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Inicio / Cuenteros Locales / totonaca / Unos totonacos y el gran caldero de caca

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Ese día él se había desvelado y recuerda que su mamá había acordado con doña Carmen para ir a traer leña. La señora había llegado a la casa como a las ocho de la mañana, lista para emprender la caminata y recoger algunos cuantos trozos de leña.
Doña Carmen, que curiosamente también le conocían por Rosa, vestía con naguas y siempre con una gran sonrisa que era capaz de quitar cualquier enojo. Hablaba totonaco, pero a diferencia de él, procedía de Ixtepec. Hacía tiempo que había llegado a la ciudad junto con su hermano menor que trabajaba de albañil. Pese a ello, todavía tenía muchas costumbres que no había olvidado de su pueblo, porque, en una ciudad, se enfrenta uno al aislamiento, a la pérdida de sensibilidad y de las costumbres. En su “kachikín”, en su pueblo, las mujeres, los hombres y los niños suelen ir a “sakgnan”, a cortar leña para coser los alimentos.
No queriendo se tuvo que levantar porque, un compromiso es un compromiso. Agarró su machete, su “chamu” (mecapal) y su carretilla; su mamá le seguía con un mecapal que doña Victoria, otro paisana, le había prestado. Él era prácticamente un licenciado, pero estaba desempleado. Algunos habrían pensado que él, no podría hacer esa clase de trabajados de “baja categoría”. Su hermano, un policía auxiliar, no concebía ir a traer leña y regresar cargando con su mecapal, eso era para él denigrante, que sólo un indio podía hacerlo. Su familia era totonaca de Coxquihui y eran por lo tanto, indios cien por ciento.
Él no tenía un complejo de esos estúpidos que turba a la gente, cuando alcanza una posición social “superior”. Sí, el era ya un licenciado, pero, ¿a poco no podía ir a traer leña? ¿Qué diablos le sucedería? ¿Le quitarían su título o su cédula? Más bien creían que eso debería hacerlo un indio. Pero él era un indio, por su sangre corría una herencia ancestral. Mientras tuviera fuerzas –pensaba- podía hacer eso y cualquier otra cosa.
El sol apenas comenzaba a calentar, se fueron los tres caminando hasta otro extremo del Atoyac donde posiblemente a principios del siglo XX, habían instalado una planta de luz –de acuerdo con él. En un suelo árido donde no es posible encontrar con facilidad árboles, se tenía entonces que dar unas largas caminatas para encontrar leña. Lo único que se veía en los grandes terrenos baldíos era puro zacate seco y el polvo que se levanta con el paso de los carros. La tierra estaba sedienta. Si una gota de sudor caía, la tierra lo absorbía espontáneamente y ni aún así podía saciar su sed; esa tierra era una gran boca sedienta.
Bajaron por una vereda, a orilla del Atoyac y el río les devolvía su aliento fétido, o mejor dicho, sus gases intestinales. Pasando los verdes pastos que eran bañados por el río, él le dijo a doña Carmen en su idioma, ¿nikú akglit cristiano stinkgoy? ( ¿te imaginas cuanta gente caga?). El Atoyac les devolvía en una ráfaga de aire, el hedor que se evaporaba con el sol del mediodía para que cerraran sus bocas y dejaran de estar hablando.
Ya estaban cerca de la colonia La Victoria. En las montañas de tierra y escombro que iban a tirar vieron un montón de leña y madera. Un señor gordo y con ojos de árabe descendía de esa montaña en busca de alambres, latas y láminas para vender. Un ayudante lo esperaba en la cima. Él comenzó a escalar la gran montaña de tierra y sus zapatos se metían en ella y se le llenaban de tierra. Desde la cúspide lanzaba la leña que había encontrado. Allí oyó decir al tipo gordo “con esto ya sacamos para el día”. El ayudante asintió, mientras revisaba un gabinete de computadora descompuesto y lleno de basura.
Ellos recogieron mucha leña que los carros de voltéo iban a tirar. Doña Carmen se llevó una puerta de madera azul que había encontrado. Por fortuna habían encontrado leña seca y eso aminoraba el peso de la carga. El sol calentaba con más intensidad. Juntaron su leña, la amarraron en sus mecapales, él en su carretilla y regresaron nuevamente. El Atoyac seguía lanzándoles su pedo caliente que se evaporaba como si fuera un gran caldero de caca.

Texto agregado el 19-04-2006, y leído por 1684 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
03-05-2006 La calidad de tu estilo narrativo está solventada por el trabajo y la práctica, eso se nota en tu depurada y bien trabajada técnica. Tus temas van mas allá del simple relato, son escenas que reflejan la desigualdad y la injusticia social que aun existen y que son motivos y pruebas mas que suficientes que deben indignar y propiciar una lucha para lograr cambios radicales en el país Peter_6
19-04-2006 :::triste pero cierto::: elparanoicoandroide
 
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