Vino el miedo disfrazado de mujer. Preguntó por mi nombre y temblé. Mi cuerpo parecía andar como un auto con las llantas reventadas, aún así avanzaba... La mujer comenzó a observar mis ropas, mi casa, todo, y todo lo anotaba en un cuaderno muy grande de tapa encharolada de color negro. Traté de sentirme valiente, sobreponerme y le dije cosas muy hermosas, le regalé una rosa, luego un poema, y ella sonrió como una estrella... "Gracias", me dijo. Me sentí un poco mejor pero aún me temblaban las piernas. Ella me continuó preguntando hasta el final del día, y cuando se despidió de mí casi pierdo toda mi cordura...
Solo en mi casa aun escucho sus preguntas llenas de cosas que sólo tienen los que saben mucho. Cerré los ojos y me puse a rezar. Así estuve orando por casi toda la noche y cuando terminé mi oración escuché que alguien tocaba la puerta de mi casa. Me acerqué a través de la ventana y era la misma mujer. Consternado abrí la puerta, y el miedo encarnado en una mujer sacó una espada brillante como el Sol, para arrancarme todas mis ropas. Temblaba como nunca mientras ella gritaba y gritaba, diciéndome que me largara de mi casa y jamás volviera... De pronto, cogí una flor, luego le declame un poema y ella sonrió como una estrella. "Gracias", me dijo, y luego, me tiró la puerta de mi casa en la cara...
Lentamente me alejé de mi casa, temblando y sin volver la mirada atrás. Pero esta vez, temblaba de frío y no de miedo...
San isidro, marzo del 2006
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