Es nuestro deber camaradas de la palabra
rendirle pleitesía a la belleza
que alimenta y adorna el cosmos.
Y es su derecho verse reflejadas
en aquellos versos que inspiran.
No las aburran más con
sus alientos de biblioteca húmeda
No las atoren con sus métricas
de enciclopedia y su retórica ilustrada.
Queremos amor y libertad,
simpleza para compartir
ideas sencillas de vitorear.
Derribar con nuestras plumas
dragones y demonios que acechen
el umbral de sus sonrisas.

Es nuestro derecho entrometernos
en relaciones enfermizas,
jugar al patas negras si fuere necesario.
Rondar sus moradas por las noches
para velar sus sueños.
Gritar su beldad por los mares
y enaltecer sus caderas.
Trepar sus senos y clavar
nuestros versos,
para que flameen como
una danza tributo a su belleza.

Este no es un decálogo
y menos una orden,
tampoco una coja mesa.
Son los derechos y deberes
de los poetas patiperros que,
firme al pecho llevan sus
elogios a la simpleza de
lo bello y la adulación,
de lo que nos pertenece…
las palabras en libertad
y la dictadura del amor.