Una noche clara, demasiada para ser noche, y la luna muy oscura para ser luna, y el cielo muy oscuro para haber sido claro alguna vez. La ciudad, si existe realmente una, es mas bien un hábitat rutinario de actividades; nada de selva, pero si mucho cemento. Y ahora es un punto, un punto finito en el horizonte, si se mueve puede ser un hombre, si solo esta quieto es porque…Pero es la historia de una figura humana que sobresale del entorno gríseoso, el cual lo envuelve y lo difumina con la oscuridad.
Ya no es la figura sino mas bien el hombre, se acerca, se aproxima cuan facilidad le ha otorgado la gravedad. Se ve una mano agarrando la gabardina. ¡Ahora entiendo esta envuelto en una tela negra! Y se desliza planeando entre las pequeñas ráfagas de aire que circundan su entorno, justo cuando algo malo va a pasar.
-“Me siento como en una película”-digo o mejor creo que digo. –“Ya nadie valora a una mínima porción de rezagados sociales”-Me dice el hombre que aun no conozco.
-“¿Hablas solo?”-Pregunta.
-“No”.-Le devuelvo la palabra, pasmado.
El nota la tensión que hay en esta situación, y suelta una risotada. Se saca las manos de la gabardina y aprecio una manos finas y sin rastro alguno de trabajo físico. Creo que ha notado mi curiosidad por sus manos, porque las extiende y las muestra como exhibiéndolas.
-“¡Ehh…párale, frena un poco quieres!”-Empieza a braviar. “Vas muy rápido muchacho”. Se mete la mano en la gabardina saca un paquete de cigarrillos, y lo golpea con el índice y el anular derecho al mismo tiempo, lo que provoca el deslizamiento de un cigarro. Lo atrapa antes de que caiga al piso y se le pega en los labios, mientras su otra mano saca del bolsillo exterior de la gabardina, un encendedor. Lo muestra y lo acerca a mí. De repente como por arte de magia el encendedor aparece en mi mano izquierda y ninguno de los dos sabe que ha pasado.
-“Que gran truco, muchacho.”-Rie mientras me habla con el cigarrillo pegado en los labios. “Esto si nunca lo había visto, creo que me has sorprendido”.
Y yo mirando fijamente sus labios mientras bailan con el cigarrillo sujeto en ellos, sin poder alguno que lo haga safarse de esa trampa carnosa y salivosa. No escucho nada ni siquiera las últimas palabras que este hombre ha pronunciado, todo parece en mute. Solo esos labios cambiando de lugar, como una pareja probando posiciones del kamasutra. Me tienen hipnotizado, no dejo de pensar en lo que en verdad significan los labios para una persona. Ellos solo pueden ser besados por el amor o la pasión de una noche de puro placer. Mojados, por la vid de la lujuria estos se entrelazan, se arremangan entre ellos mismo, se vuelven a extender entre mas carne cada uno consuma, mas éxtasis se provoca. Sientes que tus hormonas van esparciéndose como lava caliente por cada rincón de tu cuerpo, y cuando menos lo piensas, una erección infla el deseo.
Entonces ya no es el viejo hediondo a tabaco en aquella ciudad, no, ya no eres tu. El viejo y tu reflejo se esfuman como una historieta danzaría con la brisa alentadora de males, en el funcionamiento de actividades. Y por mas que esta situación se convierta en una historieta que sobrevuela un rato por las calles de cemento. Sí de duro cemento. Aún la historieta no se ha desvanecido. ¿Acaso la has visto morir?
Solo en esos momentos en los que me siento más comprometido en mis pensamientos recuerdo que no estoy preparado para adentrarme dentro de esas imaginaciones absortas, instigo a mi subconsciente a la normalidad. Lo reprimo, le consigno los indicios
¡Pufff! Aparezco con una mujerzuela entre mis brazos, haciendo juntos el ejercicio de la lengua que tanto disfrutan nuestros labios, humedecidos hasta el fondo. En esas aparece la erección y lo que sigue es algo casi mecánico. El bulto en el pantalón, la mano coqueta que rodea como caricia, el seno de la mujerzuela. Como la táctica que el cazador ejerce sobre la presa. La falda que se sube cada vez más, y la mano libidinosa que siente como el pelaje de la presa es más abundante en aquellas partes, cuyo privilegio es el de estar menos expuestas al sol.
En aquel momento aparecen otra vez los labios, el sondeo de dos cascabeles amarrados a cada una podría componer una melodía, pero no se trata de una sinfonía y mucho menos de una obra maestra, solo es una actividad como las del hábitat. Pero claro está, el pre-sexo se convierte en algo más bien parecido a querer armar un rompecabezas a tu modo, haciendo las fichas para que encajen.
Otra vez sucede la mano, el órgano mas dañino del hombre, pues el hombre nace limpio, pero la mano lo corrompe o alguna vez no han pensado así. Imagínense en una situación similar, el hombre no es quien ataca primero, se equivocan. Es la mano quien agarra a la fémina, casi que desprevenida y la ensancha en la trémula disputa de emancipación carnestolentica. En la que la mano acaricia hasta el punto en que decide irse por el premio mayor, apretar ese seno lo más que puede. Es la válvula del sexo, pues lo creo cada vez que un hombre se atañe a un sen,o su virilidad empieza a despuntar fuera de su calzoncillo, como si buscara oxigeno, siendo que lo que quiere es vomitar ese liquido viscoso por el que nos dejamos guiar. Entretanto, en ocasiones ese seno también responde, con groserías y nos demuestra que el también puede escupir porquerías. No hay nada más placentero para alguno que ver como se desliza, por las diminutas cavidades de un pezón, ese líquido que nos nutrió siendo unos primipáros de vida, y que hoy es confidente delincuencial de nuestras más sucias fantasías.
Lo que acontece después es mas obvio que lo primero, la mujerzuela suelta un grito exasperado y sientes como entre sus mas escondidos caminos, se desborda un río, un rió de fogosidades cachondas, y tu mano se baña en aquellas aguas ricas en vitaminas, sobre todo en hemogoblinas. Tu mano disfruta, incluso más que tú. Y luego notas el eterno goteo de la mujerzuela en tu pantalón, pero no importa lo dejas pasar porque ella se ha aventurado, cuando menos piensas su mano esta sintiendo la templanza del tubo que necesita para poder arreglar su fuga liquida.
¿Y tú que piensas en ese momento? Nada tu mano esta sujeta al sexo de la hembra, mientras copias la jugada del hombre en gabardina, la de los dedos índice y anular. Solo que ahora no expulsan un cigarro, en ese momento se pierden entre las carnosidades en la fragua del orgasmo de la mujerzuela quien ahora ha arruinado hasta tus zapatos. Y nada te hace terco ni tosco con la muchacha, solo deseas que comience a hacerte participe de su fiesta. Es mas como puedes escapar de allí si tu mano todavía sigue perdida entre la selva húmeda interior de esa mujer. De repente, una lencería roja y barata se empieza a asomar cuando la falda ya no puede subir más, y en esa la desesperación lleva a tus labios a esos pechos, a la entrada del gran banquete que te preparan tu verga y tu mente. Los muerdes y con dos de todos tus dientes agarras la tetilla, que en este punto se ha convertido en un arma filosa, una arma que hay que saber distanciar de tu cara antes de que pueda dejarte como un cíclope bizco. ¿Habráse visto semejante situación?
Sin embargo, estas de lleno en la jugada, exceptuando tal vez algún pensamiento abrupto que no atañe el momento que por cosas de fetichismos atreviesen tu mente. Y tú sigues dándole, chupando hasta secarle las entrañas. Ensalzando su pezón en las tiernas mieles de la secreción humana, haciéndolos resbalosos en cada movimiento aleatorio de tu lengua. Mientras que tus manos empuñan sus glúteos que yacen sobre la cremallera abierta de tu pantalón, y sobre la cual persiste el goteo que ahonda entre la tela y toca tu órgano reproductor. ¡La verga! ¡Tu organo reproductor! Se haya a merced del instinto sexual, sin nadie que le prevenga sin nadie que lo rescate. Y en ese instante tus manos son las que se encuentran sujetando el pecado, y por lo contrario no ayudan, al pobre pene que se encuentra indefenso, encerrado, encarcelado allí, esperando la tan ansiada libertad sin antes imaginar que el liquido que toca su puerta, es la lujuria derramada.
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