Dejar el puerto.

Hoy este velero parte,
puede que a ninguna parte.
Pero puede, también,
ir al fondo de tu piel:

Cruzar la frontera de tu corazón,
atravesar la distancia de tu nostalgia,
arremeter contra esta ignorancia
que acosa desde la vieja infancia.

Hoy este velero parte,
puede que a ninguna parte,
pero puede, también,
buscar alejarse de tu ser:

Navegar alegrías arriba,
anclar en lo hondo del Alma.
Y hundir tu angustia a estribor,
para virar recuerdos a babor.

Hoy este velero parte,
puede que a ninguna parte,
pero él quiere, tal vez,
sumergirse como un pez:

Y retozar entre las olas de esperanza,
y sumergirse entre corales de ensueño,
y dejarse llevar lejos, lejos...
Como por una acogedora danza.

Hoy este velero parte,
puede que a ninguna parte.
Puede que ya no vuelva,
porque de él hoy el viento se adueña.

¡Adiós, dulce costa, tierna brisa marina!
¡Adiós, empalagoso puerto rebosante,
libres gaviotas de mis mástiles!
Esta ráfaga me desvela...

Hoy este velero parte...
Y de seguro va a encontrarte.