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“El peligroso camino del amor y los árboles torcidos”



Creo que ese fue el día en que todos comenzamos a preocuparnos: aunque el se seguía riendo de la emoción, era la primera vez que nos veían, la gente había gritado, y muchos salieron de sus casas. Estoy seguro que algún serenazgo nos perseguía y mientras corríamos hasta la camioneta él continuaba riéndose y como para que todo sea peor, se detuvo al lado de un vigilante y le dijo asustado: “Brother están robando”. Nosotros estabamos demasiado nerviosos para detenernos, ni si quiera volteamos, solo corríamos y yo pensé que lo habían detenido.
Cuando estuvimos en el carro un poco más tranquilos pero con el corazón en la boca y latiendo a mil por hora, escuchábamos (el único que podía hablar y reír era él), como se burlaba del vigilante.
-¡Qué cholo para más estúpido!, salió corriendo hacia el otro lado, seguro que lo despiden por cojudo.
Mientras él seguía contento por lo que había pasado, Diego manejó exageradamente despacio hasta la casa de Nasha. Ahí teníamos que dejar a Percy, como siempre habíamos hecho, luego dejábamos a Bryan en el Haras y por último bajábamos Giancarlo, Diego y yo, que vivíamos en el Sol de la Molina. Era siempre el mismo recorrido cuando hacíamos las salidas, pero ese día todos estabamos mal, psicoseados, mirábamos a todos lados preocupados.
-Cálmate huevón, ¿qué tienes? –me preguntó cuando caminábamos hacia la casa.
-No te das cuenta que casi nos chapan –le dije en forma discriminatoria. Sonrió a medias, me miró como si mirara un niño.
-No va a pasar nada León –dijo burlándose de mi segundo nombre, siempre que quería burlarse de mí me llamaba por mi segundo nombre.
Volvimos a juntarnos en el departamento que teníamos en la avenida Bolognesi. Ese era el punto de reunión, estaba lejos, pero era la mejor forma de despistar a la gente. Llegábamos como cualquier persona, con cerveza y sin llamar mucho la atención. Ese día yo miré a todos lados antes de entrar y encontrar a todos sentados alrededor de la mesa. Me senté y Diego trajó la mochila y la vació. Repartimos todo y luego la guardaríamos por lo menos una semana como habíamos quedado al principio, para luego venderlas porque si no hubiera sido muy obvio porque nosotros vendíamos las cosas en lugares mas o menos conocidos, y los dueños pensaban que lo vendíamos por que éramos drogadictos, apostadores, quién sabe que cosa, pero nunca que éramos ladrones.
-Giancarlo –dijo Bryan que era el que mas preocupado se notaba -¿Qué vamos a hacer ahora?
-¿De qué?
-Hoy día nos vieron –dijo Percy.
-¿Y qué quieres que haga?, nos hubieran tomado fotos mejor.
-Es la primera vez que nos ven. Antes era paja porque nadie nos había visto, pero ahora nos podemos meter en problemas.
-Siempre hay una primera vez para todo, además ya me estaba aburriendo de hacerlo así, sin que nadie nos viera, no había emoción. Ahora ya saben, vana estar más alertas.
-¿No te da miedo?
-¿A ti te da? Por favor trabajar con un poco más de presión nada más. No sean niñas y disfruten su parte. Mañana nos vemos en Naplo a las once no se olviden.
Luego que se fue nos quedamos los demás en el departamento tomando las cervezas que habíamos llevado. Empezamos a reírnos de lo que habíamos hecho en la casa, con las ropas y todo lo demás.
Al siguiente Diego fue a recogerme y estaba leyendo un periódico sensacionalista en voz alta:
-“Policía tras los pasos de hampones: los efectivos policiales que acudieron a la residencia ubicada en la calle “La esperanza” en San Isidro, declararon estar muy cerca de atrapar a esta nueva banda delincuencial, que tiene en su haber cinco robos a lo largo de este año. Esta vez y con ayuda de los guardias de seguridad de la zona, se puedo identificar a dos sujetos, unos abesados pero no muy altos hombres que podrían haber pertenecido al ejercito e incluso la policía nacional”
Diego volteó a mirarme y empezamos a reírnos. La primera vez que informaron sobre nosotros (Diego también me lo leyó en voz alta), describían a unos supuestos barristas, todo porque a Percy se le dio por pintar "Y dale U” en una de las paredes. Los siguientes informes eran completamente tontos, se hablaba de una banda organizada de San Juan de Lurigancho, en otra oportunidad se le vinculó a un tal “Cojo Romel”, incluso atraparon a otros ladrones pensando que éramos nosotros. Nos llamaban “los Finos” pero en realidad no tenían ni idea de quienes éramos.
-Cada vez que salimos es algo nuevo ¿no crees?
-Pobres idiotas, deben estar hechos unos locos –le dije.
Recogimos Mafe y nos olvidamos de todo lo de la noche anterior. Tuve que pasarme al asiento de atrás para que ellos estén juntos, acomodamos su tabla sobre la mía y fuimos a la casa de Mey. Mey era mi enamorada éramos pareja desde que salió del Reina de los Angeles. Mafe también estuvo en ese colegio y vivían muy cerca, nosotros las conocimos en una fiesta en su colegio, y simplemente nos hicimos tan amigos que terminamos por ser enamorados y poder salir juntos. Todos los domingos, sea invierno, verano, otoño o primavera, íbamos a la casa de Bryan que estaba en Naplo. De ahí escuchábamos el reporte del mar de doblenueve y nos íbamos a la playa con mas olas a correr hasta las cinco o seis de la tarde.
Cuando llegamos a la playa, el carro de Giancarlo ya estaba estacionado, la camioneta de Percy y el Jeep de Bryan también estaban estacionados. Entramos y vimos a Giancarlo abrazando a Patricia, diciéndole cosas al oído y ella dándole besos por toda la cara. Era increíble como Giancarlo cambiaba de actitud cuando estaba con ella. Patricia Frey había estudiado en el Villa María, era una chica muy simpática, súper engreída y jamás miraba a la gente que no conocía. Ella era la única que podía decirle como quisiera a Giancarlo porque el odiaba los apodos o cualquier diminutivo de su nombre (Gian, Gianca), pensaba que lo hacían ver maricón, pero ella ni enterada le decía cutie, love, my sweet pie.
Nasha y Romina también habían estudiado en el Villa María, las tres pensaban igualito (o sea muy pero muy poco) y al comienzo cuando tomábamos molestaban a Mey y Mafe, discutían sobre los colegios y tonterías así, pero el lunes cuando volvían a la universidad no había pasado nada. Todos menos Giancarlo y yo estudiaban en la Universidad de Lima, nosotros en la Católica, según nuestros padres por el prestigio. Aunque casi todos nos conocíamos (todos los que teníamos plata), sea de la universidad que sea (Pacifico, Lima, UPC y algunos de la Católica). Bastaba tener un buen apellido y pertenecer por lo menos a un club, ya eras parte de la gentita. El colegio también era importante para entrar a la gente bien (Markham, Villa María, Carmelitas, San Silvestre, Franco Peruano, Santa María). Diego, Giancarlo y yo éramos del Santa María y conocimos a Percy, Nasha, Romina y Bryan en las fiestas del Regatas y desde esa vez siempre quedamos en ir a la casa de Naplo para correr olas. Ahí empezó todo; Giancarlo odiaba a la gentita pero disimulaba muy bien, jugaba fultbito con ellos, comía con ellos y corría olas con ellos. Después nos dimos cuenta que todo era para llamar la atención de Patricia y ella fácilmente empezó a fijarse en él porque era de las que miraban siempre al más rudo, al que siempre estaba en todas las fiestas, al que los chicos y chicas admiraban. Giancarlo en verdad se había enamorado de ella, de eso si que no quede duda, pero en realidad ese fue el inicio de todo lo que hasta ahora venía pasando. El primer inconveniente para él fue un francés llamado Mathew. Patricia no solo gozaba cuando corría olas y salía sacudiéndose los rulos y sonriéndole, sino que en bailaba muy pegado a él en las fiestas de la Unión y se reía de todos los chistes que le contaba, en francés claro está.
Una semana después Giancarlo nos convenció de entrar a su casa y destruir cuando podamos, nosotros aceptamos no solo porque pensamos que seria una buena oportunidad para demostrar nuestra hombría frente a el, si no porque queríamos sentirnos un poco delincuentes y en parte estabamos en contra de la gentita. Cuando volvimos a ver a Mathew nos contó lo que había pasado, pero ni se imaginó ¿podría? que fuimos nosotros, incluso las chicas pensaron que era un abuso vivir en Lima.
El primer robo en serio fue en casa de Ozmery hija de un político conocido. Habían salido todo un fin de semana y realmente fue muy fácil entrar: Diego llegó sangrando hasta donde estaban los vigilantes, les dijo que estaban asaltando a sus amigos dos cuadras más abajo. Los vigilantes corrieron ¿es que no se imaginaban que nadie roba en la calle Cabo Blanco en Casuarinas?, junto a Diego mientras nosotros entrábamos por la puerta de adelante sin que nadie diga ni sospeche nada y salimos a las seis de la tarde cuando los mismos vigilantes que creyeron lo del robo aprovechaban para tomarse un lonchecito con los diez soles que les había dado Diego por la ayuda. Salimos montando skate y muy nerviosos pero luego seguimos conversando normal hasta la camioneta donde nos esperaba Diego comiendo una hamburguesa un par de cuadras más abajo. Ahí empezó lo del recorrido, porque fue que dejamos a Percy en la planicie, nos sacamos los guantes y él los quemó en un tacho de metal. Habíamos usado nuestras zapatillas mas gastadas y las habíamos raspado con lijas para que no queden nuestras huellas, con las mismas haríamos las siguientes entradas. Repartimos lo que sacamos: habíamos sacado como diez mil soles en alhajas, pero cuando fuimos a venderlas solo nos dieron un poco mas de mil quinientos. Llamamos al día siguiente a la policía desde un teléfono publico, avisando que estabamos escuchando unos ruidos extraños en la casa del costado y hasta dimos el nombre del denunciante por si acaso llegábamos a ser involucrados.
El día lunes que me volví a encontrar con Diego fue la primera vez que leyó un artículo en voz alta:
-Y dice así: “Extraño asalto en casa de congresista. Efectivos de la policía del sector oeste fueron alertados del robo de la casa del congresista ***, mientras los dos guardaespaldas dijeron no haber visto ni escuchado nada, algo extraño, aunque si alertaron del asalto a un muchacho de clase alta el día anterior. El robo asciende a cincuenta mil soles según declaró el propio congresista. Según testimonio del oficial P.N.P Ismael Ventura, los delincuentes habrían estudiado a la familia del congresista y que solo esperaron el día para dar el golpe. Este hecho se suma a otros extraños casos de usurpación en los domicilios de la familia De Zislo y la familia Du Bois”.
Nos reímos bastante y más aun cuando salíamos como los denominados “Finos”, cuando les contamos a los demás fue una algarabía total, pero solo hasta que llegó Giancarlo, él traía bajo el brazo el periódico “El Comercio”. Había buscado un departamento.
-No podemos dejar que en las casas se den cuenta, por eso vamos a alquilar el depa, solo podemos usarlo nosotros cinco, ni las chicas deben saber, ninguna, va a ser como la Baticueva.
Y esa misma noche fuimos a ver el departamento. Quedaba en Miraflores y lo alquilamos con nombres falsos. Era la esquina de José Galvez con Bolognesi, en un segundo piso. Adentro había una mesa y dos cuartos, una lavandería y dos baños. Nos costó trescientos dólares mensuales y un pago adelantado de tres meses, que pagamos con el dinero que habíamos sacado. Lo bueno del depa era que el primer piso estaba desocupado y las dos cocheras las usábamos nosotros.
Establecimos lo que serían nuestras reglas (las de Giancarlo en realidad): Regla número uno: nadie más que nosotros sabría lo del robo; Regla número dos; nadie comenta ni si quiera con las enamoradas lo de los robos; Regla número tres: nadie se arrepiente de lo que está haciendo; y por último y más importante, Regla número cuatro: si alguien cae, cae solo.
Esas fueron las reglas más importantes pero luego cada uno iba poniendo nuevas de acuerdo a su conveniencia, como los días sábado era día de chupeta en el depa, como quien mantiene la amistad y el vinculo entre los cinco, nadie lleva celular días de “entrada” y cosas así. Nadie se enteró del depa, ni siquiera las chicas. Cuando salíamos los sábados decíamos que íbamos al casino o que íbamos a jugar fútbol en los Reyes Rojos. Ellas al comienzo muy bien pero luego empezaron a sospechar, pero jamás imaginaron que teníamos que ver con los robos. Aparte que eso solo lo hacíamos una vez al mes, y los demás fines de semana era dedicado íntegramente a salir con ellas, pero todos en grupo. Giancarlo había pensado demasiado bien las cosas, nosotros solo acatábamos lo que él proponía.

-¿Qué ha pasado acá Ventura?
-Aún no lo sabemos señor.
-¿Cómo que no sabe Ventura? Acá veo que unos rateritos pendejos hicieron mierda la casa de la señora Du Bois, que es colaboradora con la jefatura y usted lo sabe bien.
-Señor estoy al tanto del robo. Estamos casi seguros que ha sido una pandilla, una palomillada de chiquillos. Usted sabe como son los pitucos de ahora.
-Digame Ventura, ¿usted cree que es una palomillada pintar al pobre gato con aerosoles? Déjeme terminar Ventura, ¿usted cree que es una palomillada pintar aquellos cuadros quitarle las mangas a los ternos del señor Du Bois?
-Señor.
-Ventura si usted no me tiene por lo menos tres sospechosos con pruebas fehacientes antes del fin de semana, le recomiendo para la baja ¿entendió? Quiero verlo trabajar, cada centímetro de la casa tiene que ser revisada con lupa, invente huellas si es posible, cualquier cosa es una pista... ¿Por Dios Ventura sigue acá? ¿Qué esta esperando?
-Si señor.
Luego que el capitán se fue, luego de haberlo ridiculizado frente a Pérez y Minaya, que dicho sea de paso no pudieron dejar de soltar unas sonrisitas burlonas, el teniente Ventura volvió a la escena del crimen, aunque como el pensaba no tenía nada de crimen esa payasada.
-¡Pérez, Minaya!
-Si mi teniente.
-Que mierda hacen ahí parados, quiten a los fotógrafos y díganles que yo...¡Que yo! Voy a dar las declaraciones del caso, el capitán no quiere que se sepa nada. ¿Y por qué chucha han llamado a los de balística? ¿Acaso han visto algún indicio de disparos?
-No mi teniente pero usted saber que al capitán...
-Caracho Pérez, has armado un escándalo por las puras huevas, mejor hubieras llamado a los de la Geincri. Otra cosa ¿por qué no viene ningún fiscal?
-Aún no lo hemos llamado mi teniente.
-¿Es que no han acabado la escuela?
El teniente salió espantando a los fotógrafos y periodistas que se habían reunido en torno a las pintas y desordenes. Tenía experiencia puesto que antes había trabajado en la comisaría de Mirones, donde los delitos se cometían cada tres minutos y tenían cientos de denuncias en espera. En cambio, el pensaba que la comisaría que la planicie era cualquier cosa, incluso la de Santa Felicia tenía más movimiento, es más pensó en voz alta, ¡esta comisaría ni carceleta tiene!
Toda la semana el teniente estuvo trabajando en el caso del la intrusión a la casa de la familia Du Bois, pero sin duda seguía pensando que era una total pérdida de tiempo ocuparse de los problemas existenciales que podía tener unos chiquillos pitucos que no tenían nada más que hacer que molestar la vida.
-Teniente ha llamado nuevamente el capitán, dice que se apure con el caso porque usted saber que Du Bois es conocido del ministro dice.
-¿Y qué quiere que haga? Llama cada media hora preguntando por alguna novedad y que novedad le vamos a dar si este par de vigilantes son unas estatuas que dicen no haber visto nada, y me parece justificado en cierta parte porque sé que ese tal Du Bois los trata peor que a perros.
-Gordo ¿pero no los han investigado? –pregunta su esposa mientras él había dejado de pensar un momento en el tema mientras veía las noticias deportivas.
-Sabes qué es lo que no me cuadra –dijo él haciendo caso omiso de lo que había dicho su mujer. –Es que hayan llamado a avisar lo del robo los vecinos que dicen no haber visto nada.
-Yo creo que los vigilantes son los cómplices.
-¿Sabes que creo chola? Esos vigilantes son: o muy pendejos o muy cojudos. Son los únicos sospechosos que tenemos pero no saben nada.
-¿Y la empleada de la casa gordo? –dice ella desde la cocina, colocando los cubiertos para cenar.
-Otra cosa extraña es lo del asalto al chibolo el día anterior. ¿Quién carajo asalta a alguien en plena vía pública a las seis de la tarde? Más raro aún es que no haya dicho nada, porque esos pituquitos apenas los tocas se están quejando donde su papá.
-De repente no le robaron nada.
-Y la empleada... Tal vez esté de cómplice con los vigilantes. Lo unico malo es que el viejo Du Bois no cree que sean ellos y los defiende como loco. Además ya hablé con ellos y no parecen ser tan cojudos de robar la casa donde trabajan.
-¡Qué bueno que después de tiempo tengas un caso gordo!
-Ojalá pues chola, porque ahora el talegas de Eusebio está atrás mío como una lapa. ¡Cómo gran policía llega cuando ya todo acabó!
-Ay gordo, no le hagas caso, tu sabes que eres mejor que ese bigotón del Eusebio.
-Chola tanto bla bla bla me ha puesto oso, ¿qué tal si subimos?

-¿Qué miras precioso?
-El mar –le dije a Patty que se sentaba junto a mí.
-A veces pienso que el mar nunca se acaba, me da miedo tanta grandeza. Tal vez eso es lo que me llama a correr, es como desafiarlo.
-A mí también me pasa lo mismo.
-Cuando era chiquita me sentaba a pensar en cosas mirando en mar, igul que tú. Eso fue antes de conocerlos. Después los chicos me empezaron a invitar a salir, se sentaban a mi lado y poco a poco le fui perdiendo interés en sentarme frente al mar.
-A veces es bueno, en serio –le dije -, te desconectas del mundo y es como si estuvieras solo tu y el mar.
-Yo también lo he sentido.
-¿Amor te vas a meter? –dijo Giancarlo pasando hacia el mar con su tabla bajo el brazo.
-Si ya voy –le dijo ella cogiendo su tabla y corriendo tras él, luego volteo a mirarme. –¿No te vas a meter?
-Voy a llamar a Mey.
-¡Ustedes están locos el uno por el otro!
Me quede un momento frente a la playa, pensaba que Patty al fin de cuentas tenía sus momentos de lucidez. A veces era buena chica, pero la mayor parte del tiempo era demasiado creída, siempre trataba de ser el centro de atención, le gustaba salir en sociales y en el estúpido circo beat.
Cuando entre a la casa a llamar a Mey, la vi preparando salchichas sancochadas en la cocina. Fui lentamente sin que me viera y la abracé por detrás y comencé a besarle el cuello hasta llegar a la boca. Ella me sonrió y nos abrazamos un rato. Comimos las salchichas, ella me daba en la boca y yo jugaba con ella a ponerle una entera en la suya, pero no logré mi objetivo por sus constantes risas. Luego de eso fuimos a correr hasta que la tarde y el hambre nos obliguen a volver a la casa. Pero yo fui a comer con Mey a otro lado, ella era diferente a las demás: era muy intelectual, leía un libro semanalmente y le gustaba estar al tanto de lo que pasaba en el Perú y el mundo. Aunque la política, como ella misma decía, le apestaba, su mamá era una historiadora importante y su papá un político reconocido. Yo a su lado me sentía un completo ignorante y me sentía atrapado por sus sonrisas cuando me corregía alguna palabra o me hablaba de un autor de psicología y yo no sabía de que demonios me hablaba. Además de eso, Mey bailaba en la universidad en su grupo de danza moderna, y varias veces la habíamos ido a ver cuando se presentaba en el Museo de la Nación, los teatros y en cualquier otro sitio.
-¿Sabes qué amor? –dijo mientras tomaba un pisco sour, -uno de estos días junto todos mis poemas y los publico, no me importa que nadie los compre, solo quiero darme el gusto.
-Me encantan tus poesías Mey –dije para darle ánimos. La verdad que yo estaba demasiado perdido cuando leía sus poemas.
-Así como Julia Urquidi.
-¿Qué cosa?
-Julia Urquidi, la de la Tía Julia pues.
-Ah ya, la de Unamuno –dije feliz por saber por primera vez de que autor hablaba.
-No amor –dijo ella muy tranquila pero no molesta, -ella es la Tía Tula, yo te hablo de la novela de Vargas Llosa, la tía Julia y el escribidor. Julia Urquidi escribió después un libro que a mi me pareció muy bueno, y ella también lo publico solo para darse el gusto, para sentirse bien consigo misma.
-¿Y lo logró?
-Si lo logró. Pero me dio pena cuando lo saque una vez de la biblioteca de la universidad y me di cuenta que era la primera persona en sacarlo desde mil novecientos ochenta y tres.
-Pobre.
-Tu también lo vas a leer ya mi amor. Seguro que en tu universidad también lo deben tener.
-Lo haré no te preocupes.
-Gracias amor –dijo removiéndome el pelo.
Me quede largo rato pensando en Patty, no entendía porque desde que conversamos en la mañana no la sacaba de mi mente, por más que quería la conversación con ella me daba vueltas en la cabeza.
Volvimos a la casa y estuvimos un rato conversando, jugando twister y tomando algunas cervezas y whisky, cosa que me hizo olvidar por un momento a Patty, además Mey sabía darme muchos cariños y besos que me hacían sentir muy querido.
Casi todos los fines de semana íbamos a pubs y discotecas en Asia, que para la gente bien eran las mejores. Ahí encontrábamos a muchas personas de la universidad, del club, o de algún viaje. Nos solíamos sentar en una sola mesa solo nosotros, muchas veces nos salíamos porque no había espacio para todos y enrumbamos a Punta Hermosa. Era un requisito tener un carro para poder movilizarse en el sur, además de tener un buen polo, una camisa de marca y por su puesto, estaba completamente prohibido no ir con un mínimo de cien soles en el bolsillo. Eso, cito palabras de Patricia “alejaba a los pobres de aquí”.
Unas semanas después que quise darle una sorpresa a Mey en su universidad, me senté a esperarla y de repente sentí dos manos que me tapaban los ojos. Cuando escuche la voz de Patty sentí distintas sensaciones: alegria porque había sido ella y confusión interna, que aunque sabía lo que significaba, lo quería negar.
-¿No deberías estar en clase?
-Sí, pero el profe ya terminó y vine a buscar a las chicas. ¿Has venido con mi cutie?
-Vine solo, quería sorprender a Mey.
-Bueno ya que te sorprendí yo primero, ¿qué tal si me invitas algo pues?
-Vale, pero que sea rápido porque la flaca se puede molestar.
Patty me empezó a hablar de sus cosas, no le gustaba que la traten como una tonta, porque ¿por el hecho de ser bonita no le podían exigir mucho?. Además le gustaba la filosofía y las buenas causas, cuando no hacia nada le gustaba juntar ropa vieja para reglar. Además me contó que Giancarlo le había prometido un viaje a Washington que hasta ahora no le cumplía. Al escuchar lo del viaje no se porque sentí unos celos espantosos, y me prometí desde ese instante sabotear cualquier intento del susodicho y empecé a planear como desprestigiar a mi mejor amigo. Empece por contarle cosas nuestras, algunas de nuestras salidas en las que habíamos terminado borrachos entre chicas desconocidas, (sin darme cuenta yo también estaba embarrándome) y al final luego de darle (y darme) duro, salimos a buscar a Mey. Lo que me extrañó fue el efecto contrario a lo que yo imaginaba: se puso más cariñosa y alegre de lo acostumbrado.
-¡Mi amor! –dijo Mey al verme, corrió hacia mí y me besó. Me quedé un poco avergonzado frente a Patty, sentí como si le hubiera sacado la vuelta mientras ella ni cuenta se daba y sonreía de emoción.
Fuimos a comer, yo invité por su puesto y conversamos bastante de nuestros estudios, de la política, de las empresas de papá y como si no quedara mucho tiempo sobre nuestro próximo viaje a Europa.
-¿Qué pasa amor? –dijo Mey al ver que no participaba.
-No, estoy bien, no pasa nada.
-Lo que pasa es que estás enamorado lovely –dijo Patty mirándome con malicia, yo palidecí y no supe que responder, felizmente Mey si tenía una respuesta apropiada.
-Claro que está enamorado mi surferito.
Terminamos de comer y Patty se fue en su carro y yo lleve a Mey a su casa, entramos como siempre habíamos hecho, fuimos a su cuarto a escuchar música y luego de unos besos comenzamos a hacer el amor.
Me sentí horrible, estaba siendo todo lo que jamás pensé ser: engañaba a Mey, me engañaba a mí mismo y engañaba aun sin que ella se diera cuenta a Patty. Mey sin embargo seguía desnuda a mi lado dándome besos tiernos mientras yo sentía un poco de repulsión hacia ella, no solo por el hecho de que no me gustaba ya como antes, sino por el hecho de saber que yo le gustaba demasiado y no la iba a poder dejar tan fácilmente.
-León –escuché la voz de Giancarlo por el celular, el solo hecho de haberme llamado de esa manera significaba que estaba amargo –Así que hoy fuiste a ver a Patty.
-Sí, bueno, yo fui a ver a Mey y me encontré con Patty.
-¿Y por qué no me avisas? Yo también hubiera ido. Ahora tú has quedado como el buenito que se preocupa por la enamorada y yo como una mierda.
-Yo no pensé encontrarme con Patty, además fue para darle una sorpresa a Mey, no tenía nada que hacer con Patty.
-Ya no importa, ya la cagaste. Este sábado no hagas planes –dijo y cortó rápidamente. Volví a pensar en Patty, realmente era una mala idea .
Antes de ir siempre nos reuníamos en el depa de Bolognesi. Ese día fuimos temprano, todos estuvimos mas nerviosos que de costumbre, casi nadie hablaba, era como si supiéramos que iba a pasar algo malo, nadie quería subir a la camioneta e incluso Diego hizo esfuerzos inútiles para no arrancar. Hasta el mismo Giancarlo se notaba desganado.
La “entrada” sería en Rinconada del Lago. Todo ya estaba listo , habíamos estudiado y practicado un mes antes pero en ese momento sentíamos los latidos de todos palpitando y indispuestos. Pero de todas maneras seguimos el plan de Giancarlo, siempre nos seguíamos del plan, nunca había un plan B, solamente hacíamos lo que debíamos y luego abandonar en el menor tiempo el lugar del crimen.
Entramos a la casa fácilmente, todo se hizo rápido como lo habíamos previsto, yo me quedé en la sala frente a las ventanas, corte el teléfono (no era algo necesario, pero me gustaba hacerlo) , y traté inútilmente de volar los fusibles. Giancarlo bajó tranquilo, cargando su mochila, luego de un momento bajaba Bryan y un rato después apareció Percy, muy nervioso, que ni siquiera podía sonreír. Salimos como siempre por la puerta principal eran ya como las nueve de la noche y todo se veía muy tranquilo, incluso me sentí un poco más relajado de estar fuera de peligro. El error que tuvimos y que hasta ahora no logro resolver cuando me acuerdo de ese día, fue tal vez que no volamos el foco del poste: apareció un vigilante de una de esas casas y empezó a soplar su silbato, persiguiéndonos, gritando y pronto escuchamos más silbatos y las piernas que empezaban a flaquear y desparramarse por si solas.
-¡Alto ahí! –gritó un vigilante muy cerca nuestro.
-¡No volteen carajo! –gritó Giancarlo no sé si por darnos ánimos o no sentirse culpable –La camioneta esta acá a la vuelta.
-¡Tengo orden de disparar!
Doblamos la esquina y Diego efectivamente estaba esperándonos con la camioneta encendida. Corrimos sin voltear como nos dijo Giancarlo y logramos entrar al auto. Todo sucedió tan rápido, tal vez en menos de cinco segundos, entró Bryan y escuché el disparo, luego otro, nos pusimos a gritar, todos gritábamos ¡avanza carajo, avanza!, todo el carro era un griterío, no sabia si estaba herido o no. Diego aceleró y pudimos escapar con las luces apagadas, pero aun todos seguíamos gritando y por la emoción empecé a reírme, luego Bryan y Diego me siguieron hasta que sentí un manazo en el pecho que me calló y obligó a toser. Cuando miré a Giancarlo él cargaba a Percy y que sangraba de alguna parte del cuerpo. Diego estacionó el carro.
-¿Carajo que tienes huevón? ¡Maneja mierda!
-¿Va a estar bien? –pregunté.
-Diego maneja, carajo están cerquísima.
-No puedo manejar Giancarlo.
-Yo manejo –dijo Bryan. Rápidamente cambiaron de sitio pero Diego había entrado en shock mirando la sangre que inútilmente trataba de parar Giancarlo poniendo su mano sobre la herida.
-Maneja hasta mi casa –dijo Giancarlo fríamente.
-¿Qué te pasa? ¿Qué vamos a hacer con Percy?
-Percy va a estar bien. Maneja hasta mi casa Bryan.
Fuimos sin más discusión hasta la casa de Giancarlo. Él entró rápido y antes de subir de nuevo nos dijo a mí a Bryan que nos bajemos. Bryan obedeció sin resistencia pero yo me bajé solamente luego de una mirada horrible y un manazo en la cabeza.
Bryan y yo fuimos hasta mi casa, estaba ahí a media cuadra. Comimos y tratamos de evitar los nervios frente a mi madre. Nos encerramos en el cuarto, vimos televisión y luego fuimos al depa de Miraflores. Maneje nervioso todo el camino, esperaba que algún patrullero me pare y me lleve directo al calabozo. Cuando entramos al depa vimos a Diego y Giancarlo sentados, muy tranquilos. Bryan preguntó por Percy.
-Está en la clínica Montefiori. Dejemos de lado eso por un rato, es mejor para todos.
-Esta es la última vez que hacemos esta webada, es la ultima. Ni siquiera es divertido.
-Tienes razón, ahora esto es una venganza.
-¿Venganza a quién? No te das cuenta que ya no es un juego, mira lo que pasó hoy día. ¿De ahí que va a pasar?
-¿Alguien más está con Alfonso? Por si acaso nunca les pedí que vengan, todos habíamos hecho un acuerdo, nadie nos puso una pistola en la cabeza y nos obligó a entrar a las casas. Así que el que ya no quiera ir, que no vaya.
-Yo sigo –dijo Bryan luego de un momento de silencio. Diego me miró como preguntándome qué hacer.
-Yo no sigo –dije con firmeza.
-Yo tampoco Giancarlo.
-Esta bien, repartimos lo de hoy y como si nada hubiera pasado. Igual seguimos siendo patas por si acaso. Este depa es de todos, pueden venir como siempre no hay problema. Si quieren volver a las “entradas” saben que siempre contaremos con ustedes.
Todos nos reímos de sus palabras, incluso él fue quien las inició. En ese momento me sentí bien de haberme salido, pero me sentí mejor con la actitud de Giancarlo, pensaba que lo iba a tomar muy mal y que nos botaría a patadas. Repartimos las cosas, había salido un monto regular, lo acostumbrado, pero en realidad todo ese dinero me lo gastaba en tonteras: invitaba a comer a Mey, le compraba varios libros y otras cosas que ella solía decirme que le gustaban, al final la plata desaparecía tal como aparecía. Diego me comentó que a él también la pasaba lo mismo con Mafe, a las dos semanas de una “entrada” ya no tenía plata. Nunca le pregunté a Giancarlo en que gastaba su parte, y eso que era el que más confianza tenía con él en esos tiempos.
Al día siguiente no fuimos titulares de ningún periódico, incluso de los populares que siempre les gustaba ese tipo de noticias habían llenado sus carátulas con noticias de una mujer vulgar del espectáculo. Compré de todas maneras tres diarios y empecé a buscar alguna noticia referente a nosotros:
“Asaltan casa en zona pituca: es la sexta vez que la banda denominada “los finos” vuelven a las andadas. Esta vez fue el domicilio ***, del conocido pintor y antropólogo ***. Los ladrones, como es costumbre ingresaron y salieron por la puerta principal de la vivienda, no forzaron ninguna puerta y no hubo indicios de violencia. Esa vez se identificó una camioneta Pathfinder color rojo, que fue en la que los malhechores huyeron, uno de ellos fue herido por un agente particular de la zona, pero no se le pudo atrapar sin embargo.”
Antes de leer lo demás vino diego a la casa y subimos a mi cuarto y me contó lo que había pasado cuando se llevaron a Percy.
-Primo los dejamos a ustedes y de ahí fuimos hasta la casa de Percy y sacamos su carro, Giancarlo siempre manejando. Volvimos a mi casa y dejamos la camioneta, después fuimos a la avenida 28 de julio, una que está en el centro, luego fuimos a una de esas callecitas que no conocía. Nos estacionamos y bajamos del carro. Giancarlo sacó un “cuete” huevón, la cosa es que disparó hacia el lado del conductor, pero había puesto una plancha de metal donde cayó la bala. Luego sacó la cosa esa y buscó la bala. Volvimos a entrar y fuimos a un radiopatrulla que estaba ahí cerquita: Giancarlo entró gritando y pidiendo auxilio, salieron dos policías que no nos hicieron mucho caso hasta que llegó el papá de Giancarlo y el de Percy.
“Entonces los policías se movilizaron como un rayo, hicieron un peritaje al carro, buscaron de todo, para mí que querían encontrar un par de soles entre los asientos, luego escuché que los dos viejos mandaban a la mierda a media comisaría y nos llevaron a la clínica. Giancarlo hablo con su papá a solas y de ahí se fue con el carro de Percy. Después en la clínica nos dijeron que la bala estaba alojada en el pecho de Percy pero que no era una herida muy profunda y que ya había entrado a la sala de operaciones. Cuando Giancarlo apareció una hora después, el carro de Percy no tenia ni un rasguño ni nada. De ahí fuimos al depa, me contó que ya había mandado a fundir la plancha, había cambiado las lunas y las manchas que había dejado en el asiento, ninguna pista o algo que ayude a los tombos, su viejo por su parte ya había arreglado todo para que nada de esto salga en las noticias, no les permitió hacernos más de dos preguntas.
-Mierda –dije luego de un momento. Había sido todo calculado con una frialdad que me daba miedo. Todos estabamos a salvo.
Las cosas se dieron como dijo Giancarlo, todo solucionado, pensábamos solo en la universidad en nuestras enamoradas y cosas así, que no tenían nada que ver con el asunto de las entradas. Los periodos dejaron de especular sobre los posibles asaltantes y dejamos que se calmen las cosas en el entorno. Nosotros sin embargo, nos seguíamos reuniendo en el depa de Bolognesi, pero a no tocábamos en tema, solo íbamos a tomar cervezas, ver algún partido de fútbol o solamente a conversar y reírnos un rato.
Percy salio de la clínica unos días después, no hubo ninguna complicación y su recuperación fue tan rápida que hasta fue a Naplo el siguiente domingo que salió. También fue al depa con nosotros como si nada hubiera pasado, era como si nunca hubiéramos tenido nada que ver con los robos, me sentía que vivíamos aparentando u ocultando algo, me sentía como las chicas, sabía que pasaba algo, pero solo podía sospechar, pero no podía hacer nada contra eso.
Pasó un mes y nadie hablaba de las entradas. Giancarlo parecía tranquilo, como si esperase algo grande; él siempre se refería a algo grande, yo me imaginaba tal vez el robo a un banco o a una joyería en el peor de los casos, me hacía la idea que ya creaba esas tonteras en mi cabeza y que tal vez lo de los robos y esas cosas habían quedado en el pasado. En todo ese tiempo nos dedicamos por entero a correr, a las fiestas en el sur, cosa que a las chicas les encantaba: volvimos a ser los pituquitos de antes.
Traté de averiguar que era lo que planeaba Giancarlo cuando íbamos a la universidad juntos, le dije que por el hecho que ya no quería hacer las “entradas” no significaba que ya no seguía siendo su amigo y que me podía contar sus cosas. Él me miro como con desprecio pero a la vez con una leve sonrisa y solo se limitó a decir que cuando pasará algo me avisaría.
Llegó el cumpleaños de Nasha y lo pasamos fuera de Lima, fuimos todos los del grupo y fue algo que necesitábamos hacía bastante tiempo porque nos relajó y sobre todo nos unió más e incluso nos hizo olvidar los problemas pasados.
Cuando Diego vendió su camioneta unos meses después para comprarse un auto más pequeño y deportivo, me di cuenta que algo malo estaba empezando, sobre todo porque Giancarlo fue el que sugirió la venta y compra. El día que nos reunimos de nuevo, él se sentó como solía hacer antes, prendió su cigarro y esperó a que todos los escucháramos. Habló tranquilo y con un tono un poco alegre.
-Hacemos esta y nos salimos. Tenemos un mes para hacer los preparativos. Por mi parte estoy haciendo todo lo posible para no quedar manchados. Además todo este tiempo estuve estudiando cada posibilidad, las entradas y los escapes y varios planes alternos. O sea que si pasa algo contamos con un plan B, ya no es como antes.
-¿Giancarlo estás seguro que no hay ningún riesgo?
-Ten en cuenta que ya no es una casa.
-He pensado en todo eso Bryan, además en las casas dejábamos huellas como mierda, en la universidad será diferente, habrán más de diez mil personas y todas corriendo de un lado a otro. Hasta los policías no sabrán lo que pasa ni a quien perseguir.
-Hasta ahí todo bien –dije, en realidad estaba medio convencido de que podría resultar, además de un pequeño odio que tuve siempre hacia la tesorería de la universidad, -¿pero como piensas que entraremos, sacaremos la plata, caminaremos hasta el carro y nos largaremos?
-Como dije mi querido León, todo está listo. En las ultimas semanas me contacte con unas personas que creen que vendemos coca, fue fácil dar un par de nombres de los pituquitos conocidos y de algún conocido de mi viejo para entrar a la pendejada.
-Aguanta huevón –dijo Diego nervioso, -¿o sea que no solo vamos a robar tu universidad si no que además piensas meter coca y hacer un “pase” frente a todos los alumnos?
-No seas cojudo, los de la droga son pura pantalla. Les diré que el pase será en tal lugar a tal hora. Pero dentro de la universidad para que las sospechas sean menores, los idiotas ya aceptaron. ¿Quién no aceptaría hacer un “pase” en la tranquilidad de la universidad donde nadie sospecha de esas cosas?
-Está bien –dije en tono de conclusión –entramos a la universidad, luego tal como vamos vestidos entramos a la tesorería, salimos de la universidad, repartimos las cosas, tal vez nos vayamos de viaje, pero queda un punto en el que podemos quedar mal.
-¿Cuál sería tu punto León?
-Los de la coca. Al ver que no le entregamos nada, querrán ubicarnos y hacernos algo.
-¿Pero es que no quedó claro? Bueno, lo repetiré una vez más y por si no lo dije antes. Hacemos la entrada, la tesorería llama a la policía, entonces los del pase salen embalados y nosotros también, cuando ellos pregunten, simplemente les diremos que tanta tombería era demasiado y que ni cagando nos íbamos a arriesgar a hacer el pase y tuvimos que deshacernos de la coca.

-Chola esta es la sétima vez. Para colmo de males aún no sabemos nada de nada.
-¿No han encontrado ninguna conexión gordo?
-Estoy quedando como un pelele chola, me dieron el caso desde el quinto y aun no encuentro nada. Ya me canse de echarle la culpa a los cojonudos de Minaya y Pérez y eso que ahora me han dado tres alférez más a mi cargo. El mayor me dijo que si resuelvo este caso me ascienden a capitán e incluso más. ¡Lo malo es que no sabemos nada! Estos rateritos son muy pendejos o han comprado a todos los informantes.
-¿Pero no han encontrado ninguna conexión?
-No dejan ni una huella que nos sirva, es como si tuvieran las llaves de todo Lima. ¿Pero sabes que chola? Estoy seguro que son los mismos, de eso no tengo dudas. Además no son cualquier tipo de rateros, ya cogimos a todos los conocidos y nada, ninguno pudo haber sido, yo conozco como chambean los del callao, los de San Juan, todos hacen las mismas huevadas, además no les importa asaltar cuando hay gente adentro, les da igual disparar o no, se meten a la mala y no saben escapar. Estos no, solo entran cuando están seguros que no hay nadie y si los hay saben como sacarlos.
-Entonces eso es una pista ¿no gordo?
-Aunque esta ultima la han cagado, se dejaron ver y hasta hirieron a uno. El carro pudo haber sido robado y al herido lo pudieron curar ellos mismos. Lo único que me ha dejado medio desencajado, es que también ese día asaltaron a unos pituquitos cerca de “Mendocita”. Pero la bala que se encontró alojada era de una glock, y esas la usan los que tienen plata, no cualquier malhechor.
-¿Esa podría ser otra pista no gordo?
-Esta pendejada al final terminará en que fueron los mismos hijitos los que le robaron a papi. Chola me preocupa que no haya nada de nada. Te podría asegurar que ni el mismísimo Sherlock Homes o el Gamboa ese lo resuelven.
-Tú sí lo vas a resolver mi gordo bigotes.
-Chola este chupe me ha dado un sueño, creo que han sido las cabezas de pescado.
-Anda avanzando gordo, yo tengo que lavar los platos y dejar esto en orden, ese mi trabajo.
-No te canses porque sería bueno un mañanero antes de ir a trabajar.
-Teniente, el capitán quiere verlo.
-¿Qué? ¿Ya vino?
-Si mi teniente, a mí también me pareció raro.
-Dile que ya voy. No, mejor no le digas nada.
El teniente volvió a sentarse a terminar su café. Pensaba que era demasiado temprano para que el capitán haya aparecido y en todo caso quería vengarse de todas las horas que él había esperado para que lo atiendan. Por fin, cogió unos papeles de su escritorio y fue a ver al capitán.
-Capitán –dijo entrando a la oficina.
-Ventura, ¿cómo esta? Tome asiento por favor. Hay mucho de que hablar esta mañana. Bueno Ventura pasemos a lo que está caliente. Hay dos cosas que me preocupan ahora: lo primero es mi gratificación. Creo que a todos nos van a joder el veintiocho, por eso ya empiezan con las coimas y esas sonseras y al final el que queda mal soy yo. Pero eso no importa mucho ahora ventura. Lo que me tiene despierto desde temprano y me ha estaba molestando como una pulga en el pantalón desde hace casi un año es el extraño caso de los robos a los pitucos. Todavía no quiero ver su informe Ventura, déjeme enseñarle algo primero –el capitán dejó su cigarro en el cenicero y se paró a sacar un folder que estaba en una repisa atrás de su escritorio y luego volvió a sentarse hojeándolo. –Veamos Ventura, dígame por favor desde abril del año pasado hasta ahora, ¿cuántos sospechosos hemos tenido? ¿Qué no lo sabe? Veamos, veinticuatro sospechosos, todos salieron a las tres horas, se cagaron en nuestras caras. Ninguno tenía nada que ver con lo de los robos. Ahora Ventura, dígame por favor, con tranquilidad no hay porque amargarse, ¿cuáles son sus avances?
-Capitán lo que pasa...
-No Ventura, mejor deme una fecha. Claro lo que pasa es que está esperando el próximo golpe. Claro, usted ya debe haberse empapado de las investigaciones y luego de sacar un patrón ya sabe cual será la próxima casa que robaran. Si es así ventura no hay mas que decir que todo está conforme.
-Capitán déjeme decirle que no tenemos ninguna pista, nada.
El capitán en ese momento cambió, se frotó el bigote mirando su panza, lentamente tomó su café y miraba al teniente como buscando algo en sus ojos, quería que diera el primer paso.
-Entiendo Ventura –dijo finalmente, -¿qué vamos a hacer?
-Capitán.
-Déjeme decirle qué vamos a hacer Ventura –dijo con la mayor tranquilidad y suavidad que pudo, -éstas ordenes vienen del Ministro caramba, dice que no lo quiere ver en esta comisaría hasta que tenga algo concreto, vaya Ventura, investigue, hable con los soplones, métase en el mundo del hampa por Dios, no podemos irnos de baja los dos por su incompetencia caramba.

Cuando fui a visitar a Percy me sentí raro, como si realmente fuéramos una escoria para la sociedad, éramos lo peor, habíamos arriesgado la vida de uno de nuestros amigos, arriesgábamos la vida sin pensar en las consecuencias. Me di cuenta del peligro que corríamos en cada “entrada”.
-¡Precioso! otra vez nos encontramos –dijo Patty saliendo del ascensor.
-Hola Patty, ¿viste a Percy? –pregunte cuando comenzaba a sentirme nervioso y avergonzado sin ninguna razón mas que su presencia.
-Sí, acabó de hablar con su mamá. ¿Sabes qué? Por mí que maten a todos los rateros, por eso me llega este país, uno ya ni puede manejar tranquilo porque siempre hay un ratero que te dispara. Lo único que no me explico es que si le querían robar el carro y ya le habían disparado ¿por qué huyeron?
En ese momento Patty no solo me sorprendió sino que me hizo palidecer: era obvio que los policías ya se habrían hecho esa misma pregunta y seguramente ahora estarían tras nuestro.
-Es un buen punto –dije luego de un momento.
-¿Te pasa algo chimuelo?
-¿A mí? –nuevamente los nervios y empezar a tartamudear, mover las manos exageradamente y sudar como loco.
-Últimamente están todos muy extraños, el sonsito de Giancarlo el otro día pese a que lo besaba como idiota, me rechazó como nunca. Y él jamas me desprecia, es más, él siempre es el que quiere y eso y cuando yo estoy horny, ni caso, me decía que estaba ocupado y seguía escribiendo en un cuadernito. ¿Crees que esté escribiendo poemas?
-¿Poemas? –dije saliendo de mi proyección de los dos en una cama y ella atrás de él dándole besos por todos lados –no, no creo, la única del grupo que escribe es Mey.
-Si bueno, ¿qué será no? ¿ya comiste chimuelo? Vamos yo te invito.
-¿Por qué? Hoy no es mi cumpleaños.
-No seas tonto, lo que pasa es que el cutie tiene clases o algo, yo creo que me esta sacando la vuelta –dijo en tono de broma, luego bajo la voz y como si fuéramos cómplices de lo mismo me dijo en voz baja –Pero no importa, yo también puedo.
-¿Conmigo? –pregunté un tanto emocionado, asustado, excitado.
-Si se pudiera lo haría –dijo cogiéndose de mi brazo -¿Qué sería no? Romperíamos con todo.
Salimos de la clínica cada uno en su carro, salimos hacia la Rotonda, algún chifa por ahí. Todo el camino pensaba en lo linda que era, en que últimamente ese rechazo que sentía hacia ella se había vuelto como un imán, como que poco a poco ella también se daba cuenta que nuestra amistad había mejorado y tal vez crecía algo que ninguno de los dos podría detener con el tiempo.
-¿Quieres pato, pollo o chancho?
-Los tres, es que me encanta el chifa.
-Ay a mí también me vuelve loca, pero lo malo es que todo se va acá –dijo dándose unas palmadas en la barriga -¿Así que como te va con Mey?
-Ella es buena, muy linda.
-¿Linda nada más? Hace unos meses era la mejor surfista, la rubia más linda, la flaquita loca medio punker. No te digo que estás raro.
-No sé que me pasa. Tengo un problema.
-¿Soy tu amiga no? Cuéntame, tal vez te pueda ayudar.
-Es que creo que me gusta otra chica –le dije sin mirarla.
-And so? A mí me gustan cien chicos pero solo quiero a uno.
-No es eso, la chica que te digo es diferente. Mas bien, yo pensaba que era diferente, pero es tal como debe ser.
-No te entiendo guapo.
-No podrías, ni yo mismo me entiendo.
-¿Es de tu universidad? Para mí que tú y Giancarlo están en planes con otras chicas.
-No nada que ver. Giancarlo es así, un día puede ser de una manera y al día siguiente de otra, yo lo conozco desde los cuatro años.
Mientras comía pensaba qué podría ofrecerle a ella que ya no le haya dado Giancarlo. Me molestaba Giancarlo, me molestaba Patty y hasta me molestaba Mey. Veía comer a Patty, me gustaba mucho, tenía que hacer algo para que se dé cuenta y también tenía que hacer que yo le guste.
-¿Sabes qué? A veces siento que todo lo que hacemos es pura monotonía, nos divertimos y todo pero no hacemos nada que me haga sentir diferente, algo que me haga sentir bien conmigo mismo.
-¿De qué hablas lovely, drogas?
-No sonsa, quiero hacer algo por la gente, ayudarlos como sea. Es decir, tengo plata y a veces no se qué hacer con ella y me la gastó en tonterías que solo me divierten un rato.
-¿Labor social? ¿En serio? Mira yo también quiero hacer eso de todas formas. ¿Pero cómo? De verdad sé me gustaría ayudar a la gente.
-Sí seria lo máximo. Podríamos hacerlo juntos ya que también quieres.
-¿En serio? No te creo lovely, no te veo ayudando a la gente.
-Quedamos para el sábado en la mañana entonces.
-¿Pero si Giancarlo no quiere?
-Mejor que no sepa, que sea un secreto nuestro por un tiempo.
Esa semana las clases se hicieron más aburridas creo que para que se haga más larga la espera del sábado. Pero me divertí leyendo el libro que me había recomendado Mey. En realidad esa señora escribía mejor de lo que pensaba, y eso que lo leía a la volada mientras se pasaba la hora de antropología, pensé que si alguna vez me manda a escribir un ensayo, sin duda lo haría sobre ella.
-¿Mey dónde estás?
-Estoy con Mafe en la universidad, ¿ya estas viniendo?
-Estoy en camino. Saqué el libro que me dijiste, ya casi lo termino.
-Ok, ok, de ahí me cuentas. Amor Patty me pidió que la llames no se para qué.
-¿Qué la llame? –pregunté nervioso y emocionado.
-Sí que la llames por favor. Amor no te demores, porque Mafe ya se quiere ir a ver a Percy con Bryan.
-Ok amor, ahora llego.
Colgué y llamé en seguida a Patty. En cada timbrada mi corazón se aceleraba, sudaba y quería que conteste ya. Cuando me contestó su voz era apagada, solo repetía una y otra vez que estaba triste que ya no importaba. Luego de convencerla me contó que era por culpa de Giancarlo, estaba raro hace días que ella tenía razón. Me pidió que vaya a su casa, que era importante tener con quien conversar en ese momento. Aceleré lo más que pude hasta su casa, pensando y maldiciendo a Giancarlo.
Pensaba: seguramente Giancarlo ya se harto de Patty, está tan concentrado en su gran golpe que la esta dejando de lado. Patty se merecía cariño, que la engrían, que estén siempre pendientes de lo que hace y ahora yo podía darle todas esas atenciones.
Llegué a su casa casi veinte minutos después de la llamada. Ella estaba en su puerta llorando, se acercó al auto y al bajar se apoyó en mi hombro y lloró con más fuerza. Entramos y nos pusimos a conversar en el jardin, donde estaban los columpios, no se calmaba, casi no entendía lo que decía, pero logré entender claramente que el problema era Giancarlo.
-Cálmate Patty –le dije al oído y ella sonriendo tomó mi mano y se me fueron todas las palabras de la boca.
-¿Por qué no es como tú? Quisiera que sea como tú. Lo llamé al celular y me contestó en voz baja, me dijo “qué quieres” y yo toda idiota, cariñosa, amor ven un rato y él “no puedo, estoy ocupado” y yo le rogaba, mi amor no seas creído y el muy tarado me colgó. Pero ahí no termina todo, lo volví a llamar, contesto y me dijo que no podía hablar en ese momento y ahí fue que vino lo peor: escuché la voz de una mujer que le dijo claramente “ya cuélgale pues”. No sabes como me sentí, temblaba, se me cayó el celular, los lagrimones salían por sí solos, tuve que sentarme y quedarme así como una hora, llorando.
-Patty –dije abrazándola, me sentía avergonzado por el gusto que sentía hacia ella sabiendo que quería mucho a Giancarlo, -no seas tonta, seguro que estaba con su mamá o le ha pasado algo. Pero de que te quiere, de eso no hay duda.
-¿Sabes que me dolió también? Mi mamá pasó por mi cuarto y me vio llorando y ni siquiera me preguntó algo, siguió de frente como si nada.
-Patty, tal vez tú mamá no se dio cuenta, además le puedes estar culpando de algo que ella ni está enterada.
-¿Por qué siempre eres tan positivo?
No aguantaba, verla con su carita de inocente y sus ojos rojos e hinchados, esperando que le respondiera, con los dos brazos agarrando las cadenas del columpio y pegándolas contra su cuerpo, tal vez esa fue la razón que me llevó a hacerlo, quería llorar, yo era el que sentía que temblaba al que se me caían las piernas cuando ella hablaba de Giancarlo y no pensé en Mey, no me importaba porque me gustaba mucho.
-¿Por qué hiciste eso? –dijo después de besarla. Besarnos en realidad porque ella me devolvió el beso.
-Disculpa Patty, es que me gustas un montón.
Las cosas se habían adelantado. Nos juntamos en el depa de Bolognesi como siempre. Giancarlo nos dijo que todo estaba planeado para ese viernes, eran los primeros días de julio, fecha en que se pagaban las boletas de la universidad. Quedó con los de las drogas, así que no se podía dar marcha atrás. Todos escuchamos, tuvimos miedo al mismo tiempo, incluso puedo asegurar que él también tenía miedo. Nos explicó el plan varias veces, nos recalcaba una y otra vez las reglas del grupo, que esta no era una entrada cualquiera, que él entendia si no queriamos participar, que sí, era la locura más grande que se podía hacer y que no le importaba fallar.
-¿Aún siguen conmigo? –preguntó sumiso.
-Yo voy Giancarlo, en todo caso hemos estado siempre juntos y si ha de terminar alguien cagado, mejor que estemos juntos.
-Yo también voy –dijo Diego apenas Bryan habló.
-Si yo también –dije con ánimos, me sentía un rebelde y perteneciente a una banda de delincuentes, ¿y es que acaso no lo era?.
Decidido eso, todos a sus casas. El domingo en Naplo las olas parecían tan tranquilas, fue mi mejor corrida, las chicas alegres, Patty también me sonreía a escondidas, la conversación, la música de Janis Joplin y la melancolía de Led Zepellin y un poco de hierba de Bob Marley, cosa que no me avergonzaba, pero siempre terminaba preguntándome por qué lo hacía.
Los días pasaron como si la noche se hubiese cansado de existir, las horas interminables, las clases tan monótonas y aburridas, la gente en la rotonda, mis amigos pitucos, yo alejado, ahora leyendo Niebla, la sala de estudios llena de chicos jugando cualquier cosa, la risa de una fea tratando de llamar la atención; sí, todo eso me había dado más ganas de joder a la universidad, cambiarla de algún modo, aunque sea un poquito, ahora pensaba como Giancarlo y entendía plenamente su filosofía, o al menos me hacía la idea de que así era.
Caminaba y miraba la tesorería, me iba por los pabellones de Z, subía al mirador y contaba, dos en la puerta, uno en el estacionamiento, ninguno interrumpiendo el camino, bajaba y me encontraba con algún conocido del club, del Regatas, hijo de un amigo de papá, todos ojos azules, creídos, en terno si estaban en derecho. Hablaban firmes, voz de mando, trataban a los que no eran de la “gentita” con una indiferencia, que parecía que miraban a un perro.
El jueves en la tarde hubo una reunión de emergencia en el depa :
-Nadie sale embarrado amigos –dijo Giancarlo abriendo una botella de whisky –todo esta tan bien planeado que ni yo mismo puedo estar tan orgulloso.
Escuchamos el nuevo plan, era excelente. Nada nos animó más que esa noticia. Adiós nervios, tensión, angustia. Si todo salía como lo planeado, el robo iba a ser perfecto y con la coartada perfecta.
Nos encontramos como en el plan, diez de la mañana en mi casa. Giancarlo en su carro iría solo, Diego Percy, Bryan y yo en el mío. Giancarlo se ocuparía de recoger a los otros tres, no los conocíamos nunca llegamos a verlos bien.
Llegamos a la universidad a las once, el supuesto pase estaba pactado para las doce, los narcos, como los llamábamos, vendrían en dos carros, tres en cada uno y contaban con carné universitario así que les fue facil entrar. Al llegar a la tesorería, me entró el pánico y a los demás también, miraba a todos lados, parecía que todo el mundo ya sabia de nuestros planes, Diego me miraba con expresión lacónica, me temblaban las piernas, Bryan y Percy se sentaron lejos de nosotros, observaban todo lo que podía ser sospechoso, Giancarlo sentado solo y los otros tipos un poco más cerca. Entonces Giancarlo nos miró, ¡qué buen actor era!, y nos pasó con su mirada como si no nos conociera. Diego compró un chocolate que comía como si fuera un veneno, de poquitos y cada pedazo le masticaba unas veinte veces antes de pasarlo.
Comenzó todo con la aparición de los otros tipos , saco, corbata, lentes negros. Sacaron sus armas y nos asustamos en serio porque no formaba parte del plan llevar armas; cogieron a Diego del brazo y le gritaban a las demás personas, fue cuestión de segundos, entonces vi que tenían a Giancarlo contra el piso, Bryan y Percy se quedaron mirando mientras los demás corrían asustados, pensaba que nos habían tendido un trampa, que era como aprovecharse de la situación, de nuestros planes, no me importaba ya robar, me importaba mi vida y la de mis amigos, no podía hacer nada y ellos tampoco.
Todo mi miedo cambio por una amargura cuando también, echado boca abajo soportando el pie de uno de los tipos, escuché que me decía en voz baja: “Tranquilo colorado, hazte el cojudo nomás”. Entonces levanté la cabeza y vi que dentro de la tesorería estaba Giancarlo y la ponía en una mochila, los otros tipos lo apuntaban y parecía muy nervioso, yo grité con todas mis fuerzas que lo soltaran, Diego lloraba y Percy y Bryan seguían sentados mirando con asombro.
Cuando me soltaron, todos corrimos hacia la salida de Riva Agüero, dos vigilantes recién llegaban, ninguno con armas para contrarrestar las akm, corrían hacia cualquier sitio. Fuimos hasta donde estaban Percy y Bryan, Giancarlo salió del edificio Dinthilac dando explicaciones a una señora que estaba empeñada en llevarlo al servicio medico. Se acercó a nosotros no dijo nada, le preguntamos si estaba bien, pero solo movió la cabeza. Le preguntamos por el plan y él respondió que había salido a la perfección.
No dejaron salir de la universidad a nadie, revisaron cada mochila, cada auto, tenían que hacer creer a la gente, sobre todo a los padres de los alumnos que la seguridad de la Católica seguía inquebrantable. Por su puesto que el dinero, las camionetas y los narcos se encontraban más lejos de lo que pensaban.
-¿Qué pasó? –preguntó Diego.
-Ahora no –dijo Giancarlo en el tumulto –nos vemos en el depa.
Tuvimos que esperar hasta las cuatro. Revisaron el carro antes que salgamos, ni un problema. En la marina más tranquilos, embalamos hacia el depa. Giancarlo había salido antes que nosotros.
-¡Lo hicimos carajo! –dijo abrazándonos al entrar al depa.
-¿Hicimos qué? –pregunté.
-La Católica pues, no estuviste ahí acaso.
-Nosotros no hicimos nada –dijo Bryan un poco molesto –el plan no era así para nada. Al menos nos hubieras avisado.
-¿Querías arriesgarte? Es mejor así huevón. ¿No te das cuenta? Ya está hecho, la plata es nuestra.
-¿Dónde está? ¿Quiénes eran los otros?
-Todo a su debido tiempo León. Ellos son los de la droga. Al final pensé que sería mejor hacerlo así, que se caguen ellos.
-La pendejada de las entradas y de esto –intervino Bryan –era sentir el riesgo huevón. Así no van a ser las cosas. Si pasa algo, desde ahora digo que no tengo nada que ver con esto.
-¿Acaso no sintieron adrenalina cuando vieron las akm?
-Fue miedo cojudo –dijo Percy, todos estabamos amargos con Giancarlo, era la primera vez que lo insultábamos.
-¿Quieren sentir adrenalina? Esta bien –dijo entregándonos unas pistolas que saco de su mochila.
En realidad las dejó sobre la mesa, todos nos miramos y pensé que esto estaba yendo demasiado lejos. Miré a Giancarlo, estaba como si fuera algo muy normal, revisaba su arma, apuntaba a la ventana midiendo con la mirada y esperaba que nosotros cogiéramos las pistolas. Por fi el primero en cogerla fue Percy. Se la guardo atrás y salió. Los demás hicimos lo mismo.
Subimos al carro, Giancarlo nos pidió perdón por no habernos avisado antes, sabía que debía avisarnos y luego empezó a contarnos los pormenores muy emocionado. El contacto había sido un guardaespaldas de su papá y Giancarlo lo convenció de encontrar a los otros tres tipos. Lo demás fue fácil, ellos pondrían las armas, lo del plan lo sugirió Juanito el guardaespaldas, así nunca sospecharían de nosotros y les tenía tanta confianza que estaba seguro que no nos delatarían.
-¿Pero y la droga?
-A ellos les pareció mejor robar que hacer un pase, todos son ex policías. Han trabajado con ex ministros, se saben todas sus pendejadas, por eso los han cagado.
-¿Y las placas del carro?
-Fue fácil León, sales, dejas el carro frente a San Marcos, te vas por la Venezuela hasta el centro y no pasó nada. La camioneta había sido declarada robada hoy en la mañana y seguramente ahorita deban estar arrestando al que lo encontró.
Al llegar a Pachacamac, un poco más lejos también, dos autos estaban estacionados, luces apagadas, la noche estaba a punto de aparecer, el cielo rojo y el arenal, me hacía recordar las películas del oeste. Nos estacionamos atrás de ellos. Primero salió uno, de unos cuarenta años aproximadamente, llevaba camisa celeste, corbata a medio hacer y con lentes oscuros. Del auto de adelante salió otro, tenía un bigote, un poco más corpulento que los demás, peinado raya al costado y su expresión era desafiante. Tiró su cigarro al suelo y pisó, luego escupió. Juanito estaba con ellos.
-Cuando bajen tengan listos las tolas, pero que no las vean –dijo Giancarlo antes de bajar del carro.
-¿Por qué? –preguntó Percy asustado.
-Es por si acaso, no tengan miedo.
-¡Carajo no vine a matar a nadie! –grité.
-¡Baja del carro mierda y hazme caso! Van a creer que tenemos miedo y no nos van a dar ni mierda.
Bajamos un poco asustados por la reacción de Giancarlo, nos pusimos las pistolas en la espalda, sujetadas por los pantalones. Mis piernas temblaban, miraba de reojo a los demás, nerviosos, preocupados, sudorosos.
-¿Salió bien no Juanito? –dijo Giancarlo al bajar, con su increíble dote histriónico, sonreía, tranquilo.
-Si pues. Mis amigos están contentos también.
-¿Cómo es la nuez? –preguntó Giancarlo señalando las mochilas. El hombre del bigote le alcanzó una. Habían cinco sobre su auto. Giancarlo la abrió, miró la plata y sonrió. -¿Es una broma? Acá solamente hay mil como máximo. Yo conté como mínimo unos treinta.
El de bigotes sacó su arma, el de terno tenía una en cada mano y Juanito también nos apuntaba. Dimos un paso atrás pero Giancarlo no dijo nada, se notaba amargo, por primera vez estaba derrotado. Miró a Juanito y este se econgió de hombros.
-Así quisieron ellos compadre –le dijo –yo no pude oponerme.
-Yo tampoco puedo –respondió sacando su arma, al mismo tiempo nosotros también la sacamos en un acto casi sincronizado. Nos apuntábamos unos a otros, ellos con sus akm y nosotros con pistolas de trece balas en la cacerina. Después todo fue muy veloz, ellos dispararon, nosotros también, me cubría la cara con una mano esperando mi muerte ante el ruido de las balas que iban y venían, los vidrios que se rompían y las llantas desinflándose poco a poco y luego un silencio aterrador, nosotros aun seguíamos parados, menos Diego que se cubría en posición fetal, los tres otros tendidos en el suelo, lunas rotas, sangre y las mochilas casi intactas.
-Trae las cosas Juanito, ya todo acabó –dijo Giancarlo solemne.

-Teniente le tenemos esto –dijo Minaya. A su costado los otros dos alférez tenían los ojos brillantes. El teniente Ventura dejó a un lado su café, miró los papeles sin mucha importancia pero poco a poco su semblante era otro, miraba a Minaya, miraba a Pérez tratando de salir de su estupor, mientras ellos estaban orgullosos.
-¿Están seguros de esto? ¿De dónde han sacado esa información?
-Es solo una sospecha teniente, queríamos que la revise. Hemos pasado todo este tiempo buscando donde no debíamos –dijo Pérez muy orgulloso de su trabajo.
-¿Se han dado cuenta de los apellidos?
-Si mi teniente, solo hemos recopilado algunos hechos. Por ejemplo el día del robo y el herido, ¡caramba!, justo le salen robando el auto a uno de estos jóvenes y es disparado por sabe Dios quién. ¿Y adivine quienes son estudiantes de la Universidad Católica? Bueno, nos dispusimos hacerles un seguimiento pero debemos tener su permiso. No queríamos hacer nada sin que usted sepa.
-No puede ser Minaya, simplemente no lo puedo creer –dijo el teniente palmoteando a sus subalternos, mientras ellos pensaban que lo habían hecho, ¡se pasaban!
-Ya está chola –dijo el teniente al llegar a su casa. Ya no le parecía tan fea después de todo, ya no importaba que esté a medio construir, no le importaba tener que pagar las deudas infernales cada fin de mes.
-Cuéntame gordito, cuéntame.
-Resulta que cayeron pues. Yo sabía que en algún momento tenían que cometer errores, no eran fantasmas. Están vivos, de carne y hueso, solo que por ahora con un poco de suerte. Pensaban que nunca los íbamos a encontrar, nadie se burla de nosotros chola, nadie roba medio Lima sin que Ismael Ventura Ríos esté al tanto.
-Pero ¿quiénes? ¿cómo?
-Mañana nos reunimos con los de la Católica, caracho cómo no me di cuenta, al fin y al cabo, los sonsos esos sabían pensar, mañana ya quiero ver la cara de Eusebio. Estos niñitos de papá pensaron ser mimados toda su vida, que no los íbamos a encontrar chola.
-Pero dime por favor ¿cómo así los encontraste?
-Te digo arriba cholita, estoy tan alegre que te voy a dejar trapo.
La reunión empezó a las nueve de la mañana. El jefe de seguridad de la Católica a la derecha, el capitán Eusebio a la izquierda, el jefe de la Policía en la cabecera, dos personas que el teniente nunca había visto en su vida, inteligencia, pensó para sí mismo.
Vieron unos videos, analizaron los sospechosos, los autos las placas. El jefe de seguridad explicó los sitios del robo, las rutas de escape y por ultimo dónde se encontró la camioneta. Hizo una presentación computarizada del posible número de asaltantes, y el tiempo que se utilizó en sacar el dinero. Dos ladrones cuidaban la entrada, cuatro perpetraban la Tesorería y dos más creaban el caos por la avenida principal de la universidad denominada “Tontódromo” y redujeron a los vigilantes. Cambiaron de auto en la avenida Venezuela, frente a la Universidad de San Marcos. El tiempo que tomaron en realizar toda esta operación fue de doce minutos.
El teniente estaba desesperado, quería mostrar los papeles ahí mismo, recibir las felicitaciones del caso, decir por primera vez: señores, los tenemos, pero el jefe de la seguridad siguió dando algunos alcances de los pormenores de lo sucedido.
-¿Y dónde está el dinero señor Zubiaga? –dijo el jefe de la policía interrumpiendo al desconocido.
-Fue un ajuste de cuentas señor, los tres individuos que se encontraron en Pachacamac fueron ya reconocidos como los autores de lo perpetrado. Las mismas armas, la misma vestimenta, y como hemos visto en el vídeo ya no caben dudas al respecto. Suponemos que los otros ya deben estar fuera del pais.
-¿Cómo? –interrumpió el teniente -¿Ya los encontraron?
-Disculpen –dijo el capitán –no tuve tiempo de informarle al teniente de lo sucedido. Ya los tenemos teniente Ventura, acabó. Fueron los mismos como dijo el señor Zubiaga, fue un ajuste de cuentas.
-Ex policías señor Ventura, sabían todo el funcionamiento –dijo Zubiaga extendiéndole unas fotografías –es por eso que se nos hizo tan dificil encontrarlos.
El teniente sonrío a medias, trago saliva y con disimulo guardó el folder de manila que había llevado. Terminada la reunión se acercó al capitán y le pidió que leyera su informe, era algo que no podía dejar pasar, le aseguró. El capitán recibió los papeles y se despidió cortésmente.
A la mañana siguiente el teniente casi fue dado de baja, pero se decidió en una reunión de emergencia que debería continuar en la jefatura, pero que no podría involucrarse más en el asunto de los robos.
-Fueron ellos ¿está claro Ventura? –dijo el capitán con tono enérgico –fallaron pues, robaron las armas de otra comisaria, fueron los ex policías. No trate de involucrarse más.

-“A veces, la soledad y yo somos una, siento que me llena y me vacía, que me acompaña y me abandona. A veces creo que tú, soledad, me ayudas cada vez que todo sale mal y nada puede estar peor.”
-Precioso amor –dije acariciándole la espalda. Mey estaba echada en su cama, leyendo boca abajo, siempre con ese poco de vergüenza que sentía cuando me leía sus poemas.
-Ya tengo ciento sesenta y cuatro. ¿Crees que es un numero adecuado para publicarlos?
-Yo creo que sí.
-¿Amor estás bien, tienes problemas? Te noto algo raro últimamente, me dejaste plantada la otra vez, hoy casi ni me haces caso, dime por favor.
-No es nada Mey, solo que me siento raro, no por ti.
-Vamos a comer mañana, qué te parece, a ver si se te pasa –dijo abrazándome y colgándose de mi cuello.
No soportaba hacerle eso a Mey. Me sentía tan mierda en esos momentos. Odiaba a Patty, odiaba a Giancarlo y a mí mismo. Mey continuaba besándome yo leyendo un poema “Mirada de amor”
-¿Sabes cómo puedes saber si estas enamorado? –dijo alegre parándose a traer una revista de su escritorio –mira, cierras los ojos y piensas en el más bonito lugar donde hayas estado y esa persona aparecerá. Yo ya lo hice pero para serte franca, salió mi papá. ¿Significará algo?
-Tal vez en ese momento pensabas en tu papá.
-Bueno, ahora hazlo tu a ver si te sale tu papá.
-Está bien –dije sonriendo. Cerré los ojos y me imaginé Naplo, las olas, yo corriendo una buena; entonces miré el mar, era transparente, tanto que se podía ver el fondo, la arena, algunas piedras y de pronto los cuerpos de los tres hombres con los ojos abiertos y sangrando por la boca.
-¡Amor! –gritó Mey tomándome la mano muy preocupada -¿Qué viste? ¿Por qué estás así?
-Vi unos muertos mi amor, esos de los asaltantes de la Católica.
-Amor –dijo ella muy tierna -¿Ya ves que ese juego no funciona? Ya no hay que cerrar los ojos nunca más.
La reunión en Naplo fue tristisíma, aburrida, éramos demasiado obvios, incluso Giancarlo. Nadie conversaba, las chicas preparaban hot dogs, nos atendían, Nasha mimaba a Percy, Romina a Bryan, Mafe preguntando qué le pasaba a Diego, Patty ignorando a Giancarlo y yo evitando a Mey.
Fue la peor corrida, anda nos salía. Yo no podía mirar hacia abajo porque me imaginaba a los muertos. Me salí y me senté en la orilla desde pude ver que las chicas hacían de todo en el mar mientras mis amigos se caían, se les escapaba la tabla, le faltaba más cera a Diego, Bryan volviéndose a equivocar y Percy que no quería romperse los puntos haciendo esa maniobra.
Patty salió con su indescriptible forma de caminar con su tabla bajo el brazo, su forma de dominar el mundo con sus pisadas. Mientras más trataba de no mirarla, mis ojos se escapaban más hacia ella.
-¿Qué pasa tontito, te duele algo?
-No, no sé que me pasa –dije avergonzado.
-Sí, es contagioso. Los demás están igualitos –dijo clavando su tabla en la arena y sentándose a mi lado –te vi tan solo que me dieron ganas de mirar el mar a tu lado. Nos es buena la soledad en estos tiempos.
-A veces lo es –dije nervioso por tenerla a mi lado.
-¿Quieres que me vaya?
-No entenderías Patty. Siento que ... ya lo sabes, ya te lo dije. Pero se que está mal.
-Está mal, lo sé, no tiene que volver a pasar. Por mí ya no volverá a pasar no te preocupes.
-Ese es el problema. ¿No ves? Quisiera que pase todos los días. Pero es algo imposible, no se puede.
-¿Por qué no se puede?
-Simplemente es así. Está Giancarlo y está Mey, está el grupo, está la sociedad, ¿no le ves Patty?, todo el mundo está en nuestra contra. Es algo que nunca debió pasar, nunca.
-Tu tuviste la culpa y ahora dices que todo fue una cosa de momento. Si no hubiera sido por tu estupidez de besarme en mi casa ni siquiera estaríamos hablando de esto. Tu entraste y ahora no podemos salir.
-¿Qué quieres Patty, qué terminemos tu con Giancarlo y yo con Mey, pasa un tiempo y nos seguimos viendo a escondidas hasta que pase cuánto, uno dos años?
-No quiero nada Alfonsito, tienes toda la razón, es imposible. Me equivoqué contigo –dijo sonriendo orgullosa y herida.
Se paró y se fue hacia la casa. Me quedé amargo en la arena viendo caer a Giancarlo, la alegría de Nasha, la estupidez de Diego, mi estupidez. Quería olvidar todo lo que pasaba, me arrepentía por un lado y me sentía bien por el otro; estaba confundido, mi cabeza decía una cosa y mi corazón otra. Quería pararme, ir hacia la casa, hablar con ella, besarla, dejar que me quiera, quererla, besar sus lagrimas, tomarla de las manos, tal vez bailar y entonces aparecía Giancarlo, veía sus caras de decepción, y entonces yo corría a explicar a Mey, me moría de miedo, ella parada, llorando, no sé si por dejarla o por el hecho de besarnos. Era tan confuso.
Fui hacia la casa. Los demás seguían corriendo. Caminé sin apuro, nervioso, como en un “entrada”, mi corazón a mil por hora, mi cara pálida y mis ojos que no sabían donde apuntar. Entré por fin y busqué en la sala. Fui a la cocina y ahí estaba ella, tomando una gaseosa, recostada sobre un repostero. Me vio y no hizo nada, siguió como si estuviera sola, su mirada era normal, tal vez un poco alegre.
-¿Qué pasa?
-Quería pedirte perdón.
-¿De qué lovely? Todo está olvidado.
-Exacto –dije. Me sentí un poco decepcionado –lo que pasa es que no quiero que se olvide.
-¿Entonces que quieres Al, no te entiendo? Me dices que es imposible, que estamos locos, que te mueres por Mey, que Giancarlo es tu amigo. ¿Y ahora vienes como si fueras otro y me dices que no se olvide?
-Patty me gustas mucho.
-¿Y te quieres arriesgar a que nos odien para siempre –dijo dejando su botella a un costado y apoyando sus dos manos en el repostero.
-Pero es que me gustas mucho Patty –dije yo, más nervioso que nunca acercándome un poco más y un poco más y cada vez más cerca de ella. Hasta que estuvimos casi pegados.
-¿Estás seguro? –dijo en voz baja bajando un poco la cabeza.
-Es que me gustas mucho Patty –dije besándola. La calidez, la humedad, el movimiento de sus labios, de mis labios, la magia, el sentimiento de estar volando, sus manos rodeándome la espalda, mi cuello, las mías explorando su piel, sus hombros, acariciando todo lo acariciable.
Desde ese día empezamos a vernos a escondidas, empezamos a hacer nuestra labor social. Íbamos con Mafe y Mey, alegres haciendo algo por unos niños calvitos y de pies descalzos, me sentía feliz de ver feliz a Patty, de ver feliz a Mey, nadie sospechaba nada. A veces mientras Mey y Mafe servían las gaseosas y los kekitos, íbamos a mi carro y nos besábamos a escondidas, siendo los peores amigos, los peores enamorados pero siendo felices dentro de nuestra mentira.
-Algo le pasa a Patty –me dijo Giancarlo en la Rotonda de letras.
-No sé, no me ha dicho nada.
-Tu eres mi amigo ¿no? Hemos pasado muchas cosas juntos desde niños huevón, eres en quien más confío.
-¿Qué pasa huevón, te me vas a declarar? –dije tratando de ocultar mi nerviosismo y mi vergüenza.
-No seas idiota, esto es serio. Quiero que averigües qué le pasa, si algún pendejo de esos pituquitos la está afanando, si come con las chicas o si se va a otro lado.
-¿No sería más fácil pedírselo a Diego que está en su universidad?
-¿No me puedes hacer ese favor? –dijo mirándome con pena, utilizaba sus dotes histriónicos de nuevo –además no confío en ellos, también son pitucos. Tú también pero no tanto.
-Sí, claro que puedes contar conmigo. Al hijo de puta que está cagando lo desahuevamos juntos, no te preocupes.
Fui a mi casa, no podía estudiar, no podía comer, me sentía horrible, pobre Mey, pobre Giancarlo, pobre yo mismo que tenía que buscar al idiota que está atrás de Patty, siendo el idiota el mismo que busca.
-¿Pero no te das cuenta que ahora todo va a ser más fácil lovely? Ahora podemos estar juntos más tiempo, sin sospechas, no te das cuenta –dijo Patty por teléfono emocionada.
-Sí, creo que es bueno. Quiero verte ahorita Patty, voy a ir a tu casa.
-Está bien, apúrate que yo también te quiero ver.

Los periódicos del día siguiente fueron desastrosos. Los titulares, fotos, reconstrucciones de los hechos, animaciones, entrevistas, testigos, una infinidad de tonterías que al final nos limpiaba de todo.
Mi mamá me abrazó mientras veía las noticias, preocupadísima, mi papá hablando con el rector de la universidad, mis dos hermanas aun con el uniforme de colegio me miraban burlonamente. Mey me había llamado al celular setenta y cuatro veces, pero yo lo mantenía apagado, todos teníamos los celulares apagados por una nueva regla. Cuando llegué a casa la llamé y le dije que todo estaba bien, llamé también a Patty y le dije que la extrañaba.
Compré todos los trabajos para un trabajo inventado sobre redacción, esta vez “El Comercio” había publicado la noticia en primera plana, los diarios chicha no nos dieron mucha importancia:
“Cerca de quince ladrones vestidos con saco y corbata ingresaron a la universidad Católica del Perú, y se llevaron cerca de treinta mil dólares de la tesorería e dicha entidad. Los malhechores esperaron inteligente la quincena que es justamente cuando se realizan los pagos académicos, para cometer su crimen. Los agentes de seguridad afirman que los ladrones llevaban armas de fuego, y fue por esto que fueron reducidos con facilidad. Los efectivos policiales estudian la posibilidad que dichas armas pertenezcan a la jefatura policial de una comisaria del centro de Lima. De ser así el ex capitán S.D.H (52) estaría implicado directamente. Los agentes de la Dirove encontraron dos autos abandonados frente a la universidad de San Marcos en la avenida Venezuela. Posiblemente estos autos hayan sido robados no se pueda tener pistas sobre estos delincuentes, aunque las ultimas declaraciones antes del cierre de esta edición, del capitán Felix Eusebio, podrían ser los mismos asaltantes de las casas, denominados “los finos”, que tienen en su haber siete robos en distintas casas de los distritos más adinerados.”
-¿Crees que nos descubran Al? –me preguntó Diego.
-No, estamos limpios. Disfruta tus cinco mil, cómprale algo a Mafe, vámonos de viaje, olvidémonos de toda esta mierda.
-Si caemos, nos acusaran también por asesinato. No me imagino estar en la cárcel, sería horrible. Ayer me dieron ganas de contarle todo a mi viejo, pero si hacía eso también me fregaba.
-No digas eso ni en broma huevón, no podemos decir nada, ya pasó todo, ya todos han dicho que fueron ellos. Hoy en las noticias de la mañana vi que eran ladrones ya buscados.
Llegamos al departamento, Giancarlo nos había llamado. Ultimamente siempre usaba su palabra favorita: urgente. Allí ya estaban Percy y Bryan y él nos sonrió y nos ofreció cigarros. Todos los periódicos del día estaban sobre la mesa, un cenicero con tres cigarros sin prender y los celulares frente a cada uno.
-Todo salió más o menos ochenta mil. Dividido entre cinco sale a dieciséis ferros. ¡No es de puta madre! –dijo Giancarlo tirando los billetes al aire. Luego se sentó y se puso un poco serio –Ya tengo decidido lo que voy a hacer con mi plata: voy a poner un negocio frente a la San Ignacio, después pondré algo con flores. Ustedes también desaparezcan la plata.
Miré a Diego pero estaba con la vista fija en un punto cualquiera, seguramente pensando en su plata. Yo también pensaba en mi plata, un viaje Grecia, ese que tanto soñaba Mey; un viaje a Hawai, ese que tanto quería Patty; un viaje a Jerusalén, ese que tanto quería mi mamá; pero de mi no sabía nada de lo que quería.
-Otra cosa volvió a hablar Giancarlo botando el humo de su cigarro –sacamos todas las cosas de acá. Ya no va a haber más depa, cada uno a su casa, si nos reunimos será en la casa de Bryan en Naplo. Nos olvidamos para siempre de este depa y con él se van las “entradas” y todo lo que tenga que ver con eso –se paró, trajo unos vasos y un whisky etiqueta azul y nos hizo brindar con él por una época que se terminaba esa tarde de julio.
-Hay cosas de las que uno se arrepentirá durante toda su vida –dijo Percy mirándose el pecho, cinco vasos de whisky encima, borracho –pero de esto nunca me voy a arrepentir, déjenme decirles ¡nunca me voy a arrepentir de esto carajo!
-Salud por eso –dijimos.
Ese día por primera vez nos quedamos a dormir ahí. Al día siguiente despertamos sin resaca, aunque cansados, chinos, despeinados y tratando de recordar la noche anterior. Sacamos todas las cosas del depa, las llevamos a la casa de Naplo. Fui el último en salir del depa, la última mirada, lo vi vacío, solo con su mesita y sus cuatro sillas, ningún cuadro, ni un sillón; no podía creer que habíamos pasado tanto tiempo ahí, que ya todo había acabado. Fue la ultima vez que lo vimos por dentro.
Al día siguiente fuimos a Naplo, las chicas no fueron porque no les avisamos. La verdad que la pasamos muy bien, corrimos, jugamos fulbito como antes, silbamos a cuanta chica pasaba, fuimos al Regatas, por primera vez vi como surfeaba Sofía Mulanovich, era excelente la gringa, simpatiquísima y con una fuerza y decisión increíbles. Fue una pena no poder hablarle, no porque no quisiéramos, si no porque nos moríamos de vergüenza y porque a su lado éramos cualquier cosa surfenado. Volvimos a Naplo, empezamos a conversar de las chicas, de las últimas fiestas, de nada de drogas, de que Percy quería una moto, de cada tontería que había hecho Diego, del concierto de Seis Voltios, de cómo se podía ir a un rave sin meterse una pepa. En algún momento de la conversación me puse a pensar si alguno de ellos había leído literatura últimamente y supuse que no, y que era mejor no comentar sobre eso.
Hicimos tantos planes ese día, invertir en un negocio de los cuatro, y luego una sucursal para cada uno, un buen marketing nos levantaría, nos haría conocidos, después publicidad, un local bien ubicado, dos anfitrionas flaquísimas vestidas de rojo sonriendo a los que venían a comprar, apuntaríamos los cumpleaños de los clientes especiales, haríamos canje con otras empresas, todo estaba ya previsto: seriamos millonarios con lo que además heredaríamos de los viejos. Lo único que me molesto fue que Patty estaba en los planes de Giancarlo y en los míos también.
Unos días después fue el cumpleaños de Romina y todos fuimos a Naplo (aunque queríamos irnos a Cuzco), fue un montón de gente amigos de ella, amigos nuestros, y muchos de los concurrentes estaban medio drogados y nosotros cuidando que no hagan ningún destrozo, porque en el fondo eran buenas personas. Irónicamente yo me seguía juntando con ellos pese a que detestaba ese mundito, pensaba en salirme de la universidad en cualquier momento, poner mi negocio y vivir tan fácil como podía al lado de Patty, al lado de Mey, con cualquiera que comparta mis sueños, que quiera viajar a Islandia, que me abrigue. Definitivamente estaba borracho.
Unos días después saliendo a la universidad en el carro, apareció un hombre con polo negro, casaca jean y unos pantalones blancos; medio cholón además y con pinta de ir a jugar fulbito los sábados.
-Buenos días ¿es usted Alfonso Rivarola?
-Soy yo, ¿qué se le ofrece?
-Lo sabemos todo señor, los robos, la Católica, todo. Debería entregarse, le puede ir peor –dijo dando media vuelta.
-¿Quién es usted? No sé de qué esta hablando.
-Sí lo sabe, no se haga señor Rivarola.
-¡Voy a llamar a la policía, no se mueva!
-Llamela señor Rivarola, lo invito.
Me metí al carro y me fui sin hacerle caso. Mis manos temblaban, sudaba, miraba por el espejo retrovisor por si algún auto me seguía. Llegué en media hora a la universidad, manejando por calles de una sola vía, pasándome dos luces rojas y casi matando a dos mercachifles. Busqué a Giancarlo en la rotonda de letras, no lo encontré. Traté de calmarme, de escuchar las clases normalmente, como si nada hubiese pasado, pero ese hombre no salía de mi mente. Buscaba posibles respuestas, sería tal vez un amigo de Juanito, un compinche de los que matamos en Pachacamac.
Al salir de la universidad fui hasta el depa de Miraflores, en realidad no se que me impulso a ir pero al llegar a la esquina vi al mismo hombre de la mañana junto a dos más, de porte militar. Pase embalado por delante de ellos y me fui a casa de Giancarlo.
-¿Qué hay León?
-No sabes lo que ha pasado Giancarlo –dije cerrando la puerta y mirando por la cámara que tenía instalada.
-No me digas, ¿te preguntaron algo unos tipos? –preguntó serio mirnado por la ventana.
-Fue uno solo. ¿Qué está pasando?
-No sé, a todos nos han interrogado, a mi dos en la mañana y hay uno frente a la casa rondándonos.
-Hay que llamar a la policía.
-Saben lo que hemos hecho o la menos parecen saberlo. Lo mejor será hablar con ellos a ver qué quieren.
-¿Cómo hacemos eso?
-Hay que dejar que sigan con su juego, saber algo más sobre ellos. Tenemos que saber quiénes son.
-Tal vez es un amigo de Juanito.
-Juanito está en Europa. Voló apenas pudo, eso debimos hacer nosotros también.
-Podriamos decir que fue él.
-¡Callate! No ha pasado nada, olvídate del tema. Nadie hizo nada entiendes –dijo casi gritando.
-Esta bien. Pero creo de que deberíamos reunirnos.
-Tampoco. Cada uno por su lado, con lo de la Católica murió todo, ¿entiendes? Ya no hay más reglas, ya no más Naplo. Algo salió mal y no quiero arriesgarme por ustedes.
-¿Entonces que?
-No sé huevón, yo me largo del país, de paso estudio algo bueno por allá. Tal vez sea Londres.
-Entonces suerte –dije muy resentido. Me di cuenta que no era un amigo después de todo, luego pensé en Patty –¿Y Patty?
-No creo que quiera venir conmigo.
-Me voy a mi casa “amigo”.
-No seas resentido León, sabes que si pasa algo tu viejo te sacará. ¿Por qué no vienes conmigo? Dejamos de lado todo y nos cogemos a dos inglesas buenotas. Habla ¿Qué dices?
-Lo voy a tener presente Giancarlo.
Fui a mi casa y vi al tipo que vigilaba la cuadra. Seguí de frente mirándolo a los ojos, quería mostrarle que no le tenía miedo. Llamé a Diego pero no me contestó. Intente con Percy y Bryan, pero fue lo mismo. Estaba solo, me arrepentí de haber hecho todas las cosas que hicimos juntos, comencé a darme cuenta que al final todo se descubriría y que todos nos iríamos a la cárcel. Pensé en huir, en escaparme a otro país, en dejar de lado todo como había dicho Giancarlo, comenzar de nuevo donde nadie me conozca. Estaba decidido, me iría con Giancarlo a Londres, tal vez con Mey, así ella por fin podría publicar sus poemas, tal vez con Patty, nos compraríamos una casa, tomaríamos el té y ella perfeccionaría su ingles.
Todo en la universidad había salido bien, las clases aún seguían siendo aburridas, la gente sentada en la rotonda de letras siendo tan felices de ser chicos bien. Caminaba solo, iba a la biblioteca, leía todo lo que podía, hasta yo mimos me di cuenta que había cambiado, para bien definitivamente, porque empece a ver las cosas de diferente manera, ya no me sentía un pituquito más.
Unos días después. Diego llegó a mi casa. Lloraba como un niño y temblaba. Lo tiré en la cama pero no lograba calmarlo.
-Son policías –dijo por fin angustiado, sin dejar de llorar –son policías huevón, nos van a meter a la cárcel.
-¿Cómo sabes que son policías? –pregunte nervioso mirando por mi ventana hacia la calle, empecé a temblar.
-Me lo dijeron, tenían su placa, dicen que ya saben que somos nosotros. Me habló de Percy y de Bryan.
-¡Carajo! Ahora si estamos cagadas. Para colmo el maricón de Giancarlo no nos quiere ayudar, dice que cada uno por su lado.
-Me dijeron que si ayudaba me iban a ayudar.
-No seas maricón Diego –dije cogiéndolo por los hombros –no puedes tirarnos dedo, eso nunca huevón. Ya planearemos algo y saldremos bien, tenemos que estar juntos huevón.
Diego me abrazó y volvió a llorar. Yo tenía miedo, no por la cárcel, si no por la vergüenza que iba a sentir mi familia cuando se entere.
Nos reunimos con Percy y Bryan unos días después, fue imposible convencer a Giancarlo, solo éramos los cuatro. Pensamos en echar toda la culpa a Juanito, que había chantajeado a Giancarlo, que nosotros nos habíamos visto obligados a ayudarlo. Definitivamente tendríamos que decirles a nuestros padres, ellos podrían ayudarnos.
La vigilancia siguió en la cuadra, siempre los mismos hombres, el de bigotes, el de porte militar y el no tan alto. Encontraba en mí auto varios papelitos, mensajes de ellos, “entrégate”, “estamos cerca”, cosas que me hacían temblar de miedo, pero a la vez me daba cuenta que solo eran amenazas. Nunca hablaron con mi familia ni dejaron mensajes en la casa, todo era directamente con nosotros. Por nuestro lado seguíamos reuniéndonos en una tienda de hamburguesas de lince, siempre después de clases. Llegamos a la conclusión de que los tipos solo querían asustarnos, que no tenían pruebas de nada y que con el tiempo se aburrirían y nos dejarían en paz. Por un tiempo la cosa se calmó bastante.
Cuando regresé con Patty de mi fuga, todo había cambiado, no más vigilantes, no más mensajes, todo parecía haber acabado.

El capitán Ventura deicidio investigar pese a las amenazas del capitán. Sentía que era su deber desenmascarara los hijos de la cúpula limeña. Tal vez pensaba que así estaba haciendo algo bueno para el Perú, de que demostraría que nadie tenía corona. Los sub alternos, Minaya y Pérez pensaban en su ascenso, los otros dos pensaban en la fama, que la cuando atraparán a los muchachos sería como la caída de un terrorista famoso y que aparecerían en el programa dominical de las ocho, dando declaraciones y la gente los reconocería por las calles y los saludarían, que sus amigos de provincia dirían orgullosos de que habían estado en el mismo colegio, dirían alzando la cabeza, “él era parte de la escolta y siempre fue muy patriota.”
El teniente había planeado todo: había estudiado a cada uno de los chicos, su seguimiento empezó por el hijo del ministro, sabia que si tenían que caer, debería ser por el que tenía más peso. Las primeras semanas fue solo pasear por los alrededores de sus casas, horas de salida, horas de entrada, el camino que tomaban para ir a la universidad, quienes eran sus amigos, dónde vivían sus enamoradas y dónde se reunían. Fue ahí que descubrió el departamento de Miraflores, pero cuando los muchachos lo abandonaban y desocupaban para llevarse las cosas a la playa.
El seguimiento había empezado a raíz del robo de la Católica, el teniente luego de recibir el informe de Minaya, desplegó a sus subalternos.
-Teniente, podríamos hablar un momento –dijo Minaya apoyado en la puerta de la oficina y con un folder de manila en una mano.
-Pasen –dijo el teniente con voz ronca –¿alguna novedad?
-En realidad no teniente –dijo Pérez entregando los papeles –este es el informe antiguo, de todos los lugares que frecuentan,
-¿Pero cómo? –dijo el teniente emocionado –este no me lo habían dado antes. Magnífico.
-El nuevo punto de reunión es una tienda donde venden comida al paso, en lince. La calle es Mateo Pumacahua, cerca de Castilla.
-Magnífico, magnífico. ¿A qué hora se reúnen?
-Mayormente en las noches, plan de nueve o diez. El hijo del arqueólogo se ve frecuentemente con el hijo del economista. El único que no se muestra es el hijo del Ministro, parece que se ha dado la fuga. Es imposible vigilarlo con la seguridad que tiene.
-Bueno esta bien. ¿Qué más averiguaron?
-Nada más mi teniente –dice Minaya con un pequeño gesto de vergüenza, pero que en realidad era orgullo.
-Eso está perfecto muchachos –dice el teniente levantándose y palmoteándoles las espaldas. Era su primer gesto amable en semanas.
El teniente volvió a su casa leyendo las siete hojitas bond impresas en computadora; cada vez que leía los nombres sonreía de felicidad, miraba al pasajero que iba a su lado y se reía con él. Cuando llegó a su casa no esperó que su mujer le dijera algo, la levantó en vilo, como no lo hacía en diez o doce años por lo menos, pensó ella alegre, y subieron por las escaleras de cemento hasta su cuarto, que por primera vez en años, no se veía tan simple con una cortina en vez de puerta y con un espejo de carro para maquillarse.
-¿Gordito, a qué se debió tu detalle? –dijo ella aún pisando nubes, tendida en su cama mirando las telarañas del techo.
-Ya está chola, cayeron. Solo falta que Eusebio presente los papeles. Pero el esta empecinado en que no debe pasarles nada a esos chicos.
-Gordo –dice ella acariciándole el pecho –¿pero tú crees en verdad que sean ellos los ladrones?
-Solo falta que Eusebio apruebe este informe. Aunque en verdad sería mejor presentárselo al Mayor.
-Ay cholo, porque esos chicos deben estar bien amarrados.
-¿Amarrados? –dice el teniente sentándose de improviso –Claro, claro, deben estar amarrados. Pero igual no pueden quedar así.
-¿No sería mejor presentar el informe a un periódico o un canal de televisión? Algún enemigo deben tener sus papás ¿no?
-¿Amarrados... van a caer amarrados o como estén, no pueden robar tanto y salirse con la suya, suficiente con sus padres.
-Ay gordo bigotes, deja de pensar en eso y descansa.
-¡Eso es negrita! –dice volviendo a echarse y besándole la frente –vamos a hacerles creer que ya nos cansamos de seguirlos. Y cuando menos se lo esperen estaremos allí para atraparlos.
-Gordo ... ¿y si se van del país?

-Amor, algo te pasa, lo sé, aunque no me lo digas lo sé. Puedes mentirle a los demás, puedes mentirte a ti mismo, pero a mí no –Mey me miró como asustada, preocupada, sus ojos buscaban algo en los míos, los míos estaban en los suyos, ocultando lo inevitable.
-No Mey, no me pasa nada.
-¿Puedes decirme que es lo que hacían ustedes todo este tiempo? –preguntó seria. Me di cuenta que ya se había dado cuenta, nos había visto.
-Mey te juro que no es nada, solo que Giancarlo me ha encargado estar mas pegado a Patty, no es nada.
-¿De qué hablas? –dijo ella con sorpresa dejando de lado sus poemas.
-¿No me preguntas por Patty?
-No, yo he hablado con Giancarlo, me dijo que no me preocupe por eso, que él te pidió que estuvieras más tiempo con ella. Yo me reifero a qué hacían ustedes los chicos, Bryan, Diego...
Se quedó mirándome, mi rostro se había llenado de alivio, aunque su pregunta era aún más grave de lo que parecía, yo me sentí alegre y hasta sonreía porque no se trataba de Patty.
-¿Me vas a contestar?
-Amor –le dije hipócritamente, aprendí de Giancarlo –es algo de chicos, no creo que debas saberlo. Pero no hicimos nunca nada con ninguna chica si a eso te refieres.
-Yo confió en ti, pero me gustaría saberlo, que no haya secretos entre nosotros, somos enamorados y yo siempre te cuento todo –dijo acariciándome y luego besándome. Entonces vi que sobre su escritorio había un libro de Balzac: “La muchacha de los ojos de oro”.
-Ese libro lo he leído hace poco –dije mintiendo.
-¿En serio? –dijo ella emocionada, cambiando por completo, sus ojos brillaron y cogió el libro –me encanta esta novela, muy romántica, muy descriptiva y bastante triste, muy pero muy francesa.
-Bueno –dije leyendo la contratapa –aunque pienso que el amor a primera vista es difícil de encontrar. Creo que no existe.
-¿No existe? –dijo ella exaltada. Abrió el libro y me leyó algunas lineas, me emocionada verla así. A veces pensaba que estaba enamorado de las dos, pero en aquellos momentos era Mey la que me robaba el sueño.
-Te quiero mucho princesa –dije besándola, me abalance sobre ella y terminamos nuevamente echados, buscando la mejor posición. Amaba a Mey, lo sabia. No existía Patty en ese momento, ahí solo reinaba mi princesa, ella decidía, ejecutaba y decía lo que quería, yo solo era un juguete de sus caprichos y me encantaba ser su juguete.
Trataba inútilmente de olvidarme de Patty. Habían días en que ponía pretextos para no llamarla y pasaba más tiempo con Mey. Aconsejaba a Giancarlo de vez en cuando que la saqué a bailar, que la sorprenda, que trate de reconquistarla. Todo fue en vano.
-Voy a terminar con Patty –dijo Giancarlo –con todo lo que ha pasado y con su actitud de mierda, creo que es lo mejor.
-¿Estás loco? –dije confundido por la nueva libertad de Patty.
-Sí huevón, es lo mejor alucina –dijo dándome una palmada en el hombro y caminando hacia su clase.
-Patty Giancarlo va a terminar contigo –dije un momento después.
-¿Si? Qué bien. Todo sale como lo hemos planeado. ¿te dijo por qué lo hacía?
-No me ha dicho nada.
-Te noto raro lovely, ¿qué te pasa?
-Es solo que me ha chocado un poco la noticia.
-¿Vas a venir?
-Salgo a las ocho, podría ir a las diez a tu casa.
-No me importa, necesito verte.
-Esta bien, a las diez estoy en tu casa.
Pensaba en todo lo que ocasionaría el que Giancarlo termine con Patty. Me preocupaba el hecho de tener que terminar Mey, justo cuando las cosas estaba andando mejor. El problema era cuál me gustaba más. Mey era simplemente la chica perfecta, estudiosa, tenía varios sueños que empezaba a compartir conmigo, era rubia, lindísima, flaca y muy cariñosa. Patty no leía mucho, pero tenía una buena presencia: sus ojos escondían secretos que solo me los contaba a mí, todos se morían por ella, y ella (en el fondo), no despreciaba a nadie. Detrás de su escudo de chica pituca escondía a la chica más tierna, linda, graciosa y preocupada por el bienestar de los niños pobres; se vestía bien, bailaba bien, podía ir a Francia y vivir como una bohemia si yo se lo pedia. Era injusto lo que me pasaba.
-¿Lovely estas bien?
-Patty no sé.
-Dime –dijo mirándome con sus ojos verdes, tristes, seguramente ya lo sabía -¿Tienes miedo? Lo sé, estamos mal, los dos. Yo te lo dije en la playa, pero tu me seguiste. ¿Quién te entiende? No sabes lo que quiere, y sí, tienes razón, yo tampoco se lo que quiero, pero al menos se lo que no quiero y no quiero seguir con Giancarlo porque me he enamorado de ti.
-Tu también me gustas mucho.
-¿Puedes decir algo más que solo “me gustas mucho”? –dijo ella triste, ofendida –no, mejor no digas algo que no sientes.
-Eso es Patty, no se lo que siento. Cada vez que te veo, me da ganas de acariciarte, de abrazarte de protegerte y quererte.
-¿Sientes lástima por mi? –preguntó con la voz casi sin aire. Los ojos se le llenaron de lagrimas, la abracé y quise ponerla en mi hombro, ella me rechazó y no dejaba que la toqué.
-Jamás sentiría lástima por ti. Lo que quise decir es que solo pensar en todo lo que pasará me da miedo.
-¿Miedo a qué? ¿Acaso soy un monstruo?
--No, no es eso, escúchame. Me gustas un montón, me da miedo dejar a Mey, y que luego todos nos odien, que nadie nunca más nos vuelva a hablar, que nos desprecien nuestros amigos.
-Pero eso es justo lo que quisiera que pase. Alejarme de esta farsa. Que cada vez que alguien me mire no diga “oh, que linda Patty, oh, cuanta plata tiene”. Quiero volver a empezar, como todo el mundo. Tú me hiciste ver eso, que si se puede empezar de cero, no quiero terminar como una vieja snob, rezando todos los miércoles, tomando un té este jardín como mis padres. Hay que irnos lovely, hay que irnos lejos.
Se quedó mirándome, esperando que le diga algo. Pensé en Bryce, en Ribeyro y Vargas Llosa y pensé en París. Tenía bastante plata, podía irme con Patty, dejar todo de lado, volver a empezar junto a ella, dejaría a Mey, tendríamos dos hijos, uno pintor y una bailarina, tal vez un perro o un gato, nunca una tortuga o un pecesito.
-Vámonos Patty –dije abrazándola y besándole las manos –vámonos lejos, así no habrían miedos, no tendríamos que escondernos en tus columpios. Vámonos, nos casamos allá y somos felices.
-Estoy hablando en serio.
-Yo también Patty, te lo aseguro.
-Entonces te creo. Siempre te creo aunque se que es una mentira. Te mientes y te haces la idea de que la mentira es verdad y la verdad es mentira ¿no?, pero te creo. Nos iremos en agosto. Pero tenemos que casarnos antes. Nos tenemos que ir casados.
-Esta bien Patty, casados, con anillos en los dedos.
Unas semanas después Patty y yo nos escapamos de nuestras casas. Eran las cinco de la mañana de un veinte de julio, yo saqué el carro y llenamos el tanque. No teníamos rumbo, ni siquiera maletas, solo sabíamos que teníamos que irnos por un tiempo. No me interesaba estar buscado por esos narcos, no me interesaba Mey ni mis padres y mucho menos los chicos. Lo único que me preocupaba era Giancarlo.
-¿Dónde vamos exactamente sweety?
-La verdad no lo sé –le dije. Unos minutos después hicimos una parada en la carretera para tomar desayuno. Al comienzo Patty tenía cara de repulsión a ese platito de chicharrones con plátano y un taza de loza con leche fresca, pero una vez que limpió el tenedor con su servilleta comió como si estuviera en Starbucks. Después me miró se paró y se sentó en mis piernas. Nos besamos y yo me sentí el hombre más afortunado.
-Estamos locos.
-Estamos locos Patty, ni siquiera se de qué vamos a vivir.
-Es solo hasta el viaje. Todo saldrá bien vas a ver.
La abracé y por primera vez quise trabajar todo lo que podía para complacerla y hacerle sentir como una princesa. Decidimos ir hasta Ayacucho, ahí nos íbamos a casar, porque fue ahí, en una semana santa donde ella se dio cuenta que le gustaba. Ella quería casarse con polleras, de una manera autóctona. Yo solo quería casarme con ella. Hablaría con el alcalde que felizmente no conocía a mi padre, le pagaría algo para que lo haga más rápido, alquilaríamos una orquesta y celebraríamos a lo grande. Nunca pensamos cuántos días duraría nuestra fuga ni cuanto gastaríamos.
Nos casamos una semana después, los testigos fueron los dueños del hostalito donde nos habíamos hospedado. La ceremonia fue rápida, mil soles al alcalde que se había hecho bastante amigo nuestro, quinientos para una hora de la orquesta, doscientos en cerveza y trescientos para un carnerito y la comida. Celebramos en la casa del alcalde, con su esposa y unos señores que me llamaban señor Rivarola y otros simplemente Alfonso. Yo estaba feliz de ver a Patty mostrando su aro, orgullosa, con lagrimas en los ojos, siendo felicitada por las señoras, por las hijas del alcalde y yo contento le daba la mano y nos mirábamos tan felices e incrédulos, llenos de esperanza.
Unos días después volví a ver a Giancarlo en la universidad, estaba de lo más normal, conversando con una amiga que conocimos cuando éramos cachimbos.
-Hola –dije dándole la mano y un beso en el cachete a mi amiga.
-¿Cómo estas Alfonso? Años que no te dejas ver –dijo ella mirándome de arriba abajo –me han dicho que eres un pisado y por eso no puedes salir. ¿Es verdad?
-Claro que no –dije ruborizado. Giancarlo miraba hacia otro lado como si la conversación no le importara.
-¿Cómo están todos? –preguntó por fin, pero sin mirarme.
-Como siempre, uno poco menos preocupados porque ya no hay vigilancia.
-Sí, lo sé.
-¿Oigan chicos qué pasa? –preguntó ella confundida.
-No pasa nada –respondió él muy seco y luego le dijo como ordenándole que ya tenían que irse.
-¿A dónde van? –pregunté parándome también.
-Vamos a tomar unas cervezas al frente para celebrar que aprobamos todo, ¿quieres ir?
-Claro, yo también aprobé todo –dije fingiendo emoción. Noté que Giancarlo nos había puesto mala cara –pero mejor no, creo que ustedes están en un plan medio extraño.
-Nada de eso sonso, vamos pues, por los viejos tiempos.
-Vamos León, ya la cagaste, así que caballero.
Salimos de la universidad y llegamos a uno de los locales donde solían ir todos los chicos. Yo fui el primero en pedir dos cervezas grandes. El local estaba vacío, eran como las cuatro de la tarde y solo nosotros tres estabamos ahí. Ella se paró y pidió que prendan la rocola porque quería escuchar música, porque como ella misma le dijo al chico, no había ambiente. Cuando prendieron el aparato, ella escogió una canción de Bob Marley y luego se acercó a la mesa bailando lento.
-Could you be love... and be love. Ay chicos que aburridos están. No sé preocupen porque ahorita esto se va a llenar.
Me sentía incomodo por Giancarlo, no hablaba, parecía como amargo conmigo. Pedimos dos cervezas más y Giorgina era la que tomaba más que nosotros y por su puesto estaba mucho mas alegre que un payaso, ponia canciones, bailaba frente a nosotros, cantaba moviendo su vaso de un lado a otro al ritmo de la canción y nos abrazaba pero más a Giancarlo.
Empezó a venir más gente, había un grupo de varios chicos de derecho en una mesa de al lado, eran ya como las seis y de pronto el local se veía lleno, yo me fui al baño y aproveché para llamar a Patty, le dije que estaba con Giancarlo que era muy urgente que me quede con él, y ella lindísima me dijo que no importaba que me extrañaba mucho. Al regresar a la mesa encontré a Giancarlo besándose con Giorgina, sobre la mesa tres cervezas llenas, en realidad me alegre por que se estuvieran besando, así él olvidaría más rápido a Patty y todo sería más fácil.
-No les dije que estaban en plancito.
-Cállate mañoso –dijo ella sonriendo muy coqueta. Podría decirse que estaba al extremo de la borrachera. Giancarlo ni me miró, solamente seguía con su vaso a medio llenar.
-¿Vas a tomar o qué? –dijo en tono mandón.
-Yo me sirvo, no soy “maricón” –respondí, enfatizando la palabra maricón.
-No te piques León, siempre has sido una niñita caprichosa.
-Al menos no soy tan maricón de dejar a mis amigos.
-¡Muchachos! –dijo ella cogiéndole la mano a Giancarlo –Cálmate ¡okay? Tu también Alfonso.
-¡Salud! –dije levantando mi vaso, él también levantó el suyo y antes que giorgina haga lo mismo chocamos los vasos hasta casi romperlos.
-Por todas las “entradas”.
-Por toda esa mierda –le dije sonriendo.
-Y por giorgina claro está.
-Y por Patty, la más linda de todas ls chicas –dije levantando el vaso aún más. Giancarlo bajo me miró fijamente, sin pestañear.
-¿Qué dijiste?
-Por Mey –dije nervioso.
-Dijiste Patty sonso –dijo ella empeorando aun más las cosas -¿Así que tenías tu calentado?
-Callate cojuda –le dijo él amargo sin mirarla –¿Con que habías sido tu el pendejo? Debí imaginármelo, un imbécil como tú solo podría hacer eso. Y yo como huevón confiando en ti.
-No sabes lo que estás hablando Giancarlo, estas borracho, así que callate.
-¿Quién chucha te crees para callarme? –dijo parándose.
-Giancarlo tranquilízate –le dijo Giorgina.
-Mejor me voy Giorgina –dije despidiéndome de ella, pero Giancarlo me empujó antes que pueda reaccionar. Desde el suelo me defendí y empezamos a insultarnos diciéndonos todo tipo de cosas, hasta que estuvimos cara a cara ya más calmados.
-¡Alfonso ya vete! –gritó Giorgina.
-¿Por qué te pica huevonazo?
-Eres un hijo de puta, malparido.
-Lo que quieras, pero estoy casado con Patty –dije mostrándole el aro que llevaba en el dedo. Él me tiró un puñete que me hizo caer, me levante y nos fuimos a golpes contra la mesa, los chicos de derecho se pararon y trataron de separarnos, Giorgina gritaba como loca y no sabía qué hacer, se le había pasado toda la borrachera, mientras, Giancarlo seguía dándome puñetes en todo el cuerpo y yo trataba inútilmente de darle aunque sea uno. Necesitaron ocho chicos para separarnos, a mi me agarraban dos y a él seis.
-Maricón, eso es lo que eres –le dije.
-Cállate imbécil. De esta no te vas a salvar huevón.
-Tu tampoco. Te jodiste porque te vamos a tirar dedo imbécil. A ver quién se caga pues.
Giancarlo me miró con los ojos llenos de rabia y de decepción. No se le veía derrotado, era como si solamente estuviera descansando, juntando energías para contra atacar, pero no lo hizo. Solo volvió a mirarme con una sonrisa atemorizante. Mientras tanto Giorgina y otros dos chicos que no conocía, me llevaban hasta mi carro y ella se quedó ahí hasta que me vio lejos.
Llegué a mi casa y me di cuenta de la estupidez que había cometido. No solo me había involucrado, si no que a Patty y mis amigos también. ¡A Patty!, que sus padres no sabían nada de nuestro matrimonio y que pensaban que la fuga había sido un campamento con las chicas del colegio.
Llamé a los chicos y les pedi que nos veamos con urgencia en mi casa. Tenía que contarles lo que había pasado con Giancarlo y además que me estaba casado con Patty. Todos llegaron a las diez de la noche.
-¿Qué pasó? –preguntó Diego cuando vio que tenía la cara llena de golpes, pero no dijeron nada más hasta llegar a mi cuarto.
-Hubo una pelea con Giancarlo –dije. Me di cuenta que tenía el labio hinchado y una ceja partida cuando me miré al espejo.
-¿Por qué? –dio Bryan acercándose –¡Mierda te sacó la mugre!
-Primero que nada quiero que sean mis patas y me escuchen. No juzguen nada antes que les cuente toda la verdad.
-Te escuchamos –dijo Diego sentándose en mi cama, yo me quede parado, no sabía por donde empezar.
-No sé por dónde empezar, pero en fin, la pelea fue porque empecé a decirle que era un cobarde por habernos abandonado. Después la conversación se desvirtuó y tuve que decirle. Todo está en desorden en mi cabeza, creo que debí empezar diciéndoles que Patty y yo nos hemos estado viéndonos a escondidas, porque estamos enamorados.
-¿Patty? –preguntó Percy asombrado –¿Patty Frey?
-Sí –dije con voz apagada.
-Pero, ¿cómo? ¿cuándo? –preguntó Diego parándose.
-¿Y qué pasa con Mey?
-Mey no lo sabe aún, pero la relación acabó hace bastante tiempo.
-Eres un huevón –dijo Diego como loco –¿cómo se te ocurre estar con la enamorada de Giancarlo? Yo jamás podría estar con Nasha, Romina o Mey, eso no es de amigos, estás loco huevón.
-Les pedí que me escuchen. Sé que es difícil aceptarlo, pero yo no he tenido la culpa. Las cosas se dieron, yo no escojo de quien me enamoro o de quien me voy a enamorar.
-En eso tiene razón.
-Pero Percy, date cuenta. Yo soy tu amigo Alfonso, pero no te pases, has traicionado a Giancarlo que es tu amigo, y además a Mey. En realidad nos has traicionado a todos.
-Perdón –dije. Las lagrimas empezaron a salir por si solas, todos tenían razón para molestarse conmigo.
-No tienes que pedirnos perdón –dijo Bryan abrazándome –en algún momento nos tocará pasar por lo que estas pasando, ahora no sabemos comprenderte, es por eso que Diego reacciona así.
-Gracias.
- Tampoco digo que lo apruebo.
-Entiendo –miré a Diego pero él no me miraba.
-Bueno y al final ¿qué pasó con Giancarlo?
-Hay algo más que debo contarles –dije sacando el aro de mi velador y se los mostré. Rápidamente entendieron de que se trataba, sus caras de asombro hablaban por ellos y el primero en pararse a abrazarme fue Bryan, luego Percy me felicito y Diego de mala gana me abrazó también.
-Eres un cabro –dijo Bryan –nos hubieras avisado.
-Tod fue muy repentino, discúlpenme –dije emocionado.
-Creo que aún no es tarde para celebrar, aunque tendrás que darle muchas explicaciones a las chicas.
-Hoy solo celebraremos nosotros Diego, ya habrá tiempo para avisarles a las chicas.
Salimos todos en los carros, fuimos a un local de Miraflores y yo llamé a Patty para que también vaya. No le conté que los chicos sabían para que sea una sorpresa. Cuando llegó, lindísima y oliendo a flores, se sorprendió de ver a los demás, cada uno con una cerveza en mano y haciéndome un brindis. Al verla me paré y le dije al odio que se los tuve que confesar. Ella sonrió tímida, preocupada y avergonzada y se acercó a la mesa como quién no quiere la cosa. Los chicos, uno a uno empezando por Bryan, la abrazaron felicitándola y ni si quiera tuvo tiempo de decirles gracias porque ya la estaban haciendo tomar su primera cerveza de casada. Los chicos me abrazaban, ya estabamos un poco mareados, Patty no sabía si sonreír o meterse bajo la mesa, mientras yo trataba de calmarla y le hacía cariños que ella sutilmente rechazaba por sentirse incomoda y los chicos seguían pidiendo más cervezas para los recién casados y los brindis iban y venían y nosotros respondíamos con salud, por ustedes, por nosotros por cualquier cosa.
Salimos del local como a las dos de la mañana, yo acompañé a Patty hasta su casa y de ahí regresé a dormir a la mía, entre una confusión de emociones y sentimientos.
Tenía que hablar con Mey, aunque ella ya suponía el final. Era demasiado inteligente para no darse cuenta, pero no sabía que reacción tendría al saber toda la verdad. No quería verla sufrir por mi, no quería que me odie, habíamos pasado dos años maravillosos juntos y sabía de que significaba algo importante para ella. Ella era fuerte, estaba seguro que se repondría rápido y que quizás se casaría con un estudiante de literatura o tal vez viaje a Francia y se casé allá con algún tipo llamado Thierry y vuelva unos años después a manera de excursión para que sus hijos Sebastièn, Camile et Patrick, conozcan ese país que sonaba tan lejano, donde nació su merè.
Volví a estremecerme en mi cama, pensaba que lo había hecho todo mal, realmente era una mala persona. Por unos momentos me olvidé de las entradas, de los narcos que nos perseguían, de que matamos a los amigos de Juanito. Quería retroceder el tiempo, volver a tener catorce, nunca haberme quedado mirando el mar aquel día, haberme casado con Mey cerca de una catarata, no sentir la vergüenza que me llenaba cada vez que pensaba en Romina y las demás chicas, en mis padres. Abría los ojos y me daba cuenta que en cualquier momento todos se enterarían y nos señalarían con el dedo, la pobre Patty sufriría lo mimos que yo y nuestros hijos tal vez nazcan con cola de cerdo, se vuelvan locos inventores o promotores de guerras.
En verdad empezó mucho antes de lo que esperábamos, los chicos se habían alejado de Patty en la universidad, ella lloraba en mi hombro pero jamás me dijo que se arrepentía. Decidimos adelantar el viaje antes que comiencen las vacaciones. Le conté a mis padres sobre el matrimonio, pero se tardaron dos horas en entender que no había sido con Mey de la Roca, sino con Patricia Frey, hija de Gonzalo y Martha. Mi mamá no solo me odió porque había sido compañera de promoción de la mamá de Mey, sino que dejó de hablarme hasta el día del viaje. Mi padre andaba tan ocupado con el nuevo cargo que le estaban dando que se limitó a darme mil dólares y felicitarme por haberme casado. Con los padres de Patty fue mucho más difícil, decidimos que un almuerzo incluyendo a los padres de ambos sería la mejor manera que nos acepten, pero cuando llegó el día, nadie acudió.

-Señor, no estamos avanzando.
-Ya lo sé Minaya ¿a qué viene ese comentario?
-Señor, creo que debemos cambiar de estrategia, presionarlos más.
-No sabe lo que dice Minaya, estamos en eso desde hace meses y por si no lo ha notado ya hemos hecho todo lo posible, sin contar que el capitán se ha lavado olímpicamente las manos con este asunto, y el Mayor ni qué decir. Tenemos a toda la jefatura en contra Minaya.
-Señor, creo que podemos hacer un acercamiento con Diego Del Solar –dijo Pérez, sentado frente al teniente había estado esperando el momento adecuado para intervenir.
-¿Por qué cree que ese chico Del Solar nos puede ayudar?
-Señor, analizando las veces que hemos dejado los mensajes y al intervenirlos, fue el único que sobreparó de una manera accesible, al menos sabemos que cambió su camioneta roja, que fue el vehículo que usaron para los primeros robos.
-¿Eso que tiene que ver Pérez?
-A eso mismo voy señor, tenemos pruebas casi concretas que su auto fue atacado la vez que quedó uno de ellos herido. Solo tenemos que tener el testimonio del vigilante que no será muy difícil de conseguir.
-Pérez, Minaya –dijo el teniente un poco desanimado –vean que estos muchachos en realidad son los hijos de papá ¿entienden? No los vamos a poder agarrar nunca porque están hasta los dientes de vara. Lo máximo que recibirán será uno o dos fines de semana sin salir. No son criminales.
-Señor, creo que se equivoca, señor.
-Yo pienso igual señor –dijo Minaya como rogándole.
-El capitán ya nos advirtió que no sigamos con el caso, creo que es lo mejor dejarlo así. Han pasado meses y no tenemos nada. No podríamos entrevistarnos con esos muchachos en la jefatura y seguramente en ningún otro lado. Es caso perdido.
-Señor, usted fue el que nos pidió hacer todo el seguimiento, estamos cerca, solo déjenos hacer el trabajo, en todo caso, usted solo hágase de la vista gorda o mándenos a hacer cualquier otra diligencia y nosotros nos encargaremos de todo. Si pasa algo nosotros seremos los responsables.
-No puedo hacer eso Minaya –dijo el teniente mirando al vacío –En todo caso, ¿Por qué quieren hacer esto?
-Es el deber mi señor.
Las primeras semanas estuvieron tan metidos en hacer un nuevo seguimiento pero desde lejos a los muchachos, que incluso sabían los programas de televisión que más les gustaban. Seguían con el plan de llegar primero a Diego Del Solar, y estaban tan seguros que el sería el que hablaría primero que se hizo una constante, estar entre la casa de él y de su enamorada: María Fé Arosemena Ustaroz. Los dos llegaron a la conclusión de presionar por ese lado, hacerle creer que podían decirle toda la verdad solo para ver la reacción del muchacho, aunque la táctica pareció inútil unas semanas después cuando pese a seguir la misma ruta de siempre no lograron en





















-¿Qué te dijo?
-No dijo nada, solo se dio medio vuelta y se fue.
-¿Estás bien? –dijo acercándose y tomándome de las manos.
-Sí, no te preocupes –dije mintiéndole. Los ojos de Mey me acaban de destruir el corazón de la vergüenza. Sentía que toda mi piel estaba embarrada de algo repugnante y que me daba tanto asco que no podía soportarlo y me encerré en un cuarto. Quería que alguien me salve, pero no podía ser Patty, quería escapar de todo, tenía miedo.
Unos minutos después, escuché que Patty llamaba a Mey, se encerró en el baño seguramente tan triste como yo. Su conversación duró más o menos uno hora y media, Patty lloraba todo el rato, supongo que Mey también lo hacia. Tenía tanta pena que no pude evitar llorar junto a ellas, quería ir y decirle a Mey que me perdone, que su silencio me había matado, que solo con un hola me haría muy feliz, que no quería que dejáramos de ser amigos y que siempre, pero siempre, no habría nadie que la ame como yo lo hice alguna vez. Salí de mi casa en busca de cerveza, en realidad fue una excusa para no encontrarme con Patty en ese momento, no quería hablar con ella, no quería saber que habían hablado ni en que habían quedado, no quería saber nada de nada.
Cuando volví, Patty ya había ido a su casa. Mi papá se acercó y me empezó a dar consejos, no aprobaba la relación con Patty, no se lo había dicho yo, pero supuse que había tenido una conversación con ella. Esa conversación en realidad no ayudo mucho porque no tenía las palabras exactas para describirle todo lo que había pasado, mi mente estaba tan distanciada de la realidad que sentía que flotaba en otras cosas y que muy pronto de alguna manera todo se solucionaría y volvería a tener los pies sobre la tierra. Estuve luego un momento en mi cuarto, pensando y recordando, volví a llorar, las lagrimas significaban los dos años que había estado con Mey, su sonrisa, su pelo, su mirada feliz e inocente, siempre pensando en lo próximo que iría a decir, su rebeldía, su franqueza, su pose de amarga cuando ponía las manos en la cintura y miraba con asombro y se le formaba un pequeño cerquillo inesperado, las clases de baile que tuvimos durante el verano, su cara de ángel cuando hacía un globito con un chicle, su manía por las fotos y su pasión por un buen libro. Tenía miedo.
Sin embargo, el viaje ya estaba preparado, nos iríamos el seis de agosto en un vuelo hasta Madrid. Patty estaba tan emocionada, no me lo decía pero se le notaba cuando me cogía la mano, cuando me miraba y trataba de pisar su sombra ingenuamente. Esos días estuvimos tan compenetrados que parecíamos solo uno, parábamos juntos, muy unidos, ella apoyaba su cabeza en mi hombro y me tomaba del brazo, estabamos enamorados después de todo, me sentía tan encariñado con ella que no quería que se acaben esos días mágicos.
-Patty, ¿tienes miedo?
-No, ya no tengo miedo.
-Y si no llegamos a trabajar, si después de todo nos volvemos pobres, no te daría pena que nuestros hijos no disfruten lo que nosotros.
-No importa lovely, nos tendrán a nosotros y nosotros a ellos. Siempre tendremos algo de comer, aunque sea arroz con plátanos.
-Estamos locos, realmente estamos locos.
-Si no seriamos locos seriamos estúpidos cutie.
-Tienes razón. ¿Quién diría que terminaríamos casados y hablando de hijos cuando antes nos evitábamos? Definitivamente no creo en el destino.
-¿Por qué? Yo creo que el destino actuó perfectamente. De hecho que tardó un poquito, pero valió la pena –dijo mirándome coqueta.
-Me gusta tu forma de ver las cosas.
-¿Y al final que vivimos lovely? ¿Esto es la mentira que se volvió realidad?
-Es algo que no sé. Creo que estamos en duda.
-¿En duda? ¿Cómo que en duda?
-A veces no creo que estamos casados, que tus padres no hayan mandado a anularlo, que nos vayamos a Londres en una semana, que no sepamos que nos depara el destino. Todo me parece una locura.
-Entonces es la mejor locura que estamos haciendo. Sé que si me lo hubieras dicho hace un año te mandaba a volar.
-¿Y ahora por qué sí?
-Por que te amo.
-¿Qué? –le dije alegre, era la primera vez que me lo decía. Ella se puso roja y sonrió.
-Callate –dijo empujándome. Yo la abracé y nos besamos.
Al día siguiente fuimos a comprar ropa, esa semana empezamos a hacer todos los preparativos del viaje. Sabíamos que mucha gente conocida nos veria, y eso la puso un poco nerviosa. Yo baje del carro, le di la mano y un beso en la frente, ella me apretó fuerte y me volvió a decir que me amaba, y entramos al lugar. Tratábamos de no mirar a las personas, pero no nos escondíamos ni parecíamos tristes, incluso cuando nos probamos las casacas, ella salía y me preguntaba qué tal le quedaban, y yo le decía que todas iban con ella así que decidimos llevarlas todas, unos guantes y muchas cosas para invierno, pese a que la señorita que nos atendió nos dijo que en Londres era verano en esa época del año. La verdad, habíamos pensado en cargar todo a la cuenta de la tarjeta, y una vez fuera de Lima nunca más pagarla. Ninguno se atrevió.
-Lovely? –dijo cuando entramos al carro.
-Dime.
-Me gustaría emborracharme por una vez. Quisiera sentirme mareada, olvidar todo lo que está pasando, reírme de la nada. En verdad me gustaría hacerlo contigo. ¿Puedes hacerme ese favor?
-Claro mi amor –le dije animado, aunque en verdad me pareció que Patty se estaba arrepintiendo de todo –¿Qué quieres tomar?
-Chela... cerveza –dijo entusiasmada.
-¿Chela? –le dije sonriendo. Patty no era de las personas que usaban ese tipo de jergas, siempre era muy refinada, muy elegante.
-¿Sabes qué? –dijo luego de un momento –me hubiera gustado llamar a los chicos, poder tomar con ellos como antes.
-Lo sé mi amor, pero no se puede.
Empezó a llorar y no podía hacer nada por detenerla, era mejor que se desahogará, pero luego de comprar la cerveza volvió a estar tan feliz, agitada, como si estuviera a punto de hacer la peor travesura de su vida y yo me volví a sentir a su lado, y ella se dejaba besar las cejas, me encantaban sus cejas porque eran perfectas.
Llegamos al cuarto redondo que estaba cerca del jardín, era el más alejado de su casa. Aunque no había nadie, sabía que ella se estaba muriendo de la vergüenza, y hablaba en voz baja y se había quitado los zapatos para no hacer ruido. Al abrir la primera botella, ella me besó largamente y luego me guiñó el ojo y tomó varios sorbos sin parar.
-¡Salud! –dije alzando la botella.
-Brindo por nosotros lovely.
-Por la chica más linda de todas.
-¡Por mí! –dijo ella levantando la mano emocionada.
Después de la cuarta botella, ella me retó a tomarme una de pico, y se alegró cuando pude y se acercó a darme un beso. Sin darnos cuenta íbamos ya por la sexta botella y no nos sentíamos nada borrachos. Al terminar la caja completa ya empezaba a sentirme mareado, con unas ganas de sonreír perennes, mis ojos se escapaban de un lugar a otro y mis manos se movían como por arte de magia. Ella mientras tanto, tarareaba una canción y se reía sin parar, miraba las botellas vacías y luego bebía su vaso que aún no terminaba, me miraba y me mandaba besos volados, después exigió música, quería bailar conmigo unas salsitas, y comprendí, dentro de mi embriaguez, que lo que ella quería era comportarse como nunca lo había hecho antes, estando con Giancarlo. No encontramos un disco de salsa, pero logramos escuchar en una emisora local, la canción que ella tarareaba y me sacó a bailar, y yo que jamás pude moverme al compás de esa música, porque mis madre decía que era un baile típico de negros y cholos, fui movido como títere de un lado a otro, con mi mano izquierda en su cintura y dando vueltas como escalera de caracol.
Media hora después, y sin tener más cerveza para tomar, decidimos asaltar el bar de su papá y sacar por lo menos un wiskhy etiqueta azul. Ella aceptó acompañarme solo si seguía todas mis recomendaciones y recordándole ciertas reglas de las “entradas”, pero aún así, movió un cuadro e hizo caer una lámpara que milagrosamente salvé de romper; luego de sacar el trago, volvimos al cuarto redondo.
-Ha sido demasiado fácil mi amor, nada que ver con las “entradas” que hacíamos con los chicos.
-¿Qué? –dijo ella susurrando, como en secreto –no te entiendo.
-Las “entradas”, los robos que hicimos.
-Lovely, ha sido un whisky nada más, mi papi no se va a dar cuenta.
-Yo te hablo de otra cosa amor. Nunca se lo contamos a nadie, pero nosotros entramos a un montón de casas a robar, nosotros robamos la Católica y todas esas cosas.
Ella me miró tan seria que pensé que se iría y me denunciaría en el acto, pero en vez de eso, se acercó sin dejarme de mirar los ojos y dijo sílaba por sílaba, pronunciando bien cada una de ellas, haciendo su mejor esfuerzo.
-¿Todos los robos, incluyendo la Católica fueron ustedes?
-Sí, Bryan, Percy, Giancarlo, Diego y yo.
-Ay cutie, entonces tienes un montón de plata. ¿Se puede saber donde ha ido a parar todo ese dineral? Mi Robin Hood, le robas a los ricos...
-Para dártelo a ti.
-Así me gusta, todo para mí.
-Por ti no solo robaría la Católica, sino todos los tesoros del cielo.


Habían pasado dos domingos sin reunirnos en Naplo, tenía vergüenza de lo que dirían las chicas y además Patty me había pedido que por favor no vayamos más hasta el viaje. Sin embargo Diego me contaba todo lo que pasaba en la playa, seguían corriendo y además iban más seguido porque estaban de vacaciones, Mey también iba e incluso no se mostraba tan mal como esperaba y me hacía tener menos sentimiento de culpa y remordimiento. No podía decir que me sentía feliz cuando pensaba en ella, por eso trataba de olvidarla rápido y realmente contaba los días para irme. Patty lloraba en secreto casi todos los días, trataba de ocultarlo pero varias veces me contestaba con la voz entrecortada y luego fingía un resfriado o simplemente nos mirábamos por un largo rato sin decirnos nada, como si supiéramos que todo estaba mal pero que de todas formas había esperanza de que se resuelva pronto. Mi casa y más aún mi cuarto se convirtieron en nuestro pequeño mundo que estaba alejado de los peligros que nos rodeaban, y solo aceptábamos las visitas de los chicos, que en realidad eran casi a diario pero se notaba que había tristeza en como nos hablaban, como miraban a Patty y ella lo notaba pero no decía nada, trataba de ser feliz porque sus demás amigas, las del Villa María, se habían olvidado de ella, hasta nuestros familiares trataban de no acercársenos.
Poco antes del viaje me di cuenta que no sabíamos nada de Giancarlo en casi tres semanas, desde la pelea frente a la universidad. Sin duda tendría un plan para vengarse y yo solo esperaba que lo haga de una vez, porque la tensión nos estaba matando.
Unos días después, fui a recoger varias constancias de estudio a la universidad, Patty no me acompañó porque no quería hacer las cosas más complicadas y pensó que sería mucho más rápido el tramite, si lo hacia solo. Yo tenía la esperanza de encontrarme a Giancarlo de una vez y saber que era lo que quería, durante toda la mañana esperé a verlo pasar, con mucho miedo sin embargo, pero nunca apareció. En cambio, Anahí Eléspuru, una chica de mi clase de Filosofía Contemporánea, andaba paseando por la rotonda de letras.
-Habla –dijo al verme, alegre como siempre.
-¿Cómo estas Anahí?
-¿Has venido a suplicar por alguna nota?
-No nada que ver, vine a recoger mi consolidación. Me voy a Londres a terminar la carrera.
-Qué bien, me alegro por ti. Ya decía yo con toda la plata que tienes sigas acá en el Perú.
-En realidad me voy porque me casé –dije mostrándole el aro –ha sido algo incomprensible todo este ciclo.
-Bueno –dijo abrazándome –Felicitaciones señor La Torre.
-¿Quieres comer algo? Vamos a la cafeta y conversamos como comiendo helados de lucuma.
-En verdad ya me iba a casa.
-Yo te llevo, pero primero vamos a conversar un rato pues.
-Esta bien.
Apenas nos sentamos en la cafetería, ella comenzó a contarme toda su vida estudiantil y amorosa: de cómo su mejor amiga se había metido entre ella y el chico que le gustaba, pero mejor porque después se había vuelto medio imbécil, que los cursos que llevaba le parecían tan relajados que muchas veces se había preguntado si en verdad estaba aprendiendo algo o si solo venía a hacer vida social en la Católica. Finalmente me preguntó cómo me iba a mi y empecé a hablarle de Giancarlo, de Patty y de Mey. Luego de contarle todo, me sentía liberado y satisfecho, y ella sonreía a medias, intentando conectar una cosa con la otra.
-¿Quién diría? Los pitucos también tenían su lado sensible.
-En primer lugar no soy un pituco.
-Bueno, lo único que te puedo decir es que Giancarlo es mi amigo, tiene sus cosas pero no es tan malo como me lo has pintado. Supongo que te debe estar odiando.
-¿Acaso tu odias a Eliana o al tipo ese?
-No los odio, yo no odio a nadie. Si Leandro no habría hecho tantas estupideces lo hubiera perdonado.
-Yo no odio a nadie y espero que nadie me odie. Si pudiera ser como el chico que me cuentas, trataría de arreglar las cosas.
-¿Por qué no arreglas tus cosas con Mey? Quiero decir, en verdad ella debe estar esperando que le hables.
-Ya lo hice.
Hubo un momento de silencio en el cual yo solo recordaba a Mey apoyada en mi hombro tratando de entender lo que había dicho, y luego alejándose de mi para siempre.
-¿Y el tal Leandro no te ha llamado en todo este tiempo?
-Nada. No le hablo hace tiempo, ni a él ni a eliana.
-¿Tienes algún plan para fiestas patrias?
-Sí, me voy a la casa de una amiga en Huaral. Qué irónico, yo me voy a Huaral y tu te vas a Londres.
-Yo no me voy de paseo tonta, estoy huyendo de la sociedad y de todo lo que hay acá. Lo irónico es que yo te envidio por ser como eres, por no tener este problema.
-¿Por qué dices que es un problema? Yo estaria super feliz de casarme con la persona que me gusta y además irme a vivir con ella a Europa. Ahora no seas tonto de no quererla, aucerdate que ahora solo se tienen el uno al otro.
-Lo sé.
Después de comer fuimos a recoger mis papeles y después la lleve a su casa. Le agradeci mucho el que me haya ayudado, ella me abrazó y me dijo que yo también la había ayudado, que era verdad, aun lo quería y haria todo para recuperarlo. Nos prometimos escribirnos por correo electrónico seguido y nuevamente nos abrazamos.
Fui a casa de Patty y desde lejos pude ver que ella estaba en la ventana, esperando por alguna cosa, como si buscará su propia libertad. Me hizo hola con la mano y me mandó un beso volado, y yo lo único que quería era darle un gran abrazo, pasarla mejor de lo que esperábamos y superar de una vez lo de Giancarlo. Aun no podía salir de mi mente la imagen de él haciéndome su última amenaza.
Patty me recibió en el jardín, estaba tan bonita, con una camisa encima de un polo manga larga gris, y una cola hecha a la volada, y tenía una expresión traviesa en el rostro que contagiaba a cualquiera.
-Es sobre Giancarlo –dijo riendo y abrazándome.
-¿Qué pasó?
-Se fue, se fue de viaje ya.
-¿Cómo lo sabes?
-Diego llamó y dijo que te avise, estaba super contento por nosotros, te iba a llamar al celular pero preferí contártelo cara a cara. ¿No estás contento cutie?
-Por su puesto mi amor, me siento mucho más tranquilo.
Pero en verdad no me sentía más tranquilo, es más, en mi cabeza empezaron a venirse tantas ideas, tantas suspicacias, era imposible que giancarlo se vaya así nada más sin hacer nada. Definitivamente estaba planeando algo, o quien sabe si ya lo había planeado, lo único que podía haber hecho para vengarse era delatarnos con la policía.
Nos reunimos después de mucho tiempo a pedido mío. En realidad todos estaban mucho más tranquilos por la noticia del viaje de Giancarlo. Por pirmera vez en mucho tiempo Patty se volvió a encontrar con las chicas, incluso Mey estaba más ahí, fue como una verdadera despedida para nosotros.
Sin avisar a nadie, Patty y yo salimos un momento al jardin y nos quedamos sentados en los columpios. Sin hablar y tomados de la mano, yo mirando sus ojos con esas cejas tan arqueadas que tenía, y el cuerito negro que llevaba una pequeña tabla de surf en el cuello. De pronto Patty empezó a llorar de la nada.
-¿Qué pasa amor?
-No lo sé cutie, en verdad, no me pareció algo tan malo lo que nos ha pasado. No es que hayamos engañado a nadie.
-Lo sé.
-Ahora tenemos todo el camino libre, pero hemos vuelto a tener a nuestros amigos.
-¿Quieres decir que ya no quieres viajar?
-¿Quieres tú?
-Pensé que lo teníamos todo planeado.
-Entonces vamos.
-Pero ahora no estas muy animada.
-No importa a dónde vayamos, lo importante es estar juntos.

****
-¿Usted dice que ha cometido todos los robos, incluido el de la Católica con ese tal Juanito, que se llama en realidad Omar Torres Ballón, y que desde esa vez ya no sabe nada de él?
-Así es.
-Entonces no tienen nada que ver en esto los nombres que le mencioné anteriormente.
-No señor.
-Estás mientiendo muchacho, no te hagas el pendejo conmigo, sabes que ellos tienen participación en todo esto.
-¡Calmese capitán!, este interrogatorio se está alargando mucho, dadas las circunstancias en las que ha venido el joven, debemos tenerle más respeto. Diganos Giancarlo, ¿no sabe donde está todo el dinero?
El capitán había salido del cuarto. Empezó a maldecir y ver toda la investigación caerse a pedazos y con este su carrera. Camino a paso apresurado, buscando un baño, y si Dios quería, encontrar en el camino un teléfono publico.
-Está llamando a la comisaría de...
-Caramba Pérez, déjate de cojudeces y escúchame atentamente: elimina todo el expediente de los pituquitos.
-Pero capitán, usted dijo que los íbamos a presentar...
-Carajo Pérez, acaba de entregarse el hijo del ministro, estamos cagados porque limpio a todos los otros idiotas. Si su viejo se entera que estuvimos haciéndoles la guardia por mas de dos meses nos vamos a ir directamente a la mierda.
-Minaya acaba de salir a ver a uno de los pitucos.
-Pérez, entiende carajo, ahora si se acabó, entiende, ¡se acabó!
Al colgar, no solo se había dado cuenta que todo había sido en vano desde el comienzo, el capitán no se sentía tan contento con solo tener a un culpable, cuando en realidad sabía que los involucrados seguían su vida como de costumbre y que en menos de un año podría salir en libertad, habiéndose burlado no solo de él, Minaya y Pérez, sino de toda la Policía Nacional del Perú, en especial la dependencia de la planicie.
Todo había empezado una semana atrás, cuando Giancarlo se dio cuenta que los policías hablaban frecuentemente con Diego, y este se notaba cada vez más con la confianza necesaria para declarar y delatar a todos. El segundo paso fue muy sencillo, ir a casa de Giorgina, hacer el amor y esconder el dinero que había llevado, en una caja que ella guardaba en su closet. Por último, contó todo lo que había pasado a su padre, le dijo que Juanito había sido el principal cabecilla, y que además lo había obligado a trabajar para él con amenazas de muerte. Fue su padre quien le dijo que lo mejor era entregarse, que máximo le darían seis meses en prisión, pero que él se encargaría en ponerlo en las suites, como se les llamaba a las celdas donde estaban reconocidos políticos y empresarios, que habían entrado por corrupción y malos manejos. Durante la semana prepararon toda la evidencia, junto a dos abogados, los cuales instruyeron en lo que debía o no decir frente a los policías, jueces, abogados y la posible prensa. El día que Giancarlo se entregó, hubo mucho silencio en la comisaría, y fue tratado mucho mejor de lo que esperaba, mantuvo silencio las veces que se requirió y dijo exactamente lo que debía decir. Esa noche, la pasó en la carceleta, y no permitió que nadie vaya a visitarlo. Increíblemente, ningún policía llamó a los medios locales, nadie quiso airear el asunto más de lo que se debía y pronto se dictó la sentencia.
El día que Giancarlo entró, se le permitió hacer uso del teléfono, aunque un tiempo después, volveria a tener un celular, para comunicarse con cualquier persona, su computadora y una televisión con cable.
-Diego, huevón, ahí queda todo entiendes, yo me quito de viaje, es más estoy en el aeropuerto, ojala escuches el mensaje al toque huevón, cuídense todos, y de hecho que alguna vez espero verlos mejor. Gasta bien tu plata.
Sonrió. Luego camino lentamente hasta uno de los pabellones del penal San Jorge, en Lurigancho, donde solo un periodista le preguntó antes de entrar:
-¿Y a ti porque te han metido?
-Por cacharme a tu hermana –respondió Giancarlo volviendo a sonreír. Por alguna razón se sentía bastante bien, lo único que realmente extrañaría serían las olas, el mar, la arena y su tabla de surf, pero pensaba que un tiempo para ejercitarse y sacar más caja serían lo más adecuado, así que lo primero que le pidió a su papá fue un minigimnasio, el que después compartiría con un político joven, con el cual hizo una muy buena amistad.
Unos meses después, y sin que nadie lo sepa, escogió unas cuantas tarjetas navideñas del taller del penal, para mandárselas a sus amigos. Fue uno de los días más emotivos de su vida y de la que siempre se acordaría como la única vez que lloró. Al llegar a la tarjeta de Patty, le entró una nostalgia tan grande que no le pudo poner que estaba en el penal debido a todo el amor que sentía hacia ella, y que lo único que desearía era su felicidad, que estaba feliz de todas formas, porque sabía que Alfonso era una magnifica persona, que también la sabría cuidar e incluso valorar como él no lo había hecho, y tal vez la llegaría a querer como él lo seguía haciendo; en cambio, solo puso muy feliz Navidad a ti y León, jo jo jo.
Decidió salir, al enterarse que Giorgina estaba esperando una hija de él, lo que hizo un cambio radical en su personalidad, y pidió a su padre que de una vez lo saque de la cárcel. El hijo nació unos meses después, no sin antes haberse casado en una iglesia de Miraflores, con ciento treinta y cuatro invitados, entre ellos, sus amigos de las entradas y sus padres. Sin darse cuenta, Giancarlo se fue convirtiendo en lo que nunca quiso ser, un pituco que vivía ahora en Barranco, tomando vino en copas y fumando habanos en vez de cigarros y asistiendo a misa todos los domingos.

COLOFÓN:
Dos meses después de haber viajado, Patty decidió volver sola de Inglaterra. No soportaba el comportamiento frío que tenía la gente de allá, así que abandonó sus ideales y volvió a su casa en la planicie. Alfonso llegó a los tres días, desesperado y muy molesto, pero al encontrarse nuevamente se abrazaron y nunca se dijeron nada al respecto. Se separaron luego de cuatro años, debido a que Patty se quería volver a casar, porque su nuevo novio, y padre de su primer hijo, quería casarse con ella. Alfonso no volvió con Mey, por el orgullo que sentía de rogarle volver, sin embargo, mantuvieron una relación de más de doce años, en la cual convivieron y tuvieron dos hijos, pero por decisión de ella, nunca se casaron, y esperaron catorce años para hacerlo por civil, aunque a la hora de firmar, ninguno lo hizo, pero en las actas siempre figuraron como esposos y padres ejemplares.
Siguieron corriendo olas hasta que la edad les dijo basta, aunque ya no en la casa de Naplo, porque Bryan se había ido a vivir a Bélgica con una chica que había conocido por Internet y después de eso nunca más se supo de él. Diego, se volvió un gran ingeniero civil, pero siempre se mantuvo como gerente general de la empresa de su papá, por lo que el diploma de ingeniero se había perdido en una de las tantas remodelaciones que le hizo a su oficina, lo cual creó el mito entre los trabajadores que Diego no tenía profesión. Se casó con Mafe apenas pudo, y tuvieron tres hijas, la primera solo dos semanas después del hijo varón de Giancarlo. Percy, fue el único que abandonó la carrera para dedicarse de lleno al surf. Luego de varios años de vivir en la playa, Nasha se cansó de una vida tan holgazana, que decidió volver a trabajar en su campo: Antropología Andina, lo cual hizo que se vaya a vivir con un gringo en Ayacucho, y luego en varios pueblos amazónicos a donde el hombre nunca había llegado. Ante esto, Percy mantuvo muchos romances con las alumnas de su escuela de tabla, incluso, cuando cumplió cuarenta y tres, decidió formar una familia con una de ellas, a la que le llevaba veinte años.
Por ultimo, el teniente Ventura decidió abandonar el departamento policial, dos años más tarde, cuando pidió que lo vuelvan a trasladar a la Unidad Vecinal número tres y no solo se le fue negado, sino que ordenaron que Pérez sea el teniente comisario de la jefatura. Ante esto, el teniente se compró una camioneta station wagon blanca y empezó su carrera como taxista, lo que unos años más tarde lo llevarían al suicidio, no solo por las desbordantes deudas sino que una noche encontró a su esposa haciendo el amor con Minaya en su cama de plaza y media.

*** FIN ***

Texto agregado el 17-04-2006, y leído por 1023 visitantes. (0 votos)


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