Una enorme casa, con amplios ventanales que forman mosaicos de colores sobre su rostro, la nariz verde, la boca roja, ojos amarillos, orejas azules, degradé de colores y luces llegan hasta la cruz que ostenta su pecho, un rayo insolente roza su cara y lo despabila, abre sus ojos con el hastío que lo caracteriza, igual se queda adormilado, adaptándose a la suave calidez que se ha creado entre sus piernas, un enchastre de humedad y viscosidad que lo hace sentir más cómodo, mmm, ya lo recuerda, recuerda cada escena del sueño, mmm, si, ya lo recuerdo...

No voy a levantarme el día de hoy, me quedaré aquí, esperando, sé que pronto ha de llegar, es cómodo sentir toda este limazo entremezclado con sedas y colores rojos, pronto vendrá, ya llegará...

Está aquí, ha venido como todas las mañanas a despertarme, entra sigilosa a mi cuarto, juega a creer que aún estoy dormido, sabe como yo que no es así, igual sigue su travesura, así lo ha de ver, cubre con las cortinas adosadas las ventanas, cubre de mi cuerpo de la soez luz, se acerca a mí con un tenue paso, y se sienta junto a mi, susurra mi oído lo mismo desde hace 24 años, algo ininteligible, algo que nunca he entendido y que realmente no me interesa, roza al acercarse a mi oreja un pezón a mi brazo, está tan duro como esperaba lo estuviera, si, recuerdo mejor el sueño a cada movimiento, me abraza, solo una bata entreabierta le cubre su espacio, hoy no la he visto, pero se que es así, la de hoy ha de ser color rosa, rosa pálido, como corresponde a los lunes, su abrazo deja de serlo y empieza a convertirse en un estupor de estrechez, se que intenta, busca su propio placer, estrujando su viejo cuerpo por mi tenue piel, besa mis mejillas, mi frente, mi nariz, por error, roza mis labios, y se demora en ellos, pasa su lengua liosa por el entorno de mi rostro, me excitan esos besos, lo sabe, eso lo sabe también, mientras mi cuerpo se eriza y se estremece, acaricia mi cara, mi cuello, mi pecho, continua el suave recorrido por mi vientre, aún estoy arropado, a ojos cerrados, pero me encantaría ver esa mano llena de venas azules caminando hasta el límite del bosque, del alcor que se remonta a mis recuerdos y deseos, llega, la siento llegar y le oigo un vaporoso gorjeo, coquetea con los fluidos aún tibios de mis sueños, los riega y desgasta con sus dedos, sus dedos, esos dedos que me han enseñado, me han educado, esos dedos, esa mano, ella sabe que hacer, se dilata, me ha tiranizado, me ha hecho suyo como la primera vez; entreabro los ojos somnoliento, mi cuerpo está girado hacia la derecha, solo duermo de ese lado, cuando mis ojos se acostumbran cerril oscuridad, veo desdibujarse en el marco de la puerta su silueta, solo queda iluminando una esquina de la habitación, la cruz de oro que ella misma colocó en mi cuello al momento de nacer...