Este cuento intervino en ejercicios Nº 17 de "Vertientes"
Era la hora del almuerzo. Un domingo cualquiera, mediodía. Mi esposa, los dos niños, unos choripanes hechos en la parrillita a carbón, improvisada, luego de la última mudanza. Las cosas iban mal. Sabía que el lunes me esperaba un día agitado. Trataba de no transmitir mis angustias, en especial, al mayor de mis hijos que estaba por cumplir los 10 años. Con Alicia la cosa era diferente. Hacía unos meses me venía reprochando mí asociación con Gerardo, le molestaba, no los escasos ingresos que reportaba el negocio, sino la forma de repartirlos. Tenía razón mi mujer, el acuerdo era al cincuenta por ciento cada uno, los retiros eran mínimos pero él tenía cinco hijos, yo dos. En su momento me dijo: -- comprende hermano tengo que retirar más que vos, son cinco las bocas para alimentar. Yo acepté. Había otra singular situación. Mi socio era muy religioso, y estaba obligado a disponer de más de la mitad de su tiempo a la congregación. Conclusión: Yo empezaba mi tarea a las 6 de la mañana y terminaba a las 8 de la noche, es decir, suplía las horas de mi amigo.; lo admiraba por su vocación social, pero me estaba poniendo en problemas con mi esposa. Además yo mismo me sentía mal, quería otra vida para mi familia. Esta era la situación ese domingo en que los choripanes, unas gaseosas ya estaban en la mesa para un almuerzo cordial en familia. A punto de sentarnos, tocan el timbre, era mi socio con toda su familia. De improviso, sin avisar, buenazo él y ella, los niños… trajeron una gaseosa, pobres, no tenían para más. Con mí mujer, sonrisa forzada, ampliamos la mesa, achicamos los emparedados de carne picada, agregamos bancos, silletas, lo poco que teníamos, y los once comensales nos disponíamos a digerir la escasa comida a repartir entre todos. Ya empezábamos pero mi socio dijo: Debemos agradecer a Dios el pan recibido. Nos pidió que nos levantáramos, iba a dar su bendición: “Gracias Señor por el pan de cada día…
No pudo continuar, Alicia, se largo a llorar en forma incontenible, desesperante, mi hijo mayor se puso al lado de ella y pasó sus brazos por sus hombros. Tampoco yo hice más esfuerzos, solamente le dije a Gerardo: mañana vemos como disolvemos nuestra sociedad.
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