Gobiernas mis ganas, y mi sentido del alma se despierta para pensar que estas ahí dentro, y de pronto hasta me sorprendo a mí mismo cantando en tu nombre y tono.

Esto nunca será como el otro imaginaba, ni llegará a se supone tanto donde se suponía llegara, pero me sabe a suficiente por estar contigo, por más que la mayor parte del tiempo no te tenga a mi lado.

Me sabes, ciertamente me manejas y controlas mis ganas, mis deseos y mis fatuos enfados contigo, y por más que intento no puedo castigarte con el látigo de mi desprecio, si eres tú el origen de mi palabra, y mis ganas de amar llevan tu forma y tu nombre a donde quiera que vaya.

Gobiernas mis ganas, y mis brazos impotentes en alcanzarte se mantienen a la espera de las ganas tuyas, que lamento no controlar yo, porque después de todo, después será como siempre demasiado tarde para los lamentos, y si no mucho me anticipo a la distancia, ambos sabremos que cambiamos demasiado por tan poco.

Poco a poco, vez tras vez nos conocemos, me ayudas a controlarme y te ayudo a perder el control, algo en nosotros sabe que nos necesitamos, pero algo fuera de nuestro alcance marca la pauta de nuestros encuentros distanciados, y cambiamos cada día un poco y sólo nosotros lo sabemos, porque después del tiempo ya tenemos otro cuerpo y otra cara.

Este no podría ser un mejor final para el principio de las cosas donde siempre sabemos nos resta por contar, porque siempre un triste final es el felíz comienzo de la primera de las últimas veces que creemos sentimos lo mismo, y recordando la primera vez de lo que juntos hicimos, sabemos ahora que nunca volverá a ser igual, y mucho menos lo mismo.