció la claridad, el creador del Universo se sintió tan feliz, que decidió continuar con su obra. Como la luz aún no era suficiente para poder apreciar totalmente el mar, por lo que levantando el brazo, rasgó con tal fuerza el velo de la penumbra, que su gesto encendió una enorme chispa de fuego que siguió el derrotero de su mano. Así nació Xaleshem, el sol. El calor del sol, al entrar en contacto con el mar, dio origen a las nubes, Teo.
El alocado viento comenzó a perseguir a las nubes, y su risa profunda y retumbante, dio origen a Katrú, el trueno. Teo, cansada de estos juegos, fulminó al viento con la mirada, y así nació Lüfke, el relámpago.
El dios , comenzó a elevar parte de la tierra que estaba debajo del mar y construyó una isla, sobre la cual modeló montañas y llanuras.
En la isla creada por Kóoch, todo se deslizaba apaciblemente, pero fuera Tons, la oscuridad absoluta expulsada por el viento del universo primigenio, pugnaba por recuperar la parte del cosmos que le correspondía por haber estado en ella desde siempre. Para lograr su propósito, creó un ejército compuesto por seres demoníacos.
Kóoch ya se había enterado de los planes de Tons. Si bien durante el día la mantenía a raya gracias a la presencia del Sol, durante la noche, la malvada oscuridad hacía de las suyas. Para impedirlo, el dios dio origen a Keenyenkon, la luna, para que iluminara cuando el sol se alejara del cielo, pero ella se enamoró del rubio astro y no solo lo acompañó durante algunos de sus viajes por el cielo, sino que muchas veces se perdía con él detrás de los Andes, sumiendo a la isla en la negrura.
Kóoch decidió bendecir esta unión con la llegada de dos mellizos, Wun y Etensher, que eran los encargados respectivamente de avisar a los habitantes de la Isla la aparición o desaparición de sus padres, pero ni el cielo del amanecer ni el del ocaso tenían color alguno.
Una noche, uno de los hijos de Tons, llamado Nóshtex raptó a la nube y la mantuvo cautiva durante tres días con sus respectivas noches, tras lo cual engendró en ella al semidios El’Al.
Kóoch, enterado de esta afrenta desató sobre el raptor una maldición, por la cual El’Al superaría en belleza y poder a su propio padre, y como si eso fuera poco, el futuro hijo sería admirado y venerado por todos los seres vivos.
Al conocer esta maldición Nóshtex presa de un furor inenarrable abrió el vientre de Teo, la nube, con un puñal para acabar con la criatura que crecía en su vientre. Sin embargo, Ter-werr, una tucutuco logró recatar al niño con vida y lo escondió en su cueva; pero el esfuerzo fue insuficiente para salvar a Teo, quien murió desangrada. La sangre derramada por Teo salpicó a los mellizos hijos de la luna y el sol tiñéndolos de todos los tonos de rojo que hoy muestran el alba y el ocaso. De allí en más, los amaneceres y los atardeceres patagónicos poseen esos colores tan característicos.
hombres anduvieran libres por la Tierra.
Y debe ser verdad, porque las aves fueron las que protegieron al pequeño El’Al, creador de los patagones, del gigantesco Nóshtex, su padre, el ogro lo persiguió durante toda su infancia, tratando de impedir que diera origen a los hombres y que se transformara en un ser más famoso y poderoso que él mismo. Los pájaros fueron sus amigos protectores. Y así, escondiéndose entre las grutas, el hombre pudo finalmente afincarse en la Mapu, es decir la Patagonia.
Terr-werr que lo había escondido decidió pedir ayuda para salvar a El’Al y fue a buscar a Kllken el chingolo para que volara a avisar a todos lo animales para reunirse en una gran asamblea en la cual se decidiría trasladar al niño. Es por eso que todos los hombres lo respetan, pues él cumplió con el primer paso en la salvación de El’Al.
Una vez reunidos en asamblea todos los animales, Kius, el chorlito pidió la palabra y explicó que al otro lado del Chaltén existía una tierra que él solo conocía y que si llevaban al niño allá, el ogro jamás lo encontraría. Así fue como El’Al llegó a la Patagonia (que era la Mapu indicada por el chorlito), dominio de dos hermanos muy traviesos, Shíe la nieve y Kokeske el frío.
Kapenk-Ooch era un pájaro negruzco y sin gracia, pero a pesar de su pequeño tamaño demostró gran valor distrayendo a Nóshtex mientras se preparaba la fuga de El’Al. El ogro, enfurecido le arrojó una gruesa rama, y una larga espina se clavó en el pecho de la infortunada avecilla.
La sangre comenzó a brotar de su pecho, pero aún así no abandonó su misión haciendo que el ogro la siga, abandonando el camino por el cual El’Al debía pasar. Despejado el camino, el niño consiguió evadir a su perseguidor. Agradecido El’Al curó el pecho tembloroso del ave, pero no borró los rastros de la herida, dejando la mancha colorada como muestra de lealtad y pasó a llamarse Pecho colorado (Sturnella loyca).
Pero otra leyenda de los Selk'nam sobre el Chingolo y el Pecho dorado contaba que en el inicio de los tiempos, la Loica o Pecho colorado cuyo nombre era Shi´ika y Cheip el Chingolo eran dos hombres muy fuertes y enemistados, que vivían hostigándose. Un día se encontraron frente a frente y se trenzaron en una pelea furiosa. Después de unos forcejeos, Shi´ipa consiguió agarrar con la mano izquierda la garganta de Cheip, apretando con toda su fuerza, mientras con la izquierda le tiraba el pelo para arriba. Cheip, en esta incómoda situación y de cuerpo algo más chico que su enemigo, le asestó desde abajo un buen golpe con el puño dándole en la nariz y haciéndole sangrar mucho.
Los dos luchadores se convirtieron entonces en pájaros. Al Chingolo le quedaron como recuerdo de esa pelea una mancha blanca en la garganta, por la presión del apretón de Shi´ipa; y en la cabeza las plumas del copete por el tirón de pelos. La Loica tuvo para siempre el pecho enrojecido por su propia sangre.
al cisne Kellfü, le cupo la misión de llevar al niño sobre su lomo hasta la cumbre del Chaltén. Allí permanece durante tres días y sus tres noches y El’Al crea el fuego para defenderse del frío.
Avisado por el cóndor de la nueva residencia de su hijo, Nóshtex, el malvado padre, se trasladará a la Patagonia para intentar eliminarlo. Para defenderse de él, El’Al creará los bosques y los hombres (Chonek), a los que también enseñará a cazar con arco y flecha.
Por ese entonces, Kapenkenk, el flamenco era totalmente blanco. Cuando se dirigía hacia la asamblea, encontró en su camino a Nóshtex, y para evitar que éste sospechara algo, decidió hacerse el disimulado, aparentando buscar alimento, mientras lentamente se fue dirigiendo hacia el lugar de la reunión. Pero tanto fue el tiempo que utilizó en esta treta, que llegó tarde al sitio convenido. Dicen que cuando llegó, sintió tanta vergüenza que sin decir palabra se quedó parado en una pata y con la cabeza escondida bajo su ala. Conmovido El’Al trató de consolar al ave con un regalo, e inspirado en los colores del amanecer pintó sus plumas con el color del horizonte y así de bello será en los siglos.
Mexeush, el ñandú: es la segunda ave que llegó tarde a la convocatoria. En ese entonces, podía volar como cualquier otra ave, Dice la historia que cuando se aprestaba a ir volando hacia la asamblea, descubrió que desde la cima de un monte, se encontraba uno de los secuaces de Nóshtex, entonces asustado decidió ir caminando en dirección contraria al punto de reunión, y dar un gran rodeo escondiéndose entre los pastizales. Cuando llegó al sitio convenido, y al comprobar que no se sentía abrumado por su error, El’Al lo castigó privándolo de las alas para no volar nunca más y desde entonces no remonta el vuelo.
Oije, el zorro: su misión consistía en avisarle a la avutarda que El’Al estaba pronto a partir. Feliz con su encargo partió veloz, pero en el camino se encontró con uno de los enemigos del niño, quien le preguntó el motivo de su urgencia. Asustado, el animalito confesó la verdad, pero Amen la lechuza que pasaba por el lugar lo escuchó y avisó a Terr-werr. Sin embargo El’Al, lejos de enojarse comprendió lo indefenso que el zorro se encontraba, y decidió darle un medio de defensa para el futuro. A partir de ese día, el zorro se defiende de sus enemigos despidiendo ese olor nauseabundo.
Goin, el puma: los felinos en general, y en especial el puma, no asistieron a la reunión de los animales, y se negaron a colaborar con la fuga de El’Al.
Terr-werr, la tucutuco protectora del niño, enojada por esta actitud, aconsejó al semidios que combatiera sin cuartel a todos los felinos.
Y Desde ese día y por esa razón el hombre ha perseguido a los felinos salvajes como el puma o el jaguar.
II.
LA LEYENDA DEL CALAFATE.
VOLVERÉ.VOLVERÉ
Se cuenta que, cierta vez, Koonex, la anciana curandera de una tribu de Tehuelches, no podía caminar más; sus viejas y cansadas piernas estaban agotadas, pero la marcha de la tribu no se podía detener. Entonces, Koonex comprendió la ley natural de cumplir con el destino. Las mujeres de la tribu confeccionaron un Kau (toldo) con pieles de guanaco y juntaron abundante leña, prepararon Charkikan, reunieron huevos conservados en sacos con grasa y se despidieron de ella con el Gayau de la familia.
Ella se quedaba sola para morir. Todos los seres vivientes se alejaban. Comenzó a sentir el silencio como un sopor pesado y envolvente. Koonex, ya en su choza envuelta en su Kai-Ajnun, fijó sus cansados ojos en la distancia, hasta que la gente de su tribu se perdió tras el filo de una meseta. Se quedaba sola para morir, ya que los alimentos no le alcanzarían para pasar el largo invierno, aunque tal vez algún puma hambriento le acortara la espera.
"Mejor si me encuentra dormida-, total es un ratito...", pensó.
-Terro, terro-, repetían los teros, que en tehuelche quiere decir: Malo, malo. Y agregaban: -"No volveremos más". La "V" de los Kaikenes eran mil flechas que viajaban cielo al norte. Todos los seres vivientes emigraban, se quedaba sola sintiendo el silencio como un sopor pesado y envolvente.
Así hasta que se perdió el ultimo rayo de luz reflejado en los picachos más altos del Chalten. Pasaron muchos soles y muchas lunas, hasta que llegó Ariskaiken. Entonces nacieron los brotes, llegaron las golondrinas, los chorlos, los alegres chingolos, las charlatanas cotorras. Los esbeltos flamencos pintaron de rosa una franja de cielo hacia el sur. El cuello de los cisnes puso signos de interrogación sobre las lagunas descongeladas y el grito de las bandurrias se hizo eco en las barrancas solitarias...............Volvía la vida.
Sobre los cueros del toldo de Koonex, se posó una bandada de aves cantando alegremente.
De repente, se escuchó la voz de la anciana curandera que, desde el interior del toldo, las reprendía por haberla dejado sola durante el largo y riguroso invierno.
Un chingolito, tras la sorpresa, le respondió: -"nos fuimos porque en otoño comienza a escasear el alimento, además durante el invierno no tenemos lugar en donde abrigarnos"."Los comprendo" -respondió Koonex- "por eso, a partir de hoy tendrán alimento en otoño y buen abrigo en invierno, ya nunca me quedaré sola".... y luego la anciana calló.
Cuando una ráfaga, de pronto, volteó los cueros del toldo, en lugar de Koonex se hallaba un hermoso arbusto espinoso, de perfumadas flores amarillas. Al llegar el verano las delicadas flores se hicieron fruto y antes del otoño comenzaron a madurar tomando un color azulmorado de exquisito sabor y alto valor alimentario.
Desde aquél día algunas aves no emigraron más y las que se habían marchado, al enterarse de la noticia, regresaron para probar el novedoso fruto del que quedaron prendados.
Los tehuelches también lo probaron, adoptándolo para siempre. Desparramaron las semillas en toda la región de Aike en Aike dándole el nombre de Koonex
y, a partir de entonces, "el que come Calafate, siempre vuelve"...
III.
MICHAY
Los Tehuelches mencionan a menudo la flor del calafate o michay , una de estas leyendas cuenta:
"Hace mucho, muchísimo tiempo, las plantas aún no tenían flores. En ese entonces vivía en el sur una bella niña Tehuelche, llamada Kospi, de suaves cabellos y dulces ojos negros.
Una tarde de tormenta, cuando el fulgor del relámpago iluminaba todos los rincones de la tierra, Karut (el trueno), la contempló asomada a la entrada del toldo de sus padres. La vió tan hermosa, que a pesar de que él era rústico, tosco y bruto, se enamoró locamente de ella. Ante el temor de que la linda niña lo rechazara, la raptó y huyó lejos, retumbando sobre el cielo, hasta desaparecer de la vista de los aterrados padres de la chica.
Al llegar a la alta y nevada cordillera, la escondió en el fondo de un glaciar. Encerrada allí, fue tanto el dolor y la pena que sintió, que de a poco fue enfriándose hasta que se convirtió en un témpano de hielo, fundiéndose con el resto del glaciar. Tiempo después, Karut quiso visitarla y al comprobar su desaparición, se enfureció terriblemente lanzando bramidos de desesperación.
Tanto ruido rodó hasta el Océano y atrajo muchas nubes que empezaron a llover sobre el glaciar hasta derretirlo completamente. Así Kospi se transformó en agua y corrió de prisa montaña abajo en torrente impetuoso. Luego se deslizó por los verdes valles y empapó la tierra. Al llegar la Primavera, su corazón sintió ansias de ver la luz, de sentir la cálida carcia del viento y extasiarse contemplando el cielo estrellado por las noches.
Trepó despacio por la raíz y tallos de las plantas, entre ellas la del calafate y asomando su preciosa cabecita en las puntas de sus ramas, bajo la forma de coloridos pétalos amarillos. Así nació la flor del calafate y todas las demás flores que habitan en la Patagonia.
Volveré porque el michay
ha ennegrecido mi boca,
y el que a probado su fruto,
ya se sabe que retorna.
Dicen todos que el que come la fruta del Calafate no se va más de la Patagonia. Si es extranjero y anda solo, se casa y se queda para toda la vida. Los primeros que vinieron se juntaron con las paisanas y tuvieron hijos y se murieron en la Patagonia. El que se va vuelve. Será porque la fruta es medio negra y violeta como el color oscuro de las paisanas que tienen este poder para el hombre que la come.
IV.
EL PADRE DE LOS PECES
de la leyenda india, de como cuenta una historia, el abultado tallo del palo borracho vivía el Padre de los peces. Era el amigo de las tribus indígenas que habitaban sus proximidades, y para que el alimento no llegara a faltarles, de noche llenaba de agua y de peces el tronco, que durante el día bajaban a la llanura y de ahí engrosaban el cauce de los ríos, donde aquellos eran pescados.Un día, uno de los indios decidió comerse a su protector. Se acercó cautelosamente y, tendido con fuerza su arco, disparó una flecha de guayacán, que certeramente atravesó el corazón del Padre de los peces. Horrorizado de su propia obra, vio que éste, en los esteriores de su agonía, con su potente cola azotó todos los palos borrachos de la región, los que al partirse arrojaban el agua sobre el llano, buscando el nivel de todos los ríos.
Los hombres de las tribus, que hasta entonces vivían cercanos unos a otros, se dispersaron y penosamente tuvieron que buscar el alimento, guerreando a veces para obtenerlo. En este ir y venir, formaban pequeños poblados, de los que poco a poco también fueron desalojados por el empuje del hombre blanco que marchaba hacia el Norte.El padre de los peces, alojado ahora en el fondo de la Tierra, oía el fragor de las cruentas luchas, y de tanto en tanto asomaba una lengua gigantezca de siete colores que cubría el cielo, era el arco iris y trataba de que abandonaran sus bélicos ímpetus y se asentaran, beneficiados por el trabajo fecundo. Aún hoy, en que han pasado añares, hay quien a la vera de arroyos y lagunas añora a aquél que durante las noches ponía en el panzudo tronco del palo borracho miríadas de peces para que las tribus no perecieran de hambre…..
V.
SENTENCIA DE YPÓRA
Me contaron hace tiempo la leyenda guaraní del Jurunda, en una aldea los indiecitos se refrescaban orillas del río, algunos se bañaban otros jugaban a pescar en las claras aguas pero los peces más gordos, lo más coloridos se escondían en el remanso, ese recodo del río donde desaparece la luz en sus aguas y se esconden un par de ojos negros que atrapa a todo áquel que ose meter sus narices y bucear en sus dominios. El Ypóra se enfada y te arrastra hasta el fondo, te entierra en el barro, te ahoga y no te deja regresar a la superficie.
La sabia voz de los ancianos dice que está prohibido meterse en la esquina oscura de la escalofriante superficie donde patinan las burbujas!.
Un indiecito un día de fiesta en la aldea sintió la terrible fuerza con que le atraía el pequeño remanso y agarrando un tronco se metió de lleno en el remanso y sintió la terrible fuerza que el agua ejercía sobre su pequeño cuerpo. El remolinó lo atrapó, gritó y gritó...... y sus súplicas llegaron a los oídos de su madre que ya andaba buscándolo, al verlo el espanto se apoderó de ella y sin pensar que podía ayudarlo de otra manera, se arrojó al agua para salvarlo. “¡No, madre!”, gritó el crío. Pero ya era tarde la madre fue arrastrada por el remolino implacable. Los concéntricos círculos fueron cerrándose sobre ella, la apretaban el pecho y la arrastraron hacia el fondo. Buscando la mirada de su madre el niño encontró un par de ojos verdes encendidos, era Ypóra el dueño de la terrible mirada que le sentenció que como amaba tanto las aguas intrincadas como sus deseos y hundirse en ellas, a partir de ese momento y para siempre, se convertiría en un pájaro que seguiría obligatoriamente el curso de los ríos. Si pescar era tu alegría, pues pescarás toda tu vida y más aún. Te pondré plumas de colores, volarás a ras del agua y perseguirás a los peces.... Y cada vez que desees hablar sólo emitirás un graznido seco para recordarte que tus alas cargaban con una muerte. La de tu madre.
Y luego de hablar al niño convertido en pájaro Ypóra se retiró al lecho del río y el martín pescador posado sobre el tronco se alejó sobrevolando el rumor de las aguas. Desde entonces vemos en los cursos de los ríos la silueta inconfundible del martín pescador con sus plumas brillantes.
VI.
LA YERBA MATE
Paso a relatarles esta leyenda de la yerba mate que llegó a mis oídos, dice así......
Un día la Luna acostumbrada a mirar siempre a los hombres con su lampara de espejo, resolvió bajar a la tierra. Entonces, le pidió a la Nube que la acompañara. Las dos transformadas en hermosas mujeres, comenzaron a caminar por la selva. Yaci y Arai, esos eran sus nombres, pensaron que estaban de nuevo en los comienzos de los tiempos cuando nacieron las estrellas, el trueno y el viento. De pronto desde la corteza de un ñandubay algo se movió, era un yaguareté, su corpulento cuerpo parecía un terciopelo de pelo entre los pastos. El yaguareté estaba agazapado, todo el monte enmudeció con su temible bramido, se dirigió hacia ellas amenazante pero una flecha salió de no se sabe donde y se incrustó en su costado, el animal se enfureció aun más, fue entonces que apareció la figura de un indio, nuevamente tensó el arco al tiempo que el animal se abalanzó sobre él, punta y bestia se encontraron en el aire y el yaguareté cayó a tierra muerto a los pies del indio.
Cuando Yací y Arai percibieron la llegada del indio, de puro susto casi instantáneamente recuperaron su forma en el cielo, y si ellas estaban vivas, se debía al valor del indio, entonces para agradecerle lo que había hecho por ellas, aparecieron una noche en sus sueños de la misma manera en que habían caminado por la tierra. Quisieron hacer algo más por él, recompensarlo por su ayuda.
Le prometieron entonces una nueva planta que brotaría nueva en la Tiera que iba a servir como vínculo entre los hombres, alegrando la compañía o la soledad, regalo de la naturaleza para borrar la fatiga y aligerar las penas, seria un arbusto espeso y vivaz, en cuyas hojas tostadas y molidas pudiera hacerse una bebida para la amistad, era un tónico verde, alimento de la sangre, músculos y alma.
Cuando a la mañana siguiente el indio despertó de su sueño, tuvo ante sus ojos un ancho y ondulante mar de hierbas que no conocía, eran los tiernos brotes de la yerba mate o caa guazu como la llaman en el noroeste argentino.
APÉNDICE
EL ATRAPASUEñOS
Del porque tenemos atrapasueños colgados en los dormitorios. El Cazador de Sueños es un aro con una cuerda anudada dentro de cierto patrón que la forma, terminando al medio del aro con una abertura y unas plumas adheridas a éste. La leyenda Lakota lo cuenta así como le fue dado a conocer a su pueblo el atrapasueños: Hace ya mucho tiempo cuando el mundo era más joven, un viejo líder de los lakota estaba en una montaña cuando apenas el ancho de una mano separaba ya el sol del horizonte en el oeste, tuvo una visión, el gran maestro de la sabiduría Iktomi apareció bajo la forma de araña sobre un árbol cercano. Le habló en un lenguaje sagrado, como sólo los lakotas pueden llegar a entender, mientras hablaba tomó un aro de sauce, y con plumas, pelo de caballo, cuentas y ofrendas empezó a tejer lentamente tejiendo una red sobre las ramas de árbol . Él hablaba con el anciano acerca de los círculos de la vida, desde la niñez hasta la vejez completando el circulo de la vida.
Iktomi le contó mientras continuaba tejiendo la telaraña de afuera y trabajando hacia el centro -" en cada tiempo de la vida hay muchas fuerzas, algunas buenas otras malas, si te encuentras en las buenas fuerzas ellas te guiarán en la dirección correcta, pero si tu escuchas a las fuerzas malas, ellas te lastimarán y te guiarán en la dirección equivocada "- .
Él continuó hablando, - "ahí hay muchas fuerzas y diferentes direcciones y pueden ayudar a interferir con la armonía de la naturaleza, también con el gran espíritu y sus maravillosas enseñanzas "-.
Cuando Iktomi terminó de hablar, le dio al anciano lakota, la red y le dijo: "ve la telaraña es un circulo perfecto, pero en el centro hay un agujero, usa la telaraña para ayudarte a ti mismo y a tu gente, para alcanzar tus metas y hacer buen uso de las ideas de la gente, sueños y visiones, si tú crees en el gran espíritu, la telaraña atrapará tus buenas ideas y las malas se irán por el agujero".
El anciano lakota transmitió su visión a su gente y ahora los indios sioux usan el atrapasueños como la red de su vida.
De acuerdo a los Anishinabek, Cree, Iroquoi, Lakota, el Cazador de Sueños o Atrapasueños captura los malos sueños y quedan atrapados en la redecilla y se queman con la luz de la mañana mientras los buenos sueños hacen su recorrido a través de las formas de la redecilla hacia la abertura de en medio y resbalan hacia las plumas adjuntas en espera de ser soñados. Ellos creen que el atrapasueños sostiene el destino de su futuro.
|