Una burbuja encierra muchos misterios en su micromundo encapsulado. Su vida es efímera y por lo tanto todo allí se mueve bajo las particulares leyes de la velocidad infinitesimal y los días, que allí duran un microsegundo, deben ser recubiertos aunque sea con una delgada cáscara de cotidianidad. No se si ustedes han intentado hacer el ejercicio de imaginarse como se puede introducir un día completo con todas sus variadas alternativas dentro de ese frágil globito tan susceptible al peligro pero tan denso en su contenido. La burbujita a la que ahora nos referimos es una pequeña esfera traslúcida que se interna por lo eminentemente sideral que puede ser para ella un barrio bravo repleto de personajes aborrecibles que entienden tanto de burbujas como de urbanidad. Uno de ellos quiso atrapar a nuestra burbuja y ésta, con la sapiencia que le brindan sus mil años (que corresponden a un día terreste, considerado, por supuesto, el horario de colación y las horas de sueño) le esquivó como un globito juguetón e inteligente que valora su existencia y al contrario de un globo de cumpleaños que muere estruendosamente, la burbujita esta sobrevuela la distancia precisa en que los hombres dejan de ser seres concretos y se transfiguran en sentimiento puro. No es fácil definir el choque tenue entre una ilusión -artificio azuloso que se expande como una mini estrella nova por el espacio interestelar, que no está más arriba de un edificio de cinco pisos- y una duda, elemento gaseoso de color gris que va cambiando de colores cuando comienza a fenecer para metamorfosearse inevitablemente en una certeza que es muy semejante a la cola de un pavo real. Y así, eludiendo dudas, dilemas, conceptos, ilusiones, certezas, perezas, esperanzas y fracasos, nuestra simpática burbujita va asimilándolo todo para que cuando cumpla veintiséis años, que es una cifra con una cantidad de ceros que no cabrían en este texto, ya sea una esfera muy sabia y nos escriba una especie de testamento en donde nos aconsejará mejorar las condiciones en que vivimos. Quizás nos contará que en la tierra todavía habrá esperanza mientras las aves y todos los animales que la pueblan vivan libremente y deberemos empezar a preocuparnos cuando veamos, por ejemplo, a una paloma haciendo una fila para cancelar sus miguitas, a un pato en la fila de Aguas Andinas para cancelar su derecho a estanque o a un canario cancelando los derechos de autor de antiguos canarios que ya no cantarán y sólo vivirán de sus rentas. La sabia burbujita nos mantendrá informados y entretanto seguirá surcando el terreno de los sueños y fantasías de todos nosotros los concretos y abotagados seres humanos.
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