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Llevo años trabajando como fotógrafo. Es una profesión difícil, que rara vez deja satisfacciones, pero aun así no hay otra cosa a la que me pudiera dedicar.

Hace un par de semanas me llamaron para cubrir la apertura de un nuevo centro geotérmico, en un alejado pueblo. Como trabajo es trabajo, accedí y un domingo por la mañana tomé la carretera rumbo al pueblo ese. Como siempre, el tráfico para llegar a la carretera fue la muerte, y el tráfico en la caseta de cobro fue aun peor.
Al cabo de dos horas, ya me hallaba en camino. Conduje por un par de minutos hasta que encontré la salida hacia el pueblo. Para mi desconcierto, mas no para mi sorpresa, solo dos o tres kilómetros del camino estaban pavimentados. De en adelante pura terracería. Llegué a la planta y e puse a trabajar. Otro trabajo mediocre, que no pasaría de aparecer en quien sabe que pagina olvidada de algún diario o –en el mejor de los casos- en el álbum del politiquillo ese que inauguró la planta.

El regreso se hizo aun mas pesado que la ida. Ya empezaba a atardecer y a mi me urgía llegar a la carretera (¡un poco de civilización!).
Después de pasar un pequeño plantío de maíz, observé que sobre el camino iba caminando un campesino. Cargaba dos bultos que se veían bastante pesados. Reduje la velocidad un poco, pensando que tal vez el hombre saliera del camino al escuchar el motor del auto, pero no lo hizo así. Cuando lo alcancé, tampoco se inmuto, así que le di un pequeño golpe al volante para que dejara escapar un breve sonido del claxon.
El hombre se detuvo, y con gran esfuerzo bajo ambos costales. Me miró. Pensé que se molestaría por mi actitud, después de todo, ese camino no veía muchos automóviles.
Para mi sorpresa el hombre me miro fugazmente a los ojos y después bajo su mirada. Poco a poco, su cansada espalda se curvó para recoger los costales y poderlos jalar al lado del camino. Una especie de ternura me invadió… me sentía culpable. Cuando el hombre terminó de mover su carga, yo emparejé el auto y con el elevador automático bajé la ventanilla derecha.


- Discúlpeme señor, no fue mi intención molestarlo- dije bastante apenado.
El hombre, con un acento propio de alguien que ha vivido toda su vida en el campo, me respondió:

- Discúlpeme usted.

Una vez mas, el hombre se agachó para recoger sus bultos. Esa vez ya era demasiado.

- No me lo tome a mal señor… me dirijo a la carretera. ¿Gusta usted que lo lleve?
El hombre dudó. No solo eso. Desconfió de mi.

- No se preocupe – dije yo, intentando sonar lo mas casual posible – para mi no es ninguna molestia… pero si a usted le incomoda no hay ningún problema.
Volvió a dudar, solo que esta vez miró su carga y lo consideró. Sin dudarlo, me bajé del auto y me acerqué a él.

- Déjeme ayudarle a subir esto al asiento trasero.
Y por fin el hombre accedió. Después de acomodar la muy pesada carga, subimos al auto y maneje bajo los últimos rayos del sol de ese día.

Es incomodo llevar en tu auto a alguien que no conoces, en especial cuando no hay nada en común. Pero el fue el que rompió el silencio:

- Usted encuentra extraña a la gente del campo, ¿No es así?

- No para nada… creo que cada quien se gana la vida como puede… solo que en la ciudad todo es mas fácil.

- Con su perdón, yo no lo creó así.- Se detuvo un momento, como para agarrar valor, y luego continuó: - En la ciudad todo mundo vive apurado, nunca se dan tiempo para admirar las cosas…

- Pero si lo hacemos… solo que… bueno, no hay mucho que admirar.
Los dos nos mantuvimos cayados un poco mas. Y fue el quien retomó la plática:

- ¿Sabe qué es lo que mas admiró del campo?
Obviamente no conocía la respuesta. ¿Cómo iba a saberla? Llevaba tres minutos de conocerlo… pero aun así, respondí cordialmente:

- No… “creo” que no… ¿Qué es?

- El silencio. La paz que reina por las noches.
Dijo esas palabras de una manera tan orgullosa, que no pude contener defender a mi ciudad:

- En la ciudad también hay silencio… a veces… en una noche tranquila…

- Pero no es lo mismo… se lo puedo apostar.
Llegamos a la carretera. El hombre y yo bajamos del auto y descargamos.

- ¿Seguro que está bien si lo dejo aquí?

- Si… en cualquier momento pasará mi cuñado y me recogerá en su troca.
Nos quedamos viendo. Un auto pasó por la carretera. Y después… nada.

- ¿Ve lo que le digo?- puntualizó él.

- ¿Qué?

- El silencio… no hay nada que escuchar.
Ninguno habló. Y por primera vez en mi vida hice conciente el silencio. La paz que trae consigo. La serenidad y el calor que provoca. El hombre sacó un cigarro y lo encendió lentamente. El tallar del cerillo retumbó en mis oídos como si un tambor estuviese a mi lado. Lentamente sacó el humo de sus pulmones y me dijo:

- No quiero detenerlo mas. Le estoy sumamente agradecido…

- No tiene de que.
Subí al auto y lo encendí. El hombre se aproximo a mi ventanilla, así que la baje.

- Si no es mucha molestia, ¿podría pedirle otro favor?

- Si… claro.

- … La próxima vez que este en su ciudad, en una noche tranquila, como usted la llamo, acuérdese de mí.

- Claro amigo, eso haré.
Y sin mas, arranqué y vi como el hombre se perdía en mi retrovisor.

Esa noche simplemente no pude dormir.

Por primera vez me di cuenta de la infinidad de sonidos que hay en la calle. Me harté. Me levanté de la cama y salí al balcón de mis departamento, no sin antes tomar el paquete de cigarros que tenía guardado ya desde hace un par de meses.
Me recargué en el barandal. ¡Cuántos sonidos! Miré mi reloj y eran las cuatro de la mañana. ¿Quién puede hacer ruido a las cuatro de la mañana?

Me esforcé, pero por mas tranquila que pareciera la ciudad, siempre había un sonido. Un pequeño zumbido… algo que siempre está ahí… el murmullo de las miles de personas que habitan esta ciudad. Tomé el cigarro y lo puse en mis labios. No pude evitar hacerlo lentamente, casi místicamente… gracias amigo.

El sonido de cerillo pareció retumbar en mis oídos… y después, el silencio.



Texto agregado el 10-04-2006, y leído por 156 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
16-04-2006 Muy buen relato. Un relato que hace reflexionar. margarita-zamudio
16-04-2006 son distintos lugares y como tal distintos silencios ***** soyasi
10-04-2006 El campo y la ciudad tienen dos "sonidos diferentes" y dos "silencios diferentes", pero creo que encontrar "la paz o la tranquilidad " depende mas de nuestro interior, ya que en todos lados la gente pide vivir tranquilo y con mas razón en un mundo "globalizado por el descontrol "***** buglione-escritora
10-04-2006 Es tan dificil nuestro existir... cuando estamos solos necesitamos oír el bullicio de las voces y cuando vivimos en ese bullicio buscamos la soledad. ¿La paz? A veces me pregunto ¿dónde está esa paz? ¿En el silencio? 5* restorach
 
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