Aquel lugar. Aquel siniestro lugar ubicado en el borde más lejano del mundo...en la misma periferia del costado del mundo. Aquél lugar era sólo su castillo infranqueable. En él se encerraba a la mañana para recortar herejías ajenas, a la tarde para releer las infamantes nuevas de los espacios no ocupados por él, a la noche para huir brevemente de la desidia y el abandono y abandonarse una vez al viejo placer solitario.
El cansancio dibujo huellas en su cara y pintó luces oscuras debajo de sus ojos. Sólo el cansancio de la monotonía de la vida metódica y sin igual de aquél profesor ignoto, perdido en los anaqueles burocráticos de la provincia, sólo ese cansancio se dibijaba en las muecas de su rostro.
El una vez fue joven y soñó con una cantidad de rostros expectantes por recibir “la educación”. Soñó con ser aquel negro profesor de escuela que tranquilizaba los ánimos y educaba desde la comprensión. Soñó con ser la rubia maestra (por un momento, si) de aquella escuela norteamericana revolucionada por la violencia, aquella que con valentía defendía los intereses de sus alumnos, y podía conseguir que todos se fueran felices y agradecidos por haber recibido “educación”.
El una vez fue joven y soñó. Hoy también sueña. Hoy se ve como el maestro vencido de South Park, enseñando tonteras con un títere en la mano y ocultando su sexualidad escasa.
El una vez fue joven y soñó. Hoy es viejo, y sólo ve la realidad teñida por años de hacer siempre lo mismo....