Cenizas sobre los labios procuran los sinsabores del mimetismo,
Sacando la bilis que encuentra su llano palpitar sobre los parpados de mis heridas;
Esas que lloran y no olvidan;
Las esquelas son el remolino de pastizales donde el oxido se cultiva como los labios que me han besado con desprecio y olvido,
Roído de sangre adulterada; robada desde las entrañas que son la entrada al paraíso que se ha construido sobre los rostros de los inocentes.

Un manojo de solitud es el que conlleva las maliciosas actitudes que construyen el puente entre la ira y la calma;
Bivalencias pulcras que se ven enmohecidas con las tinieblas de mi mirada que se extingue con un olor a opio entre tus muslos pálidos sabor arroz,
De amargo ardor,
Sosiego en dos.

Mis lágrimas se desprenden pesadamente desde mis parpados de arcilla,
Caen sobre tu vientre de suave percepción;
De acantilada asunción y recorren tus ingles hasta llegar a los rincones de sopor donde me pierdo en veredas de ajenjo,
De eneldo.

Sutura los ladrillos de mis manos, extiende las alas de sadismo que envuelven tus caderas con un tacto sutil,
Resuelve el misterio de mis labios probando las mieles de mi interior;
Así recorre mi linaje con sangre de tus heridas,
con vida de entre tus risas,
con tacto desde tu alma;
eterna noche bella y llena de caricias,
me perderé entre tu piel y sonrisa, desde tus labios hasta tu vientre,
desde tu pelo, hasta tu sombra;
mi sombra, empedernida hermana
resaca, olvidada…