MI ÚLTIMO DÍA
UNO
Hoy desperté acelerada. Pasé mala noche y no pude dormir bien... me revolqué toda noche entremedio de mis sábanas... jugando a hacer el amor con un ser abstracto que me inventé para no sentirme tan sola.
Y ahí estaba de nuevo el pensamiento: “hoy será tú último día... aprovéchalo, haz todo lo que tengas ganas, la vida se va... dile adiós”. No podía aceptar otra vez enfrentar esa idea, no de nuevo. Pero ahí estaba, presente una vez más.
¡Uff! Me levanté de mi cama, a duras penas a decir verdad. Tenía que apurarme, era mi último día en esta tierra... y ya lo tenía gastado. Llamar a la familia, a los amigos... hablar con aquellos que no hablaba hace meses, incluso años. En fin, ya me agotaba de tanto pensar.
DOS
Con lista de “quehaceres” en mano, me fui a vivir mi último día. Contenta, con ánimo, después de todo, no tenía opciones.
Primero visité a mi tía Enriqueta. Sí, así se llama, tal cual. Francamente a mí tampoco me gusta mucho su nombre, pero, es una mujer encantadora, de esas que ya no fabrican. Todo bien hasta que me topé con mi tía Isolina, quien andaba con mis primos (a quienes no veía desde hacía mucho).
Como comprenderán me desordenó todo el panorama, en otras palabras, “la planificación se me fue a las pailas”. En fin, pensé que se trataba de un plan divino.
TRES
Cuando por fin logré zafarme de mi tía Isolina, quien es famosa por ser buena para conversar, de lo que sea, siempre tiene un tema. Partí a ver a mis amigos. Uds. dirán, y qué pasa con los papás... bueno, ellos murieron cuando yo tenía 3 años... y ¿adivinen quién me crió?, efectivamente, la tía Enriqueta.
Ahí sí que me faltó tiempo... entre enviar correos electrónicos y llamar a mis amigos pasé dos horas. Finalmente, no logré ver a todos aquellos de los que quería despedirme. Pero me siento satisfecha, creo que aproveché al máximo este día.
CUATRO
Corrí todo el día. De allá para acá, de acá para allá. No paré. En fin, no terminaba de hacer todo lo que tenía que hacer y la enfermera pasó a darme los famosos medicamentos y terminó apagando la luz de mi dormitorio.
Bueno, en fin, me voy a acostar... mañana será otro día, y, quién sabe, quizá sea el último.
©® Carolina Aldunce |