Fue grave, pero ya no le importó. Su estado de salud era lo que menos le interesaba en ese momento. Desde que salió de su habitación, esa mujer tenía ya un plan, no lo dudaba ni tantito. Se la imaginaba dándose arrumacos con el primer cristiano que le ofreciera un aventón en un automóvil caro o barato. No es que fuera demasiado cerda, era solamente su atención natural para quedar bien. Era como decirle amablemente, oye, está padrísimo tu coche. Me gusta. Me da gusto que tengas uno… Pero en vez de eso abría las piernas para que su halago fuera más enfático y por supuesto, profundo.
La indigestión avanzaba con cada minuto de la noche. Él se reconocía putañero, quizá demasiado, pero nunca tanto como en sus viejas noches de trabajo en la radio. ¡Esas si eran mujeres y no las estúpidas que ha ido conociendo últimamente! Pero no son estúpidas… No hay mujeres estúpidas según él, son más que estúpidas. De hecho, solo hay de dos tipos, las que se pasan de estúpidas y las que se pasan de vivas. ¡Ah bueno! Y las abnegadas como su madre y la suya, claro. Pero de las “mujeronas” de las que habla este tipo, es de las se comunicaban a la radio, embobadas hasta la temblorina clitorística por su engolada voz angelical de las dos de la mañana. Más de una le hablaba ya desde su celular en la puerta de la estación, casi siempre vacía o con policías con cegueras de cincuenta varos. ¡Qué mujeres tan sorprendentes! Este tipo siempre dijo que una mujer que no sabía dar sorpresas, era como una revista de bikinis en una playa nudista, totalmente inútil.
Esas mujeres sabían exactamente qué demonios iban a buscar por allá. No se andaban con las clásicas idioteces de te hablo, no te hablo, te enamoro, te apapacho, te hago enojar, te contento, te dejo por el imbécil que me dejó a mí… Es que todavía lo quiero… No, éstas son de las que saben qué hacer con quien les ofrece amor.
El agua de la taza del baño se vació sin llevarse nada en su viaje más que agua. Sentía una piedra enorme en el intestino grueso. El intestino delgado no hacía más que guardar silencio y tratar de descansar. Los mareos empezaban y la indigestión era el motivo principal de aquella noche que parecía sería larga y oscura. Interminable.
Acababa de colgar el teléfono. De seguro se trataba de aquella, por que su cara estaba lejana y desternillada. Le hubiera encantado recibir un beso aunque fuera por teléfono pero de seguro no lo recibió. ¿Y qué tal un “te extrañé”? Pero no, no se le ve que se lo hayan dado. Se le ve vagando con cara de idiota tres pasos de aquí para allá y cuatro de allá para acá. Se le ve musitando leperadas para referirse a alguien. Eso habla de aquella. Aquella, es la única persona capaz de llevar a un tipo de este tipo a los extremos de pelele. Ya nada le contenta. Es simple, está enamorado. ¡Qué idiota!
La conoció hace relativamente poco, pero ya siente que pasaron años. Se conocieron en un abrir y cerrar de ojos. Él se perdió y ella se dio vuelo. Nunca tuvo tanto miedo. Las angustias iban y venían pero no eran de su incumbencia, las voces de los amores retumbaban ya entre sus oídos. Nunca se lo confesó, pero de verdad, él hubiera dado su vida por darle a ella 12 horas de felicidad. Le gustaron sus piernas, largas más que un matrimonio, su esbeltísima figura era inconfundible. Se veía a la lejanía como un delgado popote ambulante. Bueno, también se le reconoce su talla grande de copas, de las que por cierto está orgullosa como madre de recién parido. Dice que son de ella. Más bien dice: son mías pero pueden ser tuyas.
El dolor a esas horas, ya es insoportable, el bolo alimenticio se le regresa casi con cada respiración. Fue demasiada cena y no tuvo tiempo de hacer suficiente ejercicio para deshacerse de la harina, es vegetariano pero no perdona un queso fundido con champiñones. Se mantiene despierto casi hasta la madrugada porque tiene el sueño ligerito, ligerito… Eso se le conoce en las ojeras, no por haber dormido con él.
En la fila para pagar el teléfono… Y como imbécil, alegando caballerosidad, le dio su lugar. Ella coqueteó con el cajero y con el gerente y con el poli y con el vende frutas de afuera, y de hecho, es la clienta favorita de los empleadillos. Debe ser por el bra que siempre se asoma tan afectuoso. Y las pompas. Nadie sabe para qué las mueve tanto. Con saber que no es tan niña bien como aparenta, muchos más la incluirían en sus sueños. Sí, es mona, pero nunca tanto como la que contempla al espejo.
Una mosca muerta. Este idiota en vez de tirarla a la basura, la hace rodar de aquí para allá con una aguja de plástico con la que pretende trabajar. Por cierto, este trabajo ya fue seriamente criticado por aquella. Dice que no tiene catego… Bueno, al menos se gana el dinero honestamente. Eso no importa. El imbécil está trabajando como esclavo para mantenerle sus gustos. Eso sí importa. Ya le compró un coche, y él no tiene. Ya le puso depto pero no lo deja vivir ahí. Ya le provocó un orgasmo y aquella no es capaz de bajar a darle un beso. Le habla todos los días y doña esa se enoja porque la saca de concentración. Le cambió toda su ropa por vieja, pero con su pésimo gusto, ahora lo viste de tarugo hijo de papi, ah, porque resultó de angora, le gusta puritito Armani original. Cuando van a un restaurante, esta méndiga dice que es su amigo. Se van a los rincones para que no la vean sus amistades. El problema real es que la vaya a ver su ex, eso hasta un ciego lo ve; pero bueno, el idiota ahí está, al pié del cañón.
Aguanta, porque cree en las palabras, en las promesas. Porque promesas hay.
Una de esas pastillitas rosas. Todo parece mejorar, pero no del todo. Su lengua ennegrece casi tanto como sus ojeras. Está acabado. Ya no da más. Y por supuesto, no se da cuenta de nada de lo que le he dicho. Se entrega a su trabajo y se apasiona con sus viejos modos. A veces llora, por la indigestión, supongo. En fin, él ahora trabaja tejiendo artesanías a mano. Y en su trabajo de baja categoría no le va tan mal, a mí me parece que los mantelitos son buenos. Muy pintorescos… Tiene varios premios por su habilidad manual ¡y uno internacional! Pero aquella, ni los pela. No pela nada, nada de nada. Recibe amor y se la pasa de duda en duda… Vaya, vaya…
- Me estoy dando cuenta de algo, Padre…
- … que estás enamorada de tu ex novio y no soportas a su nueva novia hija, ¡eso te lo digo todas las veces! Ya vete por fa... ya vete por fa… por fa… por fa…
- ¡Ay Padre, no! Me estoy dando cuenta de que es por eso que el idiota tiene indigestión todas las noches, es por… esa.
- Ave María Purísima , hija… Ya vete.
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