Esto no debería parecer una confesión,
pero es tu imagen la que reaparece viva en mis sueños.
Tu imagen sonriente (perfecta) y tus besos,
todas las siestas.
Reapareces de frescos 17 años,
y yo con la diferencia de siempre (de 14)
y también como siempre,
me besas dos veces,
como aquella tarde-noche (tras la cortina),
me besas,
largamente,
tibiamente,
asombrosamente,
y haces debutar mi boca en largos besos,
y veo tu cara separarse de mis ojos recien enamorados,
terminando esos dos besos con una carcajada.
De todas las repeticiones de sueños,
es la que menos me molesta.
(Es más, te lo juro, hasta deseo seguir soñando).
En las noches no,
aunque te busque en la oscuridad, insomne,
con los ojos abiertos,
y las noches muestren escotes insinuantes,
y cuerpos desnudos,
no apareces.
Solo estás en las siestas,
(y ahí –recuerda- tienes 17 y yo 14),
y ríes tan fuerte luego de los besos
(de esos dos besos que extraño),
que se esconden otros sueños en el sonido de tu risa.
Que suerte tienes en mis sueños,
no pasan por tus gestos (por tu sonrisa) estas décadas veloces,
estos años de viento,
ni te hicieron el lifting,
solo sos un beso tibio y prolongado inaugurándome,
no la dama cincuentona que aveces cruzo,
y ni nos saludamos.
(2006)
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