Hoy me senté a orillas del mar a pensar. El cigarrillo se gastaba entre mis dedos y mi vista estaba perdida. No sabía en que pensaba, solo se que me fui lejos, navegué entre recuerdos e ilusiones. Tú eras parte de muchas de ellas. No se como logran llegar tantas cosas a una sola cabeza.

Las horas se fueron rápido. Desde las 15 hasta las 18:30 estuve meditando, gastando las horas entre cigarrillos y brisa, entre recuerdos y lagrimas. No reparé en la gente que pasó, no recuerdo ningún rostro, solo las gaviotas que volaban al ritmo del viento, rompiendo su danza solo para caer en picada al agua y salir nuevamente con su comida en boca.

Me fue provechosa la tarde. Lo puedes ver porque logro hablar con fluidez. Siempre que me sentaba frente a ti para tratar nuestros problemas me mantenía callado y nervioso, tú siempre estabas subida de tono. Pero ahora te vez hasta linda. Calladita, con tus ojos tan abiertos. Es increíble, has durado mucho tiempo así, yo no lo lograría nunca. Ya me acostumbré a tu cara de susto, y ya las sabanas están secas.

Me asusté mucho cuando salí para acá, pero ya todo esta mejor. Incluso pensé que no podría charlar contigo, siento que hasta te puedo perdonar ahora. Antes no, antes no me querías ni escuchar, ahora ni hablas. Sabes que a él no lo mataré. Su casa es muy linda y organizadita. Cuando lo saludé callo al agua, y mira, aun no ha salido. Me doy cuenta que es muy buen nadador, tiene más de una hora en la piscina, y ni se mueve. Está casi igual que tu. Si me prometes que no volverás con el, no te volveré a matar.

Bueno, ya me voy. Me imagino que a el no le importará que me lave en su baño.