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Cuando todo se acaba

Estaba a punto de irme al trabajo y me detuve a observarla. Ahí estaba Sandra tirada en nuestra cama, durmiendo y con una sonrisa en su cara como si su sueño fuera el mas feliz de todos, y me preguntaba como todo esto había podido llegar hasta aquí, yo la quería mucho, pero nunca logré amarla, creo que si me casé con ella fue más que nada por no quedarme solo, porque tan solo era el siguiente paso a dar en nuestro eterno pololeo de 6 años.
Nuestra relación era buena, rara vez peleábamos y siempre cuando salíamos lo pasábamos muy bien, a los ojos de todos éramos la pareja perfecta, siempre felices, pero nadie podía ni siquiera imaginarse lo que yo sentía. Sandra era una mujer ideal, pero algo me faltaba que no lograba satisfacerme, nunca logré comunicarme con ella como lo hubiese esperado de mi esposa, y que decir de lo sexual, hacía años que nuestra intimidad ya se había convertido en una rutina.
Hace años ya que todo esto lo había pasado por alto y había decidido seguir adelante, porque pensaba que así terminaban todos los matrimonios, pero desde que conocí a Renata todo eso había cambiado.
Nunca pensé en que algún día yo iba a tener una amante.
Camino ya a mi trabajo pensaba en que la única persona a quien quería ver era a Renata, ella era totalmente distinta a mi esposa, con ella podía conversar por horas y en ella había logrado encontrar a la mujer que siempre había soñado. Yo ni siquiera la había buscado, si incluso pasaron más de siete meses desde que la conocí hasta que nos dimos un beso, y más de un año antes de que hiciéramos el amor, lo que me demostraba que aquello no era solo una relación pasajera.
Ella siempre supo que era casado, al comienzo creo que nos evitábamos por lo mismo, pero fue tanto la atracción que sentimos que casi sin querer fuimos siendo parte el uno del otro, y ya llevamos tres años siendo cómplices de este amor secreto.
La conocí en unos cursos de capacitación que me mandaron a realizar por mi trabajo, allí llegaba gente desde distintas empresas, y una de ellas era Renata. Desde el primer momento hubo empatía y durante esos meses creamos un lazo muy fuerte de amistad, no se porque, pero ella me dio la confianza para contarle mis problemas y por primera vez alguien supo de ellos.
Ella también me hizo parte de sus confidencias y supe de sus tormentosas relaciones anteriores, las cuales convirtieron a la frialdad y la desconfianza en parte de su personalidad.
Y así se dio todo.
Día a día nuestra amistad crecía, y no me explicaba el porque no le contaba a Sandra de la existencia de esta nueva amiga, después me di cuenta que la amistad iba más allá y que desde un comienzo mis intenciones eran la de tener algo más con Renata.
Hace días que venía pensando, meses en realidad, que no podía seguir con esta situación, que no era justo para ninguno de los tres, y que de una vez por todas debía afrontarlo y tomar una decisión. Después de todo los tres nunca ganaríamos y siempre saldría uno perdiendo.
Ese día en mi trabajo no pude dejar de pensar en la decisión que había tomado y en todos los problemas que ello traería consigo, pero estaba dispuesto a hacerle frente a cada uno de ellos, después de todo no tenía hijos y, sin duda, era más grande la felicidad y el sueño de tener una compañera, una verdadera compañera, que unas cuantas semanas de malos ratos.
Al atardecer, a la salida de mi trabajo, me junte con Renata, fuimos en mi auto a un lugar escondido, como ya era la costumbre y le conté lo que planeaba. Sus ojos se iluminaron de una manera muy especial. Aunque desde hace unos cuantos meses me encaraba para exigirme que me separara y que si estaba enamorado de ella nos fuéramos a vivir juntos, creo que ya se había acostumbrado a la idea de estar conmigo así y ya tenía asumido que jamás daría tal vital paso para nuestra relación.
-Pero y hablaste con ella – me preguntó con un tono casi como si aquello hubiera sido una broma.
-No, aún no. Pero hoy pienso hacerlo.
-Hasta que no lo vea, no quiero hacerme ninguna ilusión.
Le prometí que esa noche tendría la conversación con Sandra, y que esa misma noche prepararía todo para irme con ella, por lo que debería esperarme hasta tarde, porque no sabía hasta que hora duraría mi charla.
Por fin lo haríamos, o más bien dicho, por fin me había decidido.
Me despedí con un beso, la fui a dejar y me dirigí a mi casa.
Me sentía un cobarde por dentro. Después de haberla visto por la mañana dormir e irme sin siquiera despedirme, llegaría a la noche para decirle que todo se había acabado, así como si nada, ni siquiera le había dado tiempo para que se diera una idea, ni siquiera había sido capaz de demostrárselo, siendo que para ella todo era un mundo de felicidad, era su marido ideal y fiel, él que jamás le podría hacer daño.
No pude evitar detenerme a la orilla del camino y llorar, pensaba en el daño que provocaría, me sentía tan egoísta pensando que por primar mi felicidad destrozaría el corazón de una mujer que me había dado todo y que quería demasiado. Pero sin duda era lo mejor, le haría mucho mas daño quedándome a su lado sin amarla, que alejándome. Ella merecía que todo ese amor que entregaba le fuera correspondido.
Apenas llegué a la casa fui al baño a mojarme la cara, queriendo que ese chapuzón me despertara y me diera las fuerzas necesarias para hacerlo de la manera más sutil y más delicada posible.
Sandra me esperaba con comida, en realidad no comí demasiado y el silencio parecía eterno.
-Tengo que hablar contigo.
En ese instante me interrumpió.
-Te tengo una gran noticia mi amor.
La vi tan contenta con lo que tenía que decirme, que preferí proseguir cuando ella acabara.
-Estoy embarazada.
El escuchar esas palabras, que para cualquier persona significaría felicidad, para mí era como una cuchillada que se clavaba en mi corazón y mi vida se detuvo por algunos segundos pensando en que cresta iba a hacer ahora.
Ese par de segundos fueron una eternidad para mí, me sentí pésimo, sin atinar a nada, pensando en que no podía estar sucediendo esto, con ganas de arrancarme para siempre y desaparecer, sintiendo deseos de llorar y correr a los brazos de Renata.
Pero ya no podía hacer nada, la felicité y disimule como siempre.
-Y que es lo que tenías que decirme.
-Nada importante- le respondí.
Cuando ya Sandra dormía, me levanté al living y con un trago en mi mano, pensaba en la vida y en como todo se desdibujaba en un par de segundos.
En medio de la oscuridad tome mi celular y le escribí un mensaje a Renata: “Perdóname mi amor, no pude hacerlo, voy a ser papá”, me sentí tan despreciable al enviarlo, sabiendo lo mucho que la haría sufrir.
Sabía también que jamás volvería a ver a la mujer que amaba y me sentí tan cobarde por no ser capaz ni siquiera de despedirme. Y pensaba en lo irónico de mi vida, yo que siempre pensé que en este tipo de relaciones no podían ganar todos y siempre uno tenía que perder, y sin embargo ahora terminábamos perdiendo los tres.
Solo deje pasar la noche entre mi llanto, mi cobardía y mi tristeza.
No hay día en que no deje de pensar en Renata y en que hubiera pasado si esa noche lo hubiera dejado todo para estar con ella, pero simplemente no fui capaz. Solo espero que ella haya encontrado a alguien que la ame tanto como la amé yo.
Yo por mi parte sigo con mi vida rutinaria, al lado de una mujer que no amo, y supliendo en el amor de mi hija, todo el amor que no tengo en mi compañera.
Pero es la vida que elegí y tengo que vivirla.

Texto agregado el 07-04-2006, y leído por 373 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
05-05-2006 Es mucho Profundo, me gustó.***** ternura2006
13-04-2006 Duro.... siempre he creido que nuestra felicidad no puede ser tal, si implica sufrimiento para otros. Nos comprueba que la infidelidad nunca tiene finales felices; que debemos decir las cosas en su momento, sin demora. una_principiante
12-04-2006 Así es, cada uno vive la vida que eligió, no hay más responsables que uno mismo, solo debes intentar llevarla de la mejor manera, debes entender que la felicidad y todo lo que ella conlleva es un trayecto cuyo destino es desconocido...Suerte mira hacia adelante y sonríe ***** Amirita
11-04-2006 La vida que elegiste, ya la habias elegido antes y definitivamente si no fue la mejor, fue la que te ha demostrado tu responsabilidad con Dios y contigo. Fue la que te hizo valer sobre el ego. Fue la que te hizo un hombre mas parecido al cielo. Debes estar satisfecho despues de todo. Esa mujer que es tu esposa y esa criatura, seguro son mucho mas valiosas que una culpa eterna. Dios te Bendiga. Saludos. Renne
07-04-2006 Es muy duro no puedo opinar si fue lo correcto o no, yo solo te puedo decir que me arrepiento de no haber dado el paso en su momento porque en definitiva termino llegando***** eslavida
 
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