Me duele tu cuerpo, seco, dócil, frágil y distendido
como si estuviera meditabundo, sin sangre, sin nada
y tarde me doy cuenta de que es por mi causa.
Me duele tenerte y no tenerte, saborearte
y que no me sepas a ganas, ni a anhelo, ni a nada
y tu cuerpo que me duele como si fuera el mío,
que de a poco muere.
Te hablo, pero tú no dices nada, me duele tu silencio también,
y tus piernas que me dejan entrar sin una queja,
sin un beso sin una risa de las que te hacía mi barba mal crecida.
Pregunto, sólo me limito a preguntar y lo siento,
sólo, solo me limito a sentirlo, a no llorar, a no decirlo
pero ya no puedo callar, me duele tu cuerpo y el mío, pero no quieres hablar.
Beso tu boquita, toco tus manos con las mías,
cierro los ojos a ver si despiertas, me duermo contigo,
y al despertar parece que me estás mirando, pero no es cierto.
Me levanto, he cansado mis ganas de saber qué es lo que piensas,
te beso tiernamente y acomodo tu cabello,
extiendo de nuevo la sábana que te cubre y me voy adolorido... y solo.
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