Y aunque yo seguía amando otras caricias, su cuerpo continuaba a mi lado. Nuestras siluetas viajaban juntas como dos sombras dormidas que ya nada conformaban. Sin confesiones, disfrutamos las insignificantes cosas, hasta que se encontró frente a estas mismas letras... Después lo comprendió todo. Repentinamente dejé de ser suya; también del otro amor lejano...