¿Dónde alberga tantos recuerdos la mente?
¿Cómo enlaza en maridaje perfecto los aromas con imágenes nítidas de momento vividos?
¿Qué hace el corazón para mantener inmaculados algunos sentimientos?
Vengo de regreso, espero que la aerolínea conserve su política de no cobrar el peso de mis emociones. De nueva cuenta salgo debiendo.
Los tropiezos de viaje tenían que hacerse presentes, aunque se reservaron para el último tramo. El peor descenso de que tenga memoria, gracias a Dios acompañado de una sinfonía que nos dejó a más de tres anonadados: nubarrones listos para soltar sus aguas intentaban cubrir al sol que se despedía, pero éste manifestaba su poderío, iluminando los bordes de las negras nubes de un rojo cobrizo. Un cielo azul de fondo. Música para mis ojos.
Quería beberme la imagen, ¡que espectáculo!
Era emocionalmente maravilloso entrar al nubarrón, sentir las entrañas remover y saberme a merced de fuerzas ajenas a mi control, para después, en un instante imperceptible, mirar hacia atrás la nube que tanto me perturbó, distante, inofensiva.
(Esta reflexión vino después claro, en el momento solo podía pedirle a Dios que me permitiera vivir para contarla o escribirla.)
Me recordé en ocasiones, nube oscura, llena de energías que podrían estremecer a cualquiera, a mí principalmente.
En otras ocasiones, las menos, sol que encontraba la forma de hacerse presente, abriéndose camino, incluso quemando alguna que otra cosa a su paso.
Pero especialmente, me sentía, YO, lejos del nubarrón, habiendo atravesado etapas estrujantes, conciente de que la tormenta continuaba, y que en este breve oasis mi alma tendría un respiro para lidiar con lo que venía.
Me sentí en paz aun en medio de la tempestad.
De pronto mi alma que estaba más en las nubes que conmigo, regresó con la voz del capitán. Nos advertía lo que había sido evidente durante los últimos quince minutos, recomendaba permanecer sentados. Aun deseándolo, era imposible dar un paso en los cada vez más pequeños pasillos. Además, no me quería perder un segundo de la obra, yo ya era parte de ella.
En el aeropuerto de la ciudad del tráfico y la contaminación, durante una espera lo suficientemente larga para hacer un “recuento de los daños” y lo suficientemente corta para no perder la cordura, comencé a ordenar las imágenes de la semana que guardé veloz en mi maleta.
En casa fui forzada a hacer una limpieza, libros, ropa, muñecos, cartas, llenos de un polvo que desató incómodos y sucesivos estornudos. Digo “en casa” porque es y no es mía, mi cuarto ya no es mi cuarto, mis muebles ya no albergan mis recuerdos, pero ese es mi hogar, sigue lleno de cariño y espera. Leí que hogar es el lugar donde uno es esperado…. Ya no tengo habitación propia, pero tengo el más cálido, cómodo y funcional hogar que sólo el mejor de los arquitectos pudo haber diseñado.
Me encontré en esa limpieza con recuerdos de un primer amor, el más bello, intenso y apasionado que he conocido, acepté que siempre habrá una fibra que será tocada. Una sonrisa me invade...es ya inofensivo. Encontré imágenes de otro amor que ahora sí conocerá su final, y descubrí la esperanza de un amor que aun no conozco, que estará lleno de lo mejor de mí, de lo que ahora soy y he aprendido. No será un amor de necesidad, será un amor gratuito, porque sí.
Bien encapsulado traigo el aroma de la inocente alegría de los niños, siempre he creído que para ser felices deberíamos traer a nuestro niño de la mano, siempre, aún junto a nuestro yo profesionista, más en el amor. A su lado, me encuentro el perenne amor de mi familia y de mis amistades, que siguen haciendo espacios en su vida para dejarme entrar temporalmente a las suyas.
Traigo la tranquilidad de ser yo misma, de caminar por mi ciudad, de disfrutar sus colores y su cielo azul.
Iré saboreando esta carga de emociones que acumulé, las utilizo en momentos de soledad, o cuando el ajetreo y la gente que vive sin su niño me hacen olvidar la bondad del mundo.
Se vivieron muchas emociones, se rescribieron unas cuantas historias, algunas otras solo continuaron.
Me voy, que tengo muchos recuerdos por clasificar, algunos amores para archivar y unas cuentas por pagar.
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