¡Ahaaa!, y otra noche que se nos pasó así.
De nuevo bebimos, aunque eso me causa mas risa que vergüenza.
Y de nuevo me tuviste que echar de tu casa al alba, cuando el sol despertaba frente al cementerio.
No pasa ninguna cosa que me lleve a mi pensión, y estoy tan ebrio ¡por Dios!, solo me río a carcajadas de mi situación tan mundana.
Saco algunos cigarros molidos de mis bolsillos. Para variar todos fueron regalados por la mano bondadosa, al vicioso que no tenía nada.
¡Que fiesta la de anoche! ¿no?. Apenas si teníamos razones para celebrar, mas que el hecho de estar vivos... bueno, ¿no es esa una excelente razón?... ¡Ahahaaa! que cosas no ocurrieron. Como siempre llegaron mis amigos algo vividos ya, la gente esa, siempre rodeándonos.
¡Ohooo, que ebrio estoy!, ¡Ya tenia que empezar con ese cuento!.
Suena la campana de la catedral, ¿que significa eso?, ¿es acaso un llamado -de atención-?.
Bueno, como te decía, saco un cigarro, lo parcho como puedo, me hecho en el pasto húmedo de rocío a observar como es que nace un día... Parece una bendición, estar con algunos grados de bebida en el humor sanguíneo, fumando, en el pasto, con mi alergia a él aun sin florecer en mi piel (que paradoja decirte que "florece", creo que pronto echaré raíces también y me convertiré en una bella orquídea), observándole cielo, y ese característico olor de Sábado por la mañana (el domingo me parece muy depresivo a veces), como de trenes, campos, películas típicas de los canales nacionales, de tardes sin nada mas que hacer a pesar de tener tanta ciudad bajo los pies, y tanta fiesta venidera. ¡Es un perfume tan especial el de Sábado por la mañana!.