En diciembre del año pasado, para las fiestas, le regalé a mi esposa un pichón de cotorra o lorita, de esas que aprenden a repetir palabras. Ella las adora, pero siempre tuvimos mala suerte. Para febrero como no nos gusta tener encerrados los animalitos, la lorita comenzó con sus cositas. Le gustaba esconderse. Debajo de un mueble, de una ropa, de mi botamanga del pantalón, del diario. Para marzo ya murmuraba algo inteligible y gritaba para que la saquemos de la jaula donde pasaba la noche o debía estar cuando había visitas. Mi perro pequeño Terrier negro, debí sacrificarlo pues tuvo una enfermedad Terminal, que ni la operación mejoró. Nos quedó uno de sus hijos que extrañamente nació blanco como la leche. Un angelito dijo mi hija. Hace unos días, para el cumpleaños de mi esposa, la lorita jugueteando con una hoja del diario que yo leía, un niño que llegó con las visitas, una puerta mal cerrada, mi perro blanco, me provocó escribir hoy una reflexión en mala prosa.
Simplemente una vida
Mucha tristeza acumulada, vidas incomprensibles,
sonrisas que son muecas, felicidades a la espera,
de nuevas tristezas, la muerte siempre espera,
la tristeza y la angustia siempre esperan.
Un animalito blanco, un angelito blanco,
lleno de cariño, solo observa a otro,
que llegó un día, pintado de verde esperanza,
que como un niño jugaba, que como un niño jugaba.
El espejo nos devolvía, la inocencia de sus vidas,
la inocencia de nuestras vidas, nuestra felicidad.
Incrédulos a los males que nos rodean, como ellos,
inocentes a las tristezas, inocentes a sus muertes.
Felicidad a la espera, a la espera de nuevas tristezas.
El animalito blanco miraba, esa cosita verde que jugaba.
el angelito blanco dejo la espera, la felicidad termino su espera,
la tristeza trajo la angustia, la muerte dejo la espera.
Algo yace en el patio, confiado a la tierra ciega y olvidadiza,
allí en el patio, allí en el pasto invisible y apagado.
Aunque sólo vivió como los otros pájaros, sin saber que sería inmortal;
vivió su mansa vida, creció, jugó y un día cayó.
Resumido a una pequeña bola de plumas y huesos:
cómo murió, y cómo pensó cuando se despedía,
nadie lo sabe. Yo no lo sé. Nunca lo sabré.
Solo sé que eso es la vida, solo muecas de felicidad.
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