Rufino Montanares era el objetivo. Un tirano nacido por la urgente necesidad de los países poderosos de colocarlo allí para que sirviera de compuerta que impidiera el ingreso de los MRC. Y Belisario Bermúdez era un activista de esa ideología que después de muchos años en la ilegalidad, había formado un poderoso ejército que se levantaría en armas en cuanto recibiera la orden. Rufino Montanares era el objetivo, un ser ambicioso que no tenía noción alguna de su papel en este intrincado juego y que sólo sabía que tenía el poder en sus manos –por lo menos eso creía y asimismo se lo hacían creer sus sicarios- y haría lo posible por conservarla, sin que un matiz de idealismo se atreviera a circunvolar su testa.
Pues bien. A todos le constaba el lujo en que vivía el dictador Montanares junto a su familia, de la opulencia de que hacía gala, de sus baños construidos en mármol con grifería de oro, de sus inmensas mansiones repartidas en todo el país y también en el extranjero. Todos sabían de eso y de muchas otras excentricidades, como sus trescientos Mercedes Benz que conservaba en un garage construido en lo que antes había sido un estadio municipal y sus finos caballos de carrera, apodados con los nombres de todos sus antepasados.
Pero todos, o casi todos, palpaban diariamente esa miseria espantosa en la cual estaban sumergidos hasta el cuello, desde los más prestigiosos profesionales hasta los simples trabajadores, personas que luchaban a brazo partido para acabar con ese estado de cosas mientras, en Palacio, como ocurría a menudo, el dictador Montanares, hacía ostentación de su riqueza, gozando de una cena exquisita que había preparado para agasajar a quince o dieciséis personajes que lo proveían de lo necesario para satisfacer sus caprichos.
Y mientras el sibarita cenaba con caviar, rodeado de mujeres hermosas que lo regaloneaban y le hacían sentir que era una generosa divinidad, Bermúdez preparaba la estrategia para acabar de una buena vez con ese estado de cosas.
Y cierta mañana, el asalto tuvo lugar en el centro mismo del palacio, el Tirano fue hecho prisionero y después de un arduo combate, las fuerzas leales se rindieron y Montanares viajó deportado al extranjero. Bermúdez se autoproclamó Primer Mandatario y de inmediato estableció su gabinete conformado por figuras emblemáticas de la nación.
Años más tarde, Belisario Bermúdez era el objetivo. Un tirano nacido por la necesidad de los países adherentes al MRC de colocarlo allí para que sirviera de compuerta que impidiera el ingreso de los IRM Y Florencio Malatesta era un activista de esa ideología que después de muchos años en la ilegalidad, había formado un poderoso ejército que se levantaría en armas en cuanto recibiera la orden. Belisario Bermúdez era el objetivo, un ser ambicioso que no tenía noción alguna de su papel en este intrincado juego y que sólo sabía que tenía el poder en sus manos –por lo menos eso creía y asimismo se lo hacían creer sus sicarios- y haría lo posible por conservarla, sin que un matiz de idealismo se atreviera a circunvolar su testa…
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