Miraba la noche en la puerta de mi buhardilla cuando escuché gritos que venían de la entrada de la casa en donde residía. Me acerqué a la ventana posterior que me iba a aclarar mi curiosidad cuando vi a cinco hombre pegándole a un tipo gordo y sin ropa. Todos gritaban como perros callejeros. Me asusté mientras todos continuaban pegándole al gordo, era grande el gordo y no llevaba ropa, estaba desnudo con tan solo una toalla. De pronto vi que una chica de cabellos negros, alta, media desnuda, salía de un rincón de la calle y entraba a lidiar en aquella mezcolanza de pelea... No pude creer lo que mis ojos reparaban: el gordo y la chica se pusieron a luchar contra todos, haciéndoles correr por las calles como perros asustados. Luego, vi que el gordo y la hermosa chica, embarrados de arañazos y de sangre, se abrazaban, para luego entrar como borrachines a una de las casas de la vecindad... Les llegué a escuchar cuando entraban y cerraban la puerta. Vi que sus luces se apagaban y traté de interpretar todos estos hechos pero no pude, quizá todo era una confusión, un asalto, o una lucha de degenerados... Como sacudiéndome de todos estos extraños hechos, continué mirando la oscuridad de la noche, sintiéndome más solo que nunca cuando comencé a bostezar, tenía sueño. Miré mi cama, no había una chica así como la del gordo, abrí las sábanas y cuando ya estaba por acostarme vi que mi máquina de escribir tenía puesta una hoja en blanco. Estaba enfermo, agotado, sucio, con sueño, pero la hoja parecía llamarme como una hermosa chica, contándome algunos secretos de la noche… Apagué las luces y entré a mi cama, no lo recuerdo, pero, cuando desperté al día siguiente y vi mi máquina de escribir, había sido escrita esta extraña e insípida historia que a nadie puede importar…



San isidro, abril de 2006