- Doctor no me vaya a dejar con tres piernas
- Jajaja no se preocupe Farabundo, aquí sabemos lo que hacemos, por eso se llama hospital y no Tienda de carnes y embutidos la vaquita feliz jaja.
Dándose cuenta de lo insensible de su comentario y de la angustia del paciente el doctor volvió a poner la misma mascara de refrigeradora descompuesta que le habían enseñado en la facultad de medicina, ese semblante serio daba seguridad a los pacientes según decía Mister Cachito un Doctor muy reconocido mundialmente, en una de las tantas charlas que dio en la facultad.
"¿Cómo era la rutina?... ah sí"
-¿Qué tal se siente Farabundo?
-No se doctorcito, no siento nada.
Farabundo sentía miedo, por primera vez en su vida estaba solo, acostado en un lugar que para el era excesivamente blanco, sintiendo hormigas en los brazos y los pies.
El doctor sonrió hasta donde se lo permitían tanto año de libros y de enseñanzas mistercachitenses, se dio la vuelta y se dirigió al otro lado del cuarto para hablar un poco con la enfermera que estaba sentada leyendo el periódico.
Farabundo trato de mover el brazo pero no pudo, solo sentía un pedazo de carne mas atascado en su torso, "No ha pasado el efecto de la anestesia" - se dijo - ladeo un poco la cabeza y vio como una especie tipo de venda amarilla cubría todo su pecho y estomago.
Y también miro al eso debajo de una sabana.
"Así que ese es el precio de la libertad..."- pensó.
Volteo hacia la pared blanca y cerro los ojos.
Quiso tratar de recordar un momento en el que haya sido feliz, pero solo pudo recordar al eso diciéndole cosas al oído mientras se cepillaba los dientes, mientras dormía, mientras soñaba, lo sentía, lo olía.
"¿Como pude aguantar tanto tiempo?..."
Farabundo y Elí habían salido, por no decir nacido, de una mujer de la vida galante, de esas que caminan mucho. Nacida y exportada de la china a los 14 años, una pequeña princesa asiática de ojos verdes y piel asoleada, había sido vendida por sus padres a uno de los tantos administradores de hombres y mujeres de nuestra hermosa Republica de El País.
Llego al país con pocas esperanzas por no decir ninguna, y por no decir que llego llevando únicamente la soledad encima, y otras 400 mujeres.
Desde la primera vez que se puso manos a trabajar, rodillas, etc...
Supo que prefería eso a los campos de arroz y de café vietnamitas, odiaba pensar en su padre cada vez que tocaba a un hombre, odiaba esa última mirada de su madre que miraba en cada una de sus compañeras, lo mas cercano que conoció al amor fue el asco.
Poco acostumbrada a medidas anticonceptivas y preventoras de situaciones embarazosas, sintio en su vientre como un colicobastardohijodeputa, como sus jefes nombraban a Farabundo y Elí.
Trato muchas veces y de ingeniosas formas de eliminar esas dos viditas, utilizando instrumentos como: una licuadora, una maquina de coser, una botella de pepsicola, una antena de televisión y numerosos objetos, pero sobrevivieron.
Y así nacieron los dos pequeños, pegados por las costillas, sus extremidades parecían ramas y raíces del tronco que los unía.
Su madre los vio viendo con ternura y asco a los dos frutitos de su vientre, se vio a su misma vio a su padre y a su madre, ella vivía en un mundo de padres, madres y asco.
Farabundo volvió en si y se vio a si mismo en una sala de luces, pero la luz era lo unico que veía, su cabeza estaba rodeada de telas azules que le impedían a vista y sus brazos estaban extendidos formando una cruz, se sentía mártir de su objetivo liberador de su alma.
Cerró los ojos mientras oía el serrucheo de carne, sintiendo presiones y oyendo reflejos de voces, una radio
"¿Que vamos a hacer ahora en la noche... no lo se... después de que terminemos esto tengo que quedarme a turno... ah mira... que difícil se me hace...te tengo que decir algo... rumrumcricracracraccrocrac... ¿Que paso?... cada fecha postergada... no no después te digo... ¿Que pasa Lorena?... ay... sh después mira que se esta despertando... y todo a pulmón... bueno con 10mg mas de suprane bastara... puesi y que tal le fue a tu herma"
Farabundo nunca se imagino a el mismo solo, cada vez que veía su reflejo no era el, o por lo menos no el solo, el existía pero no se sentía.
Cada vez que se veía en el espejo veía al otro pegado a su cuerpo, siempre conviviendo siempre hablando, siempre mirándolo de regreso con su absurda sonrisa, lo odiaba porque siempre parecía feliz, "¿Por qué? ¿Acaso el no esta viviendo lo mismo que yo? ¿Experimentaremos lo mismo? ¿Seremos una persona? ¿Que pasaría si me despegara de el? ¿Acaso moriría? ¿Acaso Dios nos puso solo un alma en nuestro cuerpo y esta de su lado? ¿Acaso será talvez quizás se de la probabilidad de que yo no tenga alma?"
Si el asco fuera heredado Farabundo lo obtuvo de su madre, odiaba profundamente, porque veía solo a su compañero de prisión, de vida, era lo único que veía.
Le repugnaba pensar que en cualquier movimiento que el hiciera el estaría ahí, viéndolo, hablándole. Lo odiaba tanto porque eran tan distintos, lo odiaba quería deshacerse de el pero no se imaginaba sin el, no se imaginaba solo.
Le daba miedo que al perder al eso ya no tuviera nada mas en su vida, toda su vida ha sido basada en el asco que le tiene a él.
Pero un día se decidió, no importando las consecuencias, pero tenia que sentirse libre de eso.
Muy decidido se levanto, su hermano todavía dormido, podía sentir sus sueños, lo prefirió así dormido... no quería que sufriera por el miedo a sufrir el.
Consiguió un pequeño bote de veneno para ratas, lo diluyo con agua del grifo, y se lo empezó a dar, casi con ternura, aquella escena hubiera parecido un momento de verdadero amor, lo hacia con mucho cuidado de que no se despertara.
Despertó.
No podía soportarlo, estaba muriendo podía sentir su alma escapando en aquellos ojos blancos de su hermano, echando espuma sanguinolenta por la boca, podía sentir su muerte, podía sentirlo muriendo y su sufrimiento.
Le ardía no lo aguantaba, no podía separarse de él, no podía, lo amaba, lo necesitaba, pero ¿y ahora?... entre espumas y vísceras el cuerpo agonizante de su hermano, temblaba y gritaba, y el podía sentirlo y gritaba también arrastrándose entre la espuma, entre periódicos, comida, vómitos, objetos, paredes.
No podía separarse.
Supo que se había equivocado en la forma de ejecución cuando después de 5 minutos empezó a sentir como el veneno entraba en su cuerpo por los pequeños vasos sanguíneos compartidos, no aguanto mas, ardía tanto.
"¿Se me estará escapando el alma?"
Agarro el objeto corto punzante mas cercano y empezó a cercenar a su hermano casi con furia, su hermano ya no gritaba ya no sentía.
Lo destrozo.
Ya no lo sentía... "¿Y ahora?"-pensó- "¿Ahora que hago?".
Empezó a llorar, abrazando el cuerpo inerte y desangrado de su hermano, no estaba completamente separado de el, pero ya no lo sentía.
Podía sentir la vida escapándosele por los poros, por las lagrimas, por recordar a su madre, y su amorternuraasco de madre, sintiendo que habían sobrevivido una vez con su hermano a intentos de aborto, lo recordaba lo recordaba todo.
Empezó a pedir ayuda.
No por el desangramiento, pedía ayuda porque se sentía solo.
Y la ayuda llego.
"Estaré solo, por el resto de mi vida"
Despertó.
Cuarto blanco.
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