Una vez Cabeza de aborto solo en su cuarto oyó una voz lejana y apagada, casi tan irreal como las que oye en su cabeza. Pero esta era verdadera, la voz era triste, angustiada como ninguna. La siguió hasta una pared manchada y ahí vio un pequeño hueco, la voz salía de ahí.
"Por favor, ayúdame, libérame" decía la voz. Cabeza de aborto se inclinó hacia el hueco y vio un ojo como joya, lacrimoso, suplicante. "Liberame", repetía incesante y urgente. Cabeza de aborto se armó de valor y corrió por una pica y comenzó a hacerle un hoyo a la pared.
Los dientes de Cabeza de aborto crujían y sus manos ardían por el esfuerzo, pero Cabeza de aborto no oía a su cuerpo. Solo la oía a ella; "Libérame", decía, "Libérame, por favor" repetía.
Casi era noche cuando la pared colapsó. Entonces Cabeza de aborto vio a la chica, no estaba atrapada en su pared solo estaba del otro lado. Su prisión era el horizonte, su techo la bóveda celestial. La chica de ojos de joya lo miraba suplicante, se acercó a él y se arrodilló: "Libérame" decía jalando su camisa, pero Cabeza de aborto no hizo nada más.
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