"tengo la camisa negra,.., para enterretarlo, todo, cuando quieras mamita...".(Letra de la camisa negra de Juanes9.
Todo sucedió, una vez que iba de viaje para el barrio caliente de Bogotá, así llaman a un pueblito cerca de la capital, donde la gente va a descansar, rumbear y hacer más...Esa vez, disimuladamente, me bajé del bus como a cien metros de donde yo sabia que existía el único prostíbulo oficial del municipio, muy caliente, su clima y también, su gente.
LLegué temprano y había una chica de unos 16 años que con gusto, me atendió. Esperamos transporte para llegar a la finca de mi familia, donde podría consumarse, el acto de amor. No fue un acto nada más; fueron siete actos que, extrañamente, hicimos con aquella chica. Como Sandy, era desconfiada, cada vez que le iba a hacer el amor, me cobraba lo acordado por cada revolcón. como yo no llevaba plata encima, me tocaba gritarle al cuidandero de la finca: David, David, venga que lo necesito. Este llegaba y me daba la plata, para poderle así pagar a la prosti de Sandy. Fueron siete veces y siete llamadas a gritos a David, cada vez que iba a hacer el amor.(acá debería decir, que en vez de decir hacer el amor, debería espresar que nos revolcamos, pues el amor ya está hecho, según dice, un muy querido amigo mio). David, como a la cuarta vez de mis gritos de auxilio, ya estaba mamado, cansado de mi varonil grito y de mi resistencia de hombre. Después del séptimo, todo terminó y Sandy, se fue, con harta plata y un poco cansada, pues yo la hice sudar un poco con mis fuerzas de macho cabrio.
Todo habría terminado allí, de no ser porque, al cabo de dos años, me enamoré de una muchacha del mismo pueblo de sandy, donde mi papá tenía la finca, en el barrio caliente de la capital. Despùés de un buen tiempo, pudimos, por primera vez, estar solos dispuestos a hacer el acto sexual. Ella, toda extrañada, al ver que mi miembro se paraba después de observarla a ella en bola, me dijo: Oiga, Darío, a usted si se le para...¿como así?, le pregunté, pensando porque razón me decía semejantes palabras. Lo que pasa, me respondió, es que en el pueblo decían que a usted no se le paraba el miembro, porque cada vez que iba a hacer el amor, tenía que llamar a David, para que le ayudara...
Ese día lo recuerdo con bastante gracia, pues en pueblo pequeño, infierno grande... |