Esto ha ocurrido hace ya tanto tiempo, que a esta altura de la vida algunos recuerdos son borrosos y creo que otros ya están olvidados, pero este no. Cada vez que cierro los ojos siento que me estuviera ocurriendo de nuevo. Los años han pasado ya sobre mi cara, ahora es diferente, pero espero que la del pequeño niño siga igual pues si cambiase no seria el mismo niño que me vio llorar aquella vez
Estaba en el teatro, la función ya había terminado, el público se comenzaba ya a retirar, yo solo esperaba que toda la gente se fuese, pues quería ir tras el escenario y para eso debía esperar, cuando ya no hubo nadie mas en el salón estaba dispuesto a partir pero una voz dulce y tierna me detuvo. ¿Lo vienes a ver a él?, voltee a ver quien era, un pequeño niño de unos ocho a diez años de edad, cabellos dorados y ojos celestes. Llevaba ropas raras, parecía estar disfrazado pero no supe de que. ¿A él quien?, respondí yo. Hubo un largo silencio, el niño pareció no escuchar mi pregunta, cuando me dispuse a reiterársela el niño dijo: “él se va a poner muy feliz, estoy seguro de eso”. Por un segundo mi corazón se detuvo, el sabia a lo que venia y yo no había dicho una sola palabra al respecto, trate de evadir el tema y le pregunte ¿Qué hace un pequeño como tu aquí, no deberías ir con tus padres?, pero nuevamente pareció no escuchar mi pregunta, quizás quería evadir el tema o no quería volver, pero después de un prolongado silencio dijo: “¿por que esperas la soledad para estar con él?”, decidí ya no evadir mas el tema y responderle. Creo que es por que el resto no lo puede ver, pues el se ha ido hace ya mucho tiempo y no creo que vuelva, yo solo Quiero recordarlo y creo que venir aquí donde el solía trabajar es un buen lugar para hacerlo, dije yo, el niño pareció entender lo que dije, pero respondió: “él esta en su camarín, yo lo vi, estoy seguro y de irse tendría que pasar por aquí”. Ya había pasado bastante tiempo desde que el pequeño se me acercó, ya era hora de que fuera al camarín de mi abuelo, pero no podía dejar al “peque” solo, por lo cual le pedí que me acompañara, él accedió de buena manera. Subimos al escenario, pasando por la escenografía de la obra que se estaba en cartelera, en el fondo del ecenario había una escalera que nos llevaría a los camarines, cuando bajamos de esta, caminamos por el pasillo hacia el fondo, el niño iba adelante, tratando de guiarme, cuando finalmente estuve frente a la puerta, de lo que por muchos años fue el camarín personal de mi abuelo, las lagrimas comenzaron a brotar por mis ojos, antes de que pudiese hacer otra cosa el pequeñín me dijo : “¡¡mira ahí esta él!!, te lo dije”, cuando miré vi una imagen de mi abuelo, con grandes ojos, una mirada seria y a su lado una placa de bronce donde salía su nombre y las fechas de nacimiento y defunción. Ya habían pasado casi 10 años que no visitaba el lugar, temía haber olvidado en ese tiempo los recuerdos sobre él. Las lágrimas corrieron felices por mi rostro, no eran de tristeza, eran de nostalgia. En aquel momento muchas cosas volvieron a mi mente. Cuando mire sobre mi hombro para ver al pequeño ya no estaba, había desaparecido, solo encontré un boleto de función de teatro de “La pequeña historia de chile”, la última obra que vi de él.
Este cuento va dedicado a mi mejor amigo, David Sebastián. gracias por acompañarme en esta aventura que jamás olvidare |