Talleres/foro/Obligado2/prosa...
(el sueño de conquistar la gran ciudad...fácilmente se puede convertir en la conquista de una pesadilla. Suele suceder en países que sufren del caos de la centralización...como el mío, lamentablemente).
Avelino Tupac Mamani hacía llorar la quena con tal dulzura y maestría que hasta la lluvia se humedecía, de tanto sentir su pena.
"Que vida tan solitaria, que Andes inmensos los que me encadenan!"-se quejaba el joven quechua -" sólo llamas, vicuñas y rebaños son testigos en mi celda, desde hace más de dieciseis años!"
Y es que ser indio de a de veras, viviendo enclavado en la puna, en pleno siglo de la ciencia, era como vivir ajeno a la vida intensa, casi como vivirla a medias.
La moda en más de cien lustros seguía vigente y con fuerza: poncho, chullo y ojotas...(seguro que en cien más, ha de cambiar apenas).
"Porque Taita lindo... escogiste para mí esta vida tan serena, tan monótona y austera?" -se lamentaba cada día- " ...yo que sueño con vidrieras, rascacielos y las luces de las tiendas? Ay, si yo me fuera...ay, si no volviera!....que felíz sería yo como Sabino... en una ciudad cualquiera!".
Y no es que Avelino pasara hambre o frío, porque el rebaño proveía. Y no es que la soledad fuera más inmensa bajo el azul cerúleo de ese cielo que ahí se podía tocar con las yemas. Porque cada domingo, la plaza del pueblo se volvía en feria, dónde se encontraba con las mozas más bellas. Más bien era, que por ser el menor del hermano mayor, tendría que esperar su turno (si alguno) para abrir sus alas y volar del nido.
Cómo envidiaba la suerte de su hermano Sabino. Ya hacía un año de su ausencia. Le imaginaba caminando por un rico paisaje de veredas, probándose ropa extranjera, saboreando a la carta los menús, sin preocuparse más de la cosecha. Daría todo y con extras, por haber cambiado su destino por el de su hermano Sabino .
Bajo ese mismo cielo recién parido de estrellas, un joven indio moría solo, tendido en las aceras. Un año ya gastado llevaba atado al fajo de billetes que ahorrados en el bolsillo recién parchado, le habían birlado con navaja fatal. Su trágico desenlace no interrumpía el tráfico constante en la gran ciudad. Tal vez ahora sí lograría la fama buscada, cuando su foto apareciera en la sección policial. Una herida aguda le traspasaba el pecho, le mojaba y laceraba, todo se había teñido con el color del final.
Mientras gastaba su último suspiro, acerca una foto pegada a un boleto de retorno, por un viscozo color rojo, para mirarla por última vez, diciéndose en el expiro: "Cómo te envidio Avelino ! ". |