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Asomado a una ventana se encontraba un Perro.
El Perro miraba a un Hombre.
El Hombre observaba el Cielo.
El Cielo contemplaba al Hombre.
El Perro miraba, el Hombre observaba, pero sólo el Cielo podía entender lo que pasaba.
Caían las estrellas, subían los relámpagos, pero en un susurro el Cielo se manifestaba.
No era el fin de los tiempos, era apenas su comienzo.
Y un giro extraño del designio divino produjo que: el Hombre contemplara, el Perro observara; y una Lechuga, desde el suelo mirara.
El Cielo entonces rió una vez más y arrancó a un nivel superior a esconderse...es el juego del misterio celestial del que somos participantes.
El Hombre decidió no comer más carne, el Perro adoptó como mascota a la Lechuga...y la Lechuga le estrechó la mano al Cielo guiñándole un ojo.
Fin(o Continuación?).
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Texto agregado el 10-02-2003, y leído por 497
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