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Básicamente se trata de dos sinvergüenzas. Uno, demostraba en cada ocasión significante que podría ser líder en esos rubros. Su conquista era una mujer alta y bella, nadie le ponía un solo pero a su cabeza y menos aún a sus caderas. Su sonrisa podía embriagar a la mitad de la afortunada población de aquella escuela en donde estudiaba, pero no era su modo de actuar. Esta mujer tenía la entereza y la fortaleza de un roble noble y particularmente hermoso, podría tener al hombre que quisiera con solo conceder, podría tener incuso a la mujer que se le pudiera antojar; pero no, eso no pasaba, al menos no a la vista del resto del mundo. Su historia con los hombre era delicada, uno no podía pensar en la clase de hombre que pudo haberla desvirgado, ni en qué momento y bajo qué milagrosa circunstancia. Su amor, uno no se lo podía imaginar en su funcionamiento y en su concepto. Parecía inalcanzable, era inalcanzable. Su inteligencia era un poco más perfecta que su senos rosas, erguidos y poco traviesos. Era alta realmente, no muy delgada, de dentadura perfecta y con aquel pequeño defecto en el tamaño de uno de sus ojos. No se sabía a ciencia cierta cuál era el problema o bien uno era demasiado chico o el otro se pasaba de grande… Lo que sí era un hecho es que no se notaba alguna diferencia. Su vestimenta conservadora y su maquillaje discreto le daba un toque nostálgico a su apariencia. Quizá se había desprendido de uno de esos cuadros del siglo pasado o de alguna fotografía de esas que llaman sepia y que más parecen tostadas por una estrella con superior sentido estético. Era bella. Su paso lento por los pasillos de su escuela la hacían significativamente diferente a las demás. Todos podrían reconocerla con solo echar un vistazo a su ritmo al caminar. Y a su tamaño. Era una mujer de carácter muy agradable, nada problemática y sumamente coherente entre su pensar y su actuar. Era ciertamente una mujer perfecta, jamás histérica, nunca chismosa, menos gritona, inalterable, de conversación inteligente y profunda, de bellas piernas largas y de corazón bueno. Perfecta. No tenía ni un solo enemigo, puras amigas, un viejo amor, un buen amigo y colega, seis maestros predilectos y su hombre, su conquista.

Su camino había coincidido con la afortunada presencia de aquel sinvergüenza en un café de trova.

Aquel, como buen sinvergüenza, acostumbraba a acercarse a aquellos establecimientos repletos de parejas de amigas demasiado románticas para la mayoría de los hombres. Las concurrentes normalmente buscaban la tranquilidad y la calma, el romance, el vinito tibio, la guitarra cantarina y unos versos tantito más elaborados. La mayoría de los hombres las describirían como aburridas, en una sola palabra. Pero este sinvergüenza, podía ver claramente la verdad. Detrás de sus apariencias tranquilas y apasteladas, estas mujeres podrían despedazar a un desprevenido con la pasión encerrada debajo de sus faldas largas y reservadas. Su beso tierno y asustado lo prendían al grado de querer casarse con ellas, pero nunca lo hacía, su prudencia era de voz potente.

Cuando le tocaba conquista, se vestía al modo de las viajes películas románticas que le gustaban a su mamá. Se preguntaba qué le gustaría ver a su tía, la solterona, y eso se ponía. Cuellitos de tortuga en color beige. Se arreglaba la barba de manera que se viera pulcro y distinguido. Se quitaba su viejo arete de la oreja derecha. Se ponía un pantalón de vestir, el negro, y boleaba sus zapatos al extremo de reflejarse en ellos. Se tomaba la larga cabellera y se la recogía en una intelectual cola de caballo amarrada a la nuca. Más arriba era demasiada mariconada y más abajo se convertía en hippioso mal arreglado. Nadie lo sabía, pero eso de amarrarse el cabello no le agradaba, lo hacía para entrar en personaje, porque lo suyo era el pelo suelto. Se ha de saber que su cabello, suelto, era muy atractivo, más de una mujer por hora le cuestionaba por su champú, por su acondicionador, por su tratamiento, por su peluquero… Pero no este tipo de mujer. Éstas no preguntan esas necedades para perder el tiempo y el interés de cualquier hombre; estas preguntan cosas difíciles realmente, preguntan acerca de la última Muestra Francesa de Cine; acerca del último libro de Bordeès; del premio Nobel de la paz entregado, injustamente claro, al presidente de los Estados Unidos; hasta se atreven a preguntar de la posibilidad real de la continuación de la vida luego de la muerte. Por eso, el muy sinvergüenza llega a los cafés siempre después de las doce, es fácil, lo hace porque las discusiones a esa hora de la noche ya son acerca del amor.

Llega al café - librería. Toma un libro. Lo hace al azar. Lo hojea. Lo ojea. Se aprende el nombre del autor. Sonríe como si le estuviera gustando lo que lee. Levanta sorpresivamente la mirada y la descubre. Ella quita la mirada como suplicando que no la haya notado. No tiene suerte. Él la descubrió mirándolo con atención. Ella no lo ve acercarse. Está tratando de escuchar lo que dice su amiga y compañera de velada. La oye pero no entiende nada. Está tratando de pensar por él. Cuando lo piensa se da cuanta de que le gusta. No lo recuerda bien, pero le gusta. Una rosa, muy ridícula, aterriza junto a su taza de capuchino tibio. La sonrisa de su amiga y sus ojos abiertos de par en par. Los propios empiezan a crecer. Voltear a ver la rosa en la mesa le toma un par de eternidades. Y llega al fin su voz, llena de mentol, y la crema de afeitar dulce se mezcla con su propio perfume, por eso es bueno siempre ponerse un toque de perfume junto a la oreja, y llega el sonido… Lentamente, suavemente, como una pluma en su pezón

- Eres la mujer más interesante que he visto en mi vida.

Trillado, pero no ingenuo. Esas eran exactamente las palabras necesarias para halagar a esta mujer. Qué terrible equivocación hablarle de su belleza o de su inteligencia o de su ropa o de algún tema intelectual… Ya le había pasado tantas veces que finalmente se lo aprendió de memoria. A las mujeres se les tiene que decir lo que han soñado escuchar. Se le puede atinar al sueño o no. Él le atinó a la primera.

Platicaron del amor. La amiga fue al baño por lo menos tres veces hasta la una de la mañana. Se despidió asueñada y se fue. La tomó de la mano casualmente y le dijo dos o tres gracias. Ella rió amablemente. Estaba sorprendida de tener su mano entre las suyas. No era cierto, todo era estrategia, pero se notaba enamorado al ciento por uno. Era una mirada tierna, colocando su atención en los detalles. Escuchaba minuciosamente. Cuando ella bajaba la mirada él buscaba entre el público algún tipo de amenaza, ¡qué sinvergüenza! La música terminó, ellos terminaron su último café. Salieron a la noche fresca. Caminaron un ratillo, tomaron un taxi. Ella no se sorprendió en lo más mínimo cuando escuchó una dirección desconocida. Se besaron.

Llegaron a un edificio simpático. Era simpático porque la jardinera contenía plantas sintéticas, además de mala calidad. Subieron dos pisos. Casi en silencio absoluto abrió la puerta y entraron. Ella se sentó en lo que él sirvió un par de copas de vino espumoso, no muy caro. Tomó ella con precaución un preservativo de su bolsa y se lo guardó en la blusa, como preparándose para la batalla que ya se asomaba. La tomó de la mano y la llevó a la recámara. La besó. Le quitó la ropa, y luego él intentó hacer lo mismo. No se lo permitió, enloqueciéndolo aún más con su negativa. Lo atendió con tanta maestría que el muy sinvergüenza se retorcía en su propia cama. Uno de sus bellísimos senos se asomó ya, rebelde e imponente. Lo besó todo. Sus lenguas bailaban en compases desconcertantes, descomunales y desconocidos. Ella exploró en su blusa entre abierta y encontró el condón, small y con nonoxinol 9, probado electrónicamente. Lo abrió con delicadeza y se lo puso rápida, casi tácitamente.

Él se quedó esperando el preservativo, nunca llegó. Ella lo viró, y lo besó exquisitamente desde atrás, luego lo puso de frente y le acerco sus senos.

Ahí está él, jugando con sus tetas, preguntándose dónde quedo el preservativo que ella abrió en su presencia.

Hoy entenderá el significado de hermafrodita… ¡Qué sinvergüenza!

Texto agregado el 01-04-2006, y leído por 115 visitantes. (0 votos)


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