Estaba presente en una reunión donde se discutía las medidas a tomar para resolver a los aislados de Tartagal, Además, las orillas del río se horadaban a pasos agigantados y las viviendas cercanas en pocos días desaparecerían. Varias veces quise dar mis ideas pero era imposible. El gran Gerente, parsimonioso comentaba que no tenía partida presupuestaria, no podía hacer nada. El Jefe de Bomberos tenía los tanques de nafta vacíos y necesitaba una orden del Ministro para lo autorizase a retirar combustible de la YPF local.

Quise hablar de nuevo, imposible.

Empezó a decir su parecer el Ministro de Obras Públicas y comentó que el proyecto para el puente no le gustaba e iba a llamar a los consultores para una modificación y para eso necesitaba una ampliación de partida con la firma del Gobernador. El Jefe de Bomberos comentaba, lo habían llamado por teléfono y la orilla se iba destruyendo más aceleradamente y dentro de 48 horas se caían las casas.

Yo di un grito y dije que vinieran todos los equipos de las fuerzas armadas para resolver de una vez, ¡mierda! Nadie me escuchó, como si no estuviera.


Entonces enfurecido me saqué un zapato y se lo tiré a la cabeza del Señor Gerente. Dio justo en el blanco para mi satisfacción y también en la pantalla del televisor.