…y el americano se había fijado en el río que dividía las fronteras entre el cielo y el infierno. Sin pensarlo dos veces, el americano se puso a nadar. Exhausto y casi sin oxigeno, justo cuando llegó a la orilla del cielo, un ángel mexicano se detuvo, lo miró a los ojos y le dijo; "Bienvenido, espalda-mojada”
Texto agregado el 16-04-2006, y leído por 192 visitantes. (5 votos)