Dicen que el comienzo de algo siempre es duro. Pero en el amor, lo más fácil es el empezar. Una vez que comienzas vienen los problemas.
Al principio estás extasiada: con su pelo engominado y perfecto, sus claros ojos que te hacen ver el universo entero cuando los miras, su perfecto cuerpo bien proporcionado, su dulce sonrisa e incluso la seriedad que forma su cara....
Pero después del éxtasis empiezan los problemas.

Aún recuerdo aquellos días en los que cualquier cosa que hacía se merecía a cien ángeles gritándole un aleluya. Pero ahora exiges más. Ya no te conformas con mirarle, observarle.... Y aquellos preciosos ojos que te hacían soñar. ¡No!, ya no te sirve. Los conoces tanto que te resulta algo natural y claro tú necesitas otras muchas más sensaciones fuertes. Deseas sentir su suave voz diciéndote dulces palabras de amor, sentir como te acaricia el pelo y un hormiqueo te recorre el cuerpo a la velocidad del rayo.
Has abandonado el romanticismo y la ilusión por lo material. Ya ni te asombras de sus ojos, pelo y mil cosas más que antes te servían de punto de apoyo. Ahora cambias todo eso por tenerle contigo y saber que es tuyo; pero como no lo consigues lo único que mantienes es lo que en un principio te enamoró: su pelo perfecto, sus claros y profundos ojos... Y ahí empiezan los problemas, ya que no te conformas y olvidas que cuando te empezó a enamorar ni siquiera pensabas en estar saliendo con él sino en sus ojos y demás rasgos. Sólo el poder verle te hacía feliz.
Por eso no olvides todos los instantes felices de aquel dulce comienzo en el que una mirada suya te hacía ver el universo a tus pies. Piensa que recordando esos momentos inolvidables que te hacía vivir, pero que con el tiempo exigimos más y los olvidamos, puedes hacer tu vida de enamorada más fácil. Porque un día sin darte de cuenta descubrirás que ese chico o es tuyo o no te importará que sea de otra porque tú habrás encontrado al que realmente tenía esos ojos, esa sonrisa... que tú veías en Luis.