I
Y al fin tuve tiempo,
de poder reencarnar.
En aquel instante,
en que el clímax,
ansioso sobrepasa,
el límite de mi libertad.
La sobriedad de las horas,
continuas a mi muerte,
reclamaban el éxtasis,
del nuevo vivir.
Renacido a tiempo de olvidar,
pude volver a mantener,
el ritmo de aquella cordura,
perdida, momentos previos a morir.
Ver la epidermis de la union,
fue contemplar,
el túnel que opaca la salida,
hacía mi vida.
Perdiendo el aliento,
y la virtud de que,
en singular,
mi alma y cuerpo,
son los lazos que me aferran,
a lo material del mundo.
dejando a un lado tu postura.
II
Recayó el sentimiento,
culposo sobre ti,
el cual la aberración mutua,
no hizo más que atrofiarte.
Dichoso sentí no,
formar parte en aquella ficticia,
imitación de vida,
que tí y yo creamos con vitalicia.
Probar el perfume de la lluvia,
que dejó el infierno de ilusiones,
en que centramos el egoismo,
de nuestro amor,
era más bien la victoria de una guerra.
III
Tal vez fuí más alla,
cuando pude quitarte,
el velo de los ojos,
y dejarte a la intemperie,
de aquel mundo que juntos,
como dioses, creamos.
Quiza el destino no fue,
el directo implicado,
con nosotros,
creo más en la soledad,
jugando con lo que tuvimos.
IV
Teniendo como escapar,
nos quisimos juntar,
pero sólo para olvidar,
de que a nuestro lado,
nadie quería estar. |