12:30 am.
Por: Mateo Herrera.
Noche, sin luna, desde el ventanal del café se ve negra la avenida, de no ser por ese as de luz proyectada por el faro de en frente, se contempla perfecto el cono luminoso que posa su aro, iluminando solo en circulo ese pequeño radio de asfalto; la noche negra no invita a salir ni un paso; no hay un solo auto. La luz que llega de afuera, sólo es el reflejo del faro. El ventanal del café, limpio, con grandes letras marrón de palo seco que con filete blanco y en semicírculo dibujan la palabra “CAFÉ EL FARO”, ¡buen nombre! ¿y cómo no? Si ese faro inspira.
Sobre mi mesa, una taza hirviendo de faro, humeante sabor café que limita el pensamiento en siluetas grises combinadas con el humo del cigarro. También un encendedor. Yo, con una mirada constante al faro me he distraído, una mesera gorda, inmensa, descansa sentada en la silla de la mesa 15, y mastica un pan con mantequilla mientras, enojada, observa el pleito de la mesa 8, volteo a esa mesa; un hombre agita las manos, se mueve violentamente, se acomoda y calla; en frente de el su novia, vierte una lagrima azul de melancolía, no dice nada, sólo escucha, reprueba con la cabeza y espera; la gorda mesera se incorpora sobre lo redondo de sus codos en la 15, para observar mejor, alimentar su ira, descargar sobre el pan, la furia callada que mantiene en su quijada; el hombre de la mesa 8 sale, no dejo dinero, solo las lagrimas poli-cromáticas con matices azulados en la melancólica tristeza de ella, se levanta la gorda mesera, fue por un pastel, lo lleva a la 8, lo entrega:
-Toma reina, las penas con pan son buenas, te lo regalo.
Ella no respondió, los espasmos del dolor le impiden hilar palabra, la mesera se retiró con la cara, entre triste y satisfecha. Noté mas: atrás de la barra, el flaco cocinero, descansa su depresión tras fumar un cigarro, no ve el humo, no ve nada, distrae la mirada en un sueño que no fue, en una idea perdida, en un tiempo dejado al olvido, a un amor, que, nunca tuvo, el flaco cocinero no nota el enojo de su redonda compañera, no hay mas que un trabajo limpio en su sucio pasado desconocido, aun así, no hay un ser etéreo, fantasmal o humano que lo distráega, esta enojado.
¡DESDE EL VENTANAL DEL CAFÉ SE VE ALGO AJENO AL AS DE LUZ
DEL FARO!
Como artista de espectáculo, con el pelo largo y negro, con un vestido rojo entallado a cada parte de ella, una falda sólo hasta los muslos; sus caderas fina y claramente dibujadas, con el amor que unas caderas invitan al silencio, el talle largo, presumen cínicos el redondo estético y jovial de sus senos, rodeando su cuello largo, una cadena dorada como la de su tobillo, la bolsa negra y sus labios rojos que invitan al beso fresco e inocente, ¿de noche? Rostro de ángel, abdomen plano, moviéndose de un lado a otro como si en ella naciera la música, el silencio y el homo de mi cigarro, se detiene en el centro del escenario y de su bolsa saca un cigarro, lo enciende y el humo se pierde, se fusiona con la noche negra que se lo ha tragado, baila de nuevo, desespera, levanta el pie derecho posando el talón en la aguja de su zapato, exhala una ves mas y ya el humo excitado se va alegre a la negra noche, ¡DE PRONTO! Ella la artista de espectáculo, se mueve impaciente de un lado a otro, buscando. Llego un camaró rojo, ella se asoma por la ventanilla del copiloto, se incorpora, acaricia su cuerpo desarrugando lo imperfecto del vestido sobre su perfecto cuerpo, abre la portezuela y sube. Ha terminado la función, la mesera se ha sentado con la chica de las lagrimas dolorosas, el cocinero ha dejado el recuerdo, he dejado el dinero sobre la mes, he salido.
Noche sin luna, sin mas luz que la de las ventanas de los edificio, alguna que indica vida.
EN EL CAMARÓ ROJO: -ME LLAMO LORISA.
Yo camino un sendero solitario y oscuro. Una noche muerta comienza ya.
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