En el relato se puede cambiar el género de los protagonistas. No es cuestión de género.
Se corrió la voz por los montes de Nogoyá que durante la próxima luna llena dos animales bípedos –enemigos de todo ser viviente- se iban a jugar el destino: o uno u otro. Eran un macho y una hembra los que se jugarían las vidas. Las aves tienen un modo de conocimiento sutilísimo y pueden predecir muchas cosas. Y ellas fueron las que dieron el aviso.
Los animales de bosques, ríos, chacras, asombrados se pasaron la noticia. Tal acontecimiento, jamás visto por ellos, esta vez podría ser observado pues los perseguidores estarían enceguecidos. Quizás podrían conocerlos a estos bichos tan dañinos aunque sea de refilón. Porque es cosa fiera no conocer al enemigo.
Perezosa se levantó la luna redonda por entre los árboles de un montecito silencioso. Por un sendero llegó un hombre. Por el camino opuesto una mujer. En el centro del círculo, limpio de árboles y yuyales, se abrazaron.
Millares de ojos los observaban desde la tierra, pastizales, árboles y postes. La percepción agudísima de muchos animalitos vio como dos cuerpos fueron tornándose uno solo, incandescente, rojo. Se separaron. Silencio mortal.
De golpe se levantó el hombre y zamarreó a la mujer.
- “¿Qué le pasa forastero? ¿No quiere una segunda vuelta?”.
- “¡Perra inmunda! ¡Te acostás con cualquiera!”
- “¿Pero qué dice, mi caballero? Mire que soy mujer de poco aguante y puedo pegarle una paliza”.
- “ Lo veremos. Ya sé lo que hacés en tu almacén, con los parroquianos. Buscona de mierda!”
Y ahí nomás se trenzaron. La mujer, rápida sacó un látigo y pegó. Una y otra vez. El hombre tendido en el suelo alcanzó a tomarle una pierna con fuerza. Al suelo. Se abalanzó y la sujetó del cuello:
- “Mírame”, le dijo.
- “¡Fijáte bien en mis ojos, sarnosa!”
- “¡Oh, gritó la mujer, sós Juan, el hermano de mi esposo!”
- “¿De los siete hijos que tienen, cuántos son de él?”
- “Dos”.
- “¿Porqué llevas 20 vidas, perra?”.
- “¿Qué carazos te importa, puto de mierda?”
Y con un rápido movimiento la mujer se levantó, revoleó el látigo y con el filo de la punta le partió el rostro al cuerpo tendido en el suelo.
Los animalitos salieron huyendo pues el peligro era inmenso. Abismático. Un frío temblor recorrió el monte y como el “aleteo de la mariposa” recorrió el planeta.
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