No he dejado un sólo cabo suelto en tu recuerdo
ni un milímetro sin explorar en tu ausencia
ni mucho menos dejado pasar
un sólo segundo de área en tus espacios
para que
cuando vuelvas, cuando tengas tiempo
cuando te hayas hastiado de la tersura de tus labios
cuando el resplandor de tu piel canse sus ojos
cuando hayan oscurecido tus manos la luz de los espejos
y cuando no puedas soportar más
todo aquello que es perfecto en ti
quiero decir
cuando te canses de ti misma;
reúnas toda la piedad que necesites
para que vuelvas a mi lado y aquí encuentres
el refrigerador que se apagó de aburrimiento
las hojas de papel que se hicieron mariposas
la tinta que otra vez manchó la luz del sol
la claridad que se escondió en el desván
la guitarra que se suicidó de tristeza
y todo el hermoso e interminable caos
en que se convirtió mi vida
desde la última vez que me abrazaste.
Te espero pues,
pero te pido que tardes mucho
porque mis zapatos amenazaron irse contigo
este lado de la cama ya no me deja dormir
y los rincones de nuestros sitios
se niegan a compartir conmigo un poco de ti
la luna ya no me mira a los ojos
y hasta mi sombra empieza a mirarme con lástima
Te ruego pues, que demores un poco tu vuelta
porque comienzas a dolerme cuando camino
(ya no solo al respirar, como antaño)
y porque todo deja de tener sentido
cuando te haces cercana presencia
y no simplemente el ángel lejano
que le da un poco de luz a mis días
un poco de aliento a mis locuras
y una razón para esperarte
aún cuando sé, desde el otro día
que tú, ya recibiste la visita
de aquél a quien esperabas.