Se buscaban con ansiedad el uno al otro desde hacía rato. Ardían de ganas como unos chamizos secos. Uno pasaba por Briceño a las cinco y media de la mañana, mientras que el otro le corría detrás para verlo pasar, siempre al mínimo destiempo de un minuto, un minuto y pocos segundos. Impetuosos, volcánicos, mariconsísimos. A veces se invertían, como si la cosa fuera más bien de jugar a pajita en boca. Un día sí, otro no, al siguiente otra vez. Querían unirse para la eternidad. Conjunción suprema sin fórmula matrimonial. Del mismo género además. Contra natura, por lo tanto.

El 1 de marzo de 2.003, por fin hicieron realidad su sueño. Coyunda extática de chispas, llamaradas, humo espeso, gritos de auxilio, ríos de sangre y latas retorcidas.

Se investiga la responsabilidad del guardagujas y el estado de los rieles.


*Basado en “Choque de Trenes”, Ramón Gómez de la Serna, Caprichos