Ayer bajo la luz de la oscuridad, en el reflejo unísono de tu belleza, me escondí. Soberbio fuí ante las notas de la melodía en la que concordábamos, pero quise apreciarte en silencio, mientras aquella canción sonaba. Sonaba en ti, se impregnaba en tus sentidos, y me permitía escabullirme en tu presencia, sin embargo no eras tú, ni era yo, en ese instante. Mientras la lluvia me cubría yo corría por los escondites de esa idealización mientras me incrustaba profundamente en tu laberinto de expresiones. Soñé y soñé, no pude reverberar, ni mucho menos conseguí hablarte al oído otra vez. Recordé entonces aquella vez en que juntos por el banquillo de arena, en el lago donde nos conocimos, aprecié tus cabellos por primera vez. Me acuerdo de lo que se me ocurrió, me acuerdo que te lo dije. “Quiero pasarme la vida contigo, quiero ser tú y los rayos del sol.”