No somos más ni menos, solo somos lo que nos tocó ser. En verdad nunca decidimos. Hacemos lo que consideramos que debemos hacer y todo lo que hacemos lo hacemos por algo, inclusive los comportamientos más extraños tienen una razón. Todo es una circunstancia. Eres circunstancia, soy circunstancia. No eres mejor, no eres peor.
Uno nace con un cerebro menos desarrollado y nunca la podrá cambiar. Ya está marcado de por vida y nunca tuvo la posibilidad de decidir que cerebro le gustaría tener. Nacimos los bizcos con un problema de seguridad y nos ocultamos tras los lentes de sol. Vivimos los maltratados con extrañas reacciones ante las situaciones. Tuvimos más o menos suerte. Si eres mejor o te consideras mejor agrádesele a la circunstancia que te otorgó la posibilidad de crecer en un ambiente sano, que tus padres te apoyaron, te educaron y te enseñaron, que la madre naturaleza te regaló un cerebro más avanzado y si no tuviste todas estas oportunidades, agradece aquella ocasión que tuviste para demostrar tu coraje, aquel día en el que parecía imposible lograr algo y lo lograste y aumentó tu capacidad para confrontar los problemas y tu autoestima se disparó tanto que los logros siguieron siendo parte de tu vida cotidiana, mientras aplastabas a todos aquellos que no tuvieron un punto de partida, una oportunidad para demostrar su talento, un instante que pudo cambiar por completo su destino, pero que no cambió, porque simplemente somos un tumulto de actores que tienen un microchip instalado en el cerebro, pero no es un microchip sintético, es más bien un microchip elaborado a base de tejidos. Y ese microchip lleva contenido tu principio y tu final y cualquier cosa que hagas. Sirve para llevar una armonía universal que ni siquiera puedes imaginar. Pero no, no eres mejor, no eres peor, solo eres lo que te tocó ser y no está en ti cambiar nada. Sigue luchando, sigue peleando, que eso de todas formas ya estaba preestablecido en el plan universal de los dioses creadores del universo desde el comienzo del infinito.
Sería como pensar que no existe un ente creador del universo y de los seres que habitamos en él. Sería como pensar que podemos llegar a sorprenderlo con nuestros actos o tener esa estúpida idea de que aquel que decidió nuestra existencia se encuentra regido bajo nuestro mismo sistema temporal.