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EL CIELO NO ES COMO LO PINTAN.



Eran las 8 de la noche, me encontraba sentado en una mesa de alguno de los muchos bares que hay en esta ciudad; mientras me tomaba un gigantesco e interminable trago, que por el sentimiento que hace algunos días me agobiaba se sentía como una puñalada que tu misma madre te hubiera propiciado, acompañando a la soledad que una canción, una simple canción provoca en el alma entera de una persona, en especial esa canción, y en especial, en mi alma. Esa canción, por su letra, tan parecida con lo que hace un par de días me había sucedido, y tan parecida a la vez con lo que anhelaba que sucediera, si era posible en ese mismo instante y en ese mismo lugar, pero que no sucedió, me provocaba pensamientos que para algunos de mis amigos son agobiantes, trastornantes y para algunos otros, mas que obvios (los que conocen mi historia). Mientras escuchaba esa canción soñaba con sus letras, recordaba con su historia, y apuñalaba mi alma con ese maligno trago y ese melancólico bar; algo llamó mi atención a la entrada del bar, era ella, un ángel, el mismo ángel que la canción me hacía recordar, era ese mismo ángel que hacía un par de días me había destrozado con sus palabras y por la cual me hallaba sentado hace dos días en el mismo bar melancólico, en la misma mesa donde la conocí, pidiéndole al dueño del bar cada seis minutos que me diera un baso de ese trago y que pusiera esa canción, la que me la recordaba.
De pronto ella se sentó frente a mí, y empezó a hablar, la escuché atentamente; de un momento a otro, en medio de sus palabras de perdón y su mirada de arrepentimiento, me dice esas palabras que durante días estuve esperando, yo respondo de inmediato, mis ojos se orbitan de nuevo, mi mente se conecta con mi cuerpo, y sin necesitar mas señales que sus ojos que parecían acercarse a mí poco a poco, y sus labios carnosos que provocaban a los míos, nos fundimos en un mismo beso, en un mismo cuerpo, en una misma alma; ella es la mujer de mi vida, me repito sin descanso, he vuelto a vivir, digo dentro de mí, olvido el porqué he estado dos días seguidos en el mismo bar, escuchando la misma canción, bebiendo del mismo trago; de repente, siento que me separo de su cuerpo y de su alma, y un destello de luz aparece en el lugar donde se encuentra ella. No sé como, pero escuché una voz que decía mi nombre, talvez por causas de ese trago, ese maldito trago, el destello desaparece y todo a mi alrededor se nubla, a excepción de una pequeña ventana algo cercana, corro hacia ella, y veo un ángel, ese mismo ángel que éste escrito describe, estaba llorando; no lo puedo creer, está conmigo, en el bar, mi cuerpo inmóvil, sus lágrimas en mi rostro ya casi pálido. En ese momento, una mano toca mi hombro, era un hombre con una túnica blanca de adornos dorados por doquier, y me dice: Elige, solo hay un cielo y un infierno, este es el cielo, el mismo cielo que está repleto de ángeles que tocan melodiosamente sus arpas, el mismo cielo que desde pequeño tu madre y tu padre te describieron, y por el cual la humanidad entera vive día a día, y otro es el infierno, donde tus pesadillas, esas que te despertaban llorando envuelto en sudor y replicando por la presencia de tu madre, se hacen realidad, elige, me repite. Volteo mi rostro hacia la ventana donde la mujer de mi vida llora desconsolada encima de mi cuerpo estéril, y respondo, deseo ir al infierno.

Para ustedes esa respuesta puede parecer algo estúpida, pero para mí es la mejor respuesta que haya podido dar; al ver a mi ángel, pensé en todo el daño que le he provocado y el que le provocaré, es inevitable; el cielo me parecería peor que el infierno. Píenselo bien, en el cielo, yo, con mis alas, con mi arpa, sin mi ángel, ¿qué melodía podría tocar?…. Exacto, esa melodía que me recuerda a mi ángel, esa canción que no paraba de sonar en el melancólico bar donde en un minuto un ángel me devolvió la vida, y donde otro me la quitó. La tristeza me invadiría y sería un infierno en el mismo cielo; pero en cambio, en el infierno, con todo ese miedo, todo ese sudor, todos esos gritos, esa melodía, el recuerdo de ese bar, y el amargo sabor de ese trago que me acompaña por la eternidad no serían un martirio, no me provocarían tristeza, me alentarían, me recordarían que los ángeles existen, y que hacen una labor incalculable, desde aquí, pero incomprendida desde donde ustedes están; lo que en mi vida me han dicho del infierno y del cielo, no se compara con la dualidad de el amor, se preguntará: ¿cuál es la dualidad del amor?, la respuesta es: el mismo amor. Por eso, piense muy bien cual es su infierno y cual su cielo, ¿que quiere? , ¿Cielo ó infierno?, y recuerde….el cielo no es como lo pintan.


DE UN DEMONIO DEL INFIERNO, A LOS ANGELES DE LA TIERRA y SUS PROTEGIDOS.


Texto agregado el 08-12-2003, y leído por 694 visitantes. (0 votos)


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