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Inicio / Cuenteros Locales / pachirris / A POOR CHILD CALL MATEO.

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No condeno a nadie. Solo pienso que mi niñez, mi infancia y mi primera juventud, fue muy feliz y parece color rosa. Viví en el cielo mi niñez, infancia y juventud, pero estos pobres niños ¿que están viviendo?, ¿que están pagando?. ¿ por que nadie quiere ayudarlos?. Yo se, que hay instituciones que los tratan de ayudar, pero ellos vuelven al mismo camino, pues a esta sociedad, dichos seres no les importa. Son los deshechables del futuro, son las putas y los putos del mañana. Son los ladrones , la vergüenza del mañana, serán el lumpen de la sociedad. ¿Que están pagando ellos?, me pregunto yo y le pregunto yo a ustedes lectores. Tener que prostituirse todos los días para vivir. Tener que vivir un mundo lleno de maldad y depravación, tener que comer mierda y acostumbrarse a ella, pues es lo único que hay. Contemplar el producto de una sociedad que trata de tapar ese lumpen, de volverlos mierda o en el peor de los casos, de exterminarlos con los grupos de limpieza promovidos por ideas de ultraderecha. Esa es una solución de unos cuantos privilegiados que nunca han pisado las calles, que, por fortuna, tuve yo el honor de conocer. He conocido la parte más cruda del infierno en vida, pero en serio lectores, que estamos esperando para no tratar de cambiar el rumbo de unos niños que son las víctimas de nosotros mismos. Es dificil salir de allá y seguir siendo el mismo.
Pero estabamos narrando la forma como yo llegué al infierno que tiene una iglesia propia. Y si en la misma parte el cielo y el infierno tienen lugar, este sitio se puede llamar EL LIMBO.
Al limbo lo conocí gracias a mis aventuras con una muchacha del servicio, que para poder sobrevivir se vendia en las calles del barrio Santafe. Nos veiamos por la tarde, y nos entrabamos en unas resindecias baratas, pues mi presupuesto en ese tiempo era pobre y sigue siendo pobre. Más tarde, conocí la sucursal del infierno, en donde vivian los putos y las putas. Recuerdo que en ese antro, también vivian personas decentes, como las parejas de los que venden chicles por las calles y los y las vendedoras de los buses. Yo ya había conocido las calles del pecado, cuando dejé atras por desfortuna, mi vida de color rosa. Sin embargo, no se puede comparar ese tiempo con el actual, pues cuando yo tenía combo, este era de niñitos bien. Ya en ese entonces, probamos la marihuana, el bazuco, el trago y hasta la cocaína. Nos ibamos a rumbiar a la quince y eramos aficionados a la música rock. Estrellabamos los carros de nuestros padres, nos rumbiabamos a las viejas y hasta tuvimos romances platónicos con los amigos.
Fue quizas el destino, el que nos hizo conocer. Yo soy harto viejo, pero eso no quiere decir que no tenga todavía ánimos para seguir sobreviviendo. En aquella ocasión, no corrí con muy buena suerte, pues de repente ese sábado conocí, el dia once de septiembre de 2004, a las tres de la tarde, a un triste y pobre muchacho, a un niño llamado mateo. Desde que lo ví, supe que estaba en problemas, sobre todo por los lugares que tuve que recorrer, para llegar a esa instancia. Calles sucias y pobres, lugares deshechados por la gente, un infierno en pocas palabras. Yo ya había pasado por allí en la epoca que frecuentaba a la muchacha de servicio. Un lugar lleno de basura y de personas indigentes. Lo único que se encontraba allí eran residencias baratas y una iglesia muy vieja, que era el único lugar donde se sabía que Dios no se había desaparecido de allá. Todo lo demás, era obra del demonio. El diablo circulaba por esos lugares, ya que dicho lastre, estaba a una cuadra de las calles de las enjauladas, de las encarceladas, donde se podía conseguir lo que uno quisiera para calmar los vicios del cuerpo y del espíritu. Era la sucursal del infierno. Un realista, diría simplemente que era la muestra de la otra Colombia, la cara oculta de la otra Bogotá que está ajena a la publicidad, pues sería un desastre mostrar una realidad tan cruda y cruel. Yo, simplemente, aterrado por semejantes imagenes, retratos de una idea concebida en una traba de pegante,.., eso es: Unas cuantas calles que reflejaban la inmundicia y la mente depravada de un creador malo, que la hizo a imagen y semejanza de su experiencia con una gran traba de pegante. Las calles del pegante, pues sus habitantes, desde ese pobre niño, hasta las niñitas que se vendían, lo usaban para no aceptar que ya estaban en el infierno y que no había salvación ni vuelta hacia atras.
Todo parecía una cloaca. Era entrar en el bajo mundo donde viven los seres menos afortunados. Todo producía asco y la gente, los sub humanos que transitaban por allí, eran simplemente unos chistes negros producidos por el mundo. Como diría un marxista, estaba yo frente al lumpen, a la escoria de la sociedad, donde el pegante era lo unico salvable y donde se vendia el cuerpo, para poder seguir sobreviviendo y claro, para poder seguir metiendo pegante, unico sedante capaz de alocar a las personitas, para perder la conciencia y lo demás, claro, por añadidura. No era precisamente un lugar común y corriente; era el lugar donde se reunian los menores de edad, productos de la bajeza y la depravación. Las hijas de los ladrones, las niñitas que terminaban vendiendosé para poder mantener la siguiente generación de podredumbre. Los niñitos violados por sus mismos familiares y que terminaban prostituyendose para seguir el camino de la vida. Me pregunto yo: ¿Cual camino de la vida?. Acaso ya no era conciente que ese mundo no debería existir en una sociedad moderna y desarrollada como la nuestra. Sin embargo, por veinte mil pesos, se podía conseguir un rato de placer, de lujuria, de pecado. Y que importaba despues?. Al fin y al cabo, todo se olvidaba, pues los clientes despues de pagar y gozar, se olvidaban de aquella depravación y se adentraban en el otro mundo, lleno de objetos y sensaciones que hacian olvidar rápido el paso placentero por el infierno. Los que recibían la paga, se compraban un mendrugo de pan y pegante para no tener conciencia y hasta alcanzaba el dinero para irse a rumbiar. Todo se arreglaba con el dinero, con la plata. Todo quedaba en tablas y al otro día, los unicos que volverían, serían los niñitos y niñitas que trabajaban de asiento, en el infierno, que entre otras cosas, tiene hasta una iglesia propia en la cuadra.

Texto agregado el 13-04-2006, y leído por 223 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
11-10-2007 Esta crónica bien podría adaptarse a cualquier ciudad grande de latinoamérica. Los precarios grupos sociales (lumpenes) crecen cada vez más y los gobernantes corruptos poco hacen para remediar la situación. goruzedri
14-05-2006 Vivimos en un mundo indiferente, donde sólo vale el que tiene más. La indolente sociedad, no logra comprender que, esa infancia que crece maltratada, humillada y pobre; mayormente se convierte en la adultez delincuencial con la que lucha sin imaginar que todo se pudo evitar, con tan sólo un poco de interes en invertir más en educación, salud, y sobre todo y por sobre todo, el gobierno deberia poner en primer lugar, el salvaguardo de la niñez. Es una verguenza pero, esa es una realidad que se repite en toda sudamerica. FENIXABSOLUTO
 
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