Imágenes de Juan Pablo II recordando su fallecimiento me conmueven el alma; elegantes avenidas de Nueva York tapizadas de protestas inmigrantes; la Selección Mexicana prescinde de Blanco; la torre Eiffel sin iluminar el Sena; la amenaza de “un día sin inmigrantes”- no en película-; el “Gober precioso” y sus secuaces que me provocan……; los crímenes de Diego Santoy.
La manía de estar informados, de tener la primicia como tema de conversación, como si las palabras que rebotan entre los humos de cigarro y café pudiesen generar alguna clase de solución.

No se si se debo culpar a la hora, o a la copa de vino que tengo en la mano, pero me invade una loca idea: ¿que pasaría si efectivamente, nuestras palabras tuvieran una mágica cualidad transformante?
En países como el que vivo, forzosamente tendríamos que legislar de forma clara y precisa y evitar a toda costa el mal uso de este don; como principio fundamental nuestros congresistas determinarían que la magia con las palabras únicamente podría utilizarse para fines positivos y de beneficio común. ¡Imagínense lo que podrían causar los egoístas demonios que llevamos dentro!

Pero dejemos las aventuras de Harry Potter y la magia de la palabra para otra ocasión, regresemos al tema de las noticias con las que me enfrento todos los días, eventos que, fuera del natural impacto que tienen en el entorno social, tienen poca o nula trascendencia en mis diarios tesoros, mucho menos en mis alegrías, tristezas y locuras. ¿Por qué entonces dedico tanto tiempo a enterarme de lo que sucede afuera y no de lo que sucede dentro?

Si se comunicara lo que me es relevante, tendría que conseguirme una estación de radio que anunciara que el horario de verano ha hecho imposible mi llegada puntual a la oficina.

Un respetable locutor podría reflexionar sobre cómo se enriquece mi vida cada mañana gracias al encuentro con el gerente de la “tienda de conveniencia” (que término tan simpático!) donde adquiero mi carga matutina de cafeína. Nos saludamos con más familiaridad, hoy incluso me hizo un comentario sobre mi ausencia de ayer (el horario de verano no me deja tiempo para nada).

¿En cual sección del periódico podría incluir que un sonriente guardián de la oficina me platicó con emoción y detalle el último maratón en que participó?

¿Será que la versión en línea del rotativo pudiera comentar sobre las llamadas de larga distancia con las que mi alma se llena de oxígeno?

Alguna columna, aunque sea la de chismes, estoy segura que encontraría divertidas las anécdotas sobre mis aventuras y encuentros con los del otro género.

Le podría hacer mucha publicidad a las compañías de internet al compartir mi testimonio sobre la tecnología que ha hecho magia al propiciar un reencuentro con un amigo del que no supe por catorce años.

Donde me tienen que hacer justicia es en los reportajes – transmitidos en cadena nacional- que presenten a la familia y amigos con los que he sido bendecida; el analista no puede dejar de mencionar que los primeros me han construido desde los cimientos y sobre los segundos, le confesaré que todos los días agradezco que entre tanta gente y tantas opciones, nos supimos ver.

Aunque me llena de rabia, es tan poco trascendente que los hijos de la primera dama de mi país sean exonerados, más no lo es saber que mi amiga venció al cáncer, saberme más tolerante que ayer, reconocer que disfruto más y juzgo menos, que me exijo más y exijo menos.

Me interesa lo que acontece en el mundo en el que vivo, pero a partir de hoy me preocuparé más por conocer lo que acontece en el mundo que yo vivo.

Gracias por leer estas irrelevantes noticias.