Me parece increíble que a esta altura de mi vida, cuando ya he recorrido 30 años de mi existencia, tenga que reconocer que el amor forma parte significativa de mi vida cotidiana. No me gustaría que fuese así, pues estaría admitiendo mi vulnerabilidad ante los sentimientos, pero es cierto y lo reconozco.
Cuando empiezo a salir con una chica, la voy conociendo y me puede parecer muy simpática. Si a eso le añado que es atractiva, pues es un aliciente más para querer compartir más tiempo con ella. LLega ese momento y se lo digo, mas no me siento enamorado. Parece ser que el tiempo se ha empecinado conmigo, es decir, tiene que pasar un buen tiempo, algo como medio año o más para enamorarme. Porque tras la primera decepción amorosa, mi corazón endureció sin antes siquiera consultarme. Desde allí, soy así: tardo en enamorarme. Cuando ya estoy bajo las olas del sentimentalismo, capaz de hacer muchas cosas extravagantes con tal de hacer reír a mi compañera, ya no puedo dar marcha atrás. Es una corriente muy fuerte, más que yo. Y empieza mi parte patética. Me hacen daño para otros ojos, pero para mí es sólo algo muy leve, imperceptible para mi corazón enamorado. ¿Realmente el amor nos bloquea? Ahora estoy solo, definitivamente no por mi culpa, pues mi corazón hizo hasta lo imposible por mantener dicho amor y a pesar de que no tuve culpa alguna, mi mundo se quiebra al recordarla. Sé que esto a nadie más que a mí le interesa, pero sólo quiero que quede escrito que el amor muchas veces nos vuelve tan débiles que sólo tolera cargar nuestro corazón olvidándose de la razón.