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Lo que más le gustaba a Rodríguez era ir de excursión, pero lo peor los
bocadillos de chorizo que le preparaba su madre, con esas arandelillas que si pueden te ahogan vivo.
¿Qué sorpresa abra hoy en la mochila?
Todas las niñas llevaban unos pollitos con su salsita y sus patatitas…
Ella al rico choricito con pelusilla y un triste plátano; pero Rodríguez era muy listilla y conseguía siempre cambiar el bocata por el estofadito. (Pero siempre con un trueque, por supuesto).
Las mamas se despedían de sus hijitas, a ella no la despedía nadie.
En alguna ocasión ni bocadillo llevaba, a no ser que se hubiera espabilado antes y se hubiera ido al super a comprar una bolsa de patatas.
Que lagrimillas se le caían por la mejilla, pero siempre decía lo mismo; es que me he constipado.
Siempre se iba de casa con un jersey y volvía con otro. (Al rico trueque).
Pero no se enteraba nadie hasta que pasaban unos días.
La bata azul que cada viernes lavaba su mami… Llena de huevos duros, o algún que otro alimentos y unos lamparones…
Pues ahí quedaba el rastro y los medallones para gusto de las dulces monjitas que no paraban de decirla. ¡Que guarra es su madre Rodríguez!
Lo mejor era la afición de Rodri. Los chicles. Siempre a fin de mes no se sabía como. Aparecían en el dobladillo del uniforme. Que con unas tijeras en mano… Ella se hacia un apaño en plan Agatha Ruiz de la Prada…
En casa no se ganaba para uniformes.
Pero si para unos visones que su madre se compraba y unos zorros…
Las convivencias de las monjas eran lo mejor para que no se entretuviera con quemar las cortinas de casa o tirar bolsas de basura con agua a todo quisqui.
Que momentos más felices en ese convento de la comarca de Gerona dónde siempre le tocaba dormir con la meona de turno. Y acababa empapada.
Que en invierno se agradece, pero después viene el frío y no gusta tanto.
Pero claro con que la Rodri se empeñaba en cachondearse … Mira ese árbol que se parece a la madre Eugenia(Detrás estaba la monja espiando).
Pues la meona no paraba de orinarse. Es que la pobre tenía un problema.
El autocar era lo peor, siempre se mareaba y encima la madre Javier. ¡Venga al pasillo a imitar a la doña Rogelia! Que mareo por aquel pasillo y que harta de imitar a la dichosa doña Rogelia y todos los malditos muñecos.
En más de una ocasión le vinieron unas ganas de vomitarle a todas las niñas y a la pelmaza de la monja, que la niña del exorcista se quedaría en un simple aprendiz de turno.
Pero eso es lo que tenía ser la payasa de la clase. Pero también se beneficiaba de los bocatas tan buenos de esas dulces mamas y no de los malísimos de su…
Anda imítame a la madre Javier. Toma un filipino de chocolate. Ahora a la madre María del mar. Un poco de coca-cola.
Aunk aunk (Que complejo de foca madre).
Bueno por hacer el payaso se ganaba un jornalillo ¿no?
Pero cuando volvían de la excursión no había nadie esperando para llevarla a su casa.
Todas las mamas recogían a sus nenas queridas. Rodríguez se iba sola por aquel puente dónde los alegres gitanillos vivían en esas barracas y a paso ligero cada día te jugabas la vida.
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Texto agregado el 31-03-2006, y leído por 296
visitantes. (6 votos)
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Lectores Opinan |
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22-01-2007 |
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al principio mezcla la ternura con la tristeza desembocando en la rutinaria y desolada vida de rodri yhota |
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01-05-2006 |
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Este me ha dejado como pinchado, como falto de energía o simplemente muy entristecido... Aukisa me quita las palabras de la boca... Ikalinen |
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29-04-2006 |
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Detrás de cada diálogo, personaje hay universos por descubrir. Dolor, incredulidad, ironía, de la dura, que arranca una mueca de dolor. aukisa |
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25-04-2006 |
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+++++ robertt |
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02-04-2006 |
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vaya persosonaje la Rodri, entrañable a la par de simpática...un beso eloisa |
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